La carrera aérea en la que todo salió mal: accidentes, choques y desaparecidos
El Dole Derby prometía revolucionar la aviación, pero lo hizo de manera catastrófica
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Para agosto de 1927, el mundo entero tenía los ojos puestos en la carrera Dole Derby. Y no era para menos, aviadores, navegantes y entusiastas pretendían cumplir un objetivo ambicioso: surcar el aire, cruzar el Océano Pacífico y recorrer más de 2.400 kilómetros para pasar de Oakland, California, a Honolulú, en Hawái.
La idea fue puesta sobre la mesa por el multimillonario James Dole, quien inspirado por el revolucionario triunfo de Charles Lindbergh -el piloto que cruzó el océano Atlántico de oeste a este en 1927- e influenciado por dos reporteros, anunció la primera carrera transoceánica de la historia.
Por un premio de 25 mil dólares para el primer lugar, y 10 mil para el segundo, más de 15 aeronaves se inscribieron en la competencia; sin embargo, de ese número, cuatro despegaron de Oakland y tan solo dos completaron el salto a Hawái, de acuerdo con la revista Honolulú.
El Dole Derby prometía ser una conquista aérea del Océano Pacífico, pero terminó convirtiéndose en mucho más que eso: con muertes, accidentes y desapariciones, pasó a la historia por ser una mortal, letal y trágica competición.
Un mal augurio
El Dole Derby fue, desde el inicio, una tragedia anunciada. Los malos augurios estaban y las probabilidades de que la carrera resultase en desastre, también. Las primeras señales rojas llegaron rápido de la mano de George Covell y RS Waggener, dos participantes que perecieron durante un vuelo a Oakland desde San Diego, según señala la página de Pan AM, que preserva el legado de la aerolínea norteamericano más importante del mundo durante parte del siglo XX.
Al día siguiente -el 9 de agosto de 1927-, Arthur Rogers, piloto británico concursante de Dole, también sucumbió ante la muerte. Ni siquiera alcanzó a llegar a Oakland para la competición cuando fue víctima de un vuelo de prueba que terminó en tragedia.
A medida que se acercaban los días para dar el inicio al Dole Derby, las malas noticias no paraban de llegar: otro avión, llamado “Pride of Los Angeles”, se salió de la pista y chocó contra las marismas de la Bahía de San Francisco, cuando intentaba aterrizar en la ciudad californiana.
A diferencia de sus compañeros, los tres tripulantes sí lograron escapar ilesos. La cuenta regresiva de la carrera transatlántica avanzaba, pero el número de descalificados también. Un día antes de la carrera, otros tres concursantes se despidieron del sueño de hacerse con el jugoso premio -algunos porque abandonaron el esfuerzo y otros porque no llegaron-; mientras que una participante más, “Miss Peoria”, tuvo que hacerse a un lado porque no cumplía con el combustible adecuado para librar un trayecto de 2.400 kilómetros.
De esta manera, para la mañana del 16 de agosto, de las 15 aviaciones inscritas, solo quedaban ocho. Y de esta cifra, la mitad eran tripuladas por hombres con una amplia experiencia en vuelo militar. Entonces, ¿qué pudo haber salido mal?
Jack Frost, expiloto del servicio aéreo del Ejército, se puso al control del primer Lockheed Vega, bautizado como “Golden Eagle”, al tiempo que Gordon Scott participó como su navegante. Livingston Irving, por otra parte, buscaba la victoria de la competición montado en un “Pabco Pacific Flyer”; mientras que el veterano de la Segunda Guerra Mundial Bill Erwin iba por el mismo objetivo, solo que piloteando el “Dallas Spirit”.
Otra de las naves preparadas para partir esa nublada mañana de agosto de 1927 era “Aloha”, piloteada por Martín Jensen y el navegante capitán Poul Schlüter. A la lista se suma la aeronave en cabeza de Bennett Griffin y el navegante Al Henley, y “Woolaroc”, al mando de Art Goebel y el navegante Bill Davis.
De lejos, la nave que más se robó las miradas fue ‘Miss Doran’, cuya capitana nominal era Mildred Doran, una maestra norteamericana de 22 años.
Una conquista aérea que terminó en tragedia
Contra todo pronóstico, el día de la anhelada carrera llegó. El 16 de agosto de 1927, la niebla envolvió el aeropuerto de Oakland y, con él, a los ocho pequeños aviones alineados en semicírculo que se preparaban en la cabecera de la pista para surcar los cielos, atravesar el océano Atlántico y llegar hasta Hawái.
Esa era la meta, el objetivo, el anhelo, pero no todos pudieron cumplirlo. “Quince hombres y una niña estaban ocupados en su desvencijada embarcación, atendiendo los detalles de última hora, ajustando motores averiados y los endebles cables de control. Una multitud de 75.000 a 100.000 personas se apiñaron a lo largo de las cercas de madera, la brisa fría no logró amortiguar su ansiosa emoción”, detalló Jane Eshleman Conant, redactora de San Francisco Call-Bulletin, con respecto a los momentos previos al despegue.
En medio de cientos de espectadores, flashes de cámaras y emoción desbordada, los aviones alzaron vuelo alrededor de las 11 de la mañana. Primero lo hizo Oklahoma, piloteado por Bennet Griffin y, después, El Encanto, que se tambaleó en el aire, hundió un ala y giró en tierra debido a la baja carga de combustible. El Golden Eagle también partió de la pista de aterrizaje en un despegue, aparentemente, perfecto. El Miss Doran hizo lo propio y en su ascenso dejó a ver a Mildred saludando por la ventana -más adelante tuvo problemas en el motor, pero en el segundo intento de despegue pudo recuperarse-. Eso dejó a Aloha y Woolaroc, aeronaves que despegaron sin incidentes.
De acuerdo con Pan AM, el Pabco Pacific Flyer, al mando del piloto Livingston Irving, no despegó y, por lo tanto, tuvo que ser devuelto a la línea de salida. Allí, su tripulación trabajó incansablemente para reparar el daño que tenía en el patín de la cola.
Pero, una vez lo volvieron a intentar, el resultado fue peor: terminó atascado. Aunque Dallas Spirit logró despegar, tuvo que regresar a Oakland con la tela arrancada del fuselaje; mientras que Oklahoma abortó su vuelo sobre San Francisco debido a un sobrecalentamiento del motor. Para ese momento, solo cuatro de los ocho aviones originales se dirigían a Hawái: en orden de salida, eran Golden Eagle, Aloha, Woolaroc y Miss Doran.
Un amargo triunfo
26 horas y 17 minutos más tarde de haber alzado vuelo, Art Goebel y el navegante Bill Davis arribaron a Honolulú en Woolaroc para obtener el premio de 25 mil dólares, según la revista especializada Historic Wings. Dos horas después, llegó Aloha con el piloto Martín Jensen y el capitán Schlüter, para reclamar el segundo puesto en la competencia. Su marca fue de 28 horas y 16 minutos.
Las horas pasaron, pero el Golden Eagle y el Miss Doran nunca llegaron. ¿Se habían quedado sin combustible? ¿Se habían estrellado en el horizonte? La revista Honolulú señala que, ante la falta de noticias de las aeronaves, se desplegaron alrededor de 100 sampanes -tipo de buque-, 40 aviones, más de 50 embarcaciones de guerra, embarcaciones comerciales, submarinos e hidroaviones para emprender una búsqueda.
Pese a los esfuerzos, las operaciones coordinadas no dieron resultado. Los aviones no pudieron ser encontrados. La carrera dejó un saldo de 10 muertos.
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