Había una vez un pescador que vivía en una casita y tenía una cueva donde guardaba sus redes. Estar a pasos del mar, para él, que juntaba espinaca y mejillones cuando tenía hambre y huía del sol siesteando bajo el único árbol de la playa, era poco más que vivir cerca de la oficina. No se daba cuenta. Un día hubo un huracán y el mar trepó la arena de la playa de La Rinconada, en Punta del Este, Uruguay. Aquel día, a la mujer del pescador el agua le llegó a la barriga. Le entraron ganas de irse. Fue entonces que se la dejaron a Grisel y Ricardo.
“Eso fue hace doce años, más o menos. Originalmente eran dos cuchillas de montaña y una planchada en el medio, sin nada más que kilos y kilos de basura. Lo primero que hicimos fue llenar cinco containers con todo lo que había ahí adentro. Y empezar a construir, muy poco a poco, nosotros mismos… Es un trabajo que no termina nunca”, comparte Ricardo Milberg sobre este hogar único, que creó junto con la artista plástica Grisel Maymo Planas.
Siguiendo el caminito de entrada, aparece el pequeño espacio del nivel inferior, donde están cocina, comedor y un living con un sofá-cama (donde pueden dormir hasta dos invitados). Por su parte, la red de luz y agua fue una instalación subterránea.
¿Es húmeda? “A veces la pared llora porque se filtra un poco del agua que baja desde las cuchillas. Yo logré parar bastante las filtraciones, pero a veces algo pasa. Por las dudas, tenemos un deshumidificador eléctrico”.
"Hemos visto ballenas, delfines saltando en el horizonte y los atardeceres más hermosos que se pueda soñar. Pero, también, a veces el agua se lleva algo. Cuando vivís en un lugar así, pasan cosas".
La cueva (a rigor de verdad, es una gruta) tiene dos baños, uno por fuera y otro en el segundo nivel, donde también hay un dormitorio con escritorio y diván-cama extra.
“El cuarto tiene un ojo de buey en la cabecera de la cama, otro cerca del ropero y tres ventanitas al costado. Todo mira hacia el Oeste. Es muy luminoso. Al punto que, para dormir la siesta, tenés que tapar la ventana”.
¿Y ese ropero? “Es un diseño de Grisel. La verdad es que teníamos muchas cosas para guardar y poco espacio para hacerlo. Así que pusimos ahí unos estantes y trajimos un carpintero local para hacer las puertas acompañando la pendiente natural.”
“Hay algo así como una tripulación de la cueva: gente que viene todo el tiempo, amigos. El que no es de la tripulación a veces no entiende cómo se vive acá. Mirá, ha llegado a venir gente que no se desprende del celular. Juro que no entiendo por qué no se quedan en su departamento”.
Texto: Carmen Güiraldes.
LA NACION