Ella buscaba enriquecerse en Barcelona, pero la pandemia la dejó encerrada en un monoambiente con una pareja que no funcionaba y una ansiedad en escalada...
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1977 parece haber quedado muy lejos en el tiempo. Otro siglo, otras historias, y sin dudas, otras tecnologías. A los hogares, las melodías llegaban a través de las radios, mientras que los amantes de la música cultivaban su colección de discos de vinilo, más usuales que los cassettes, que recién se popularizaron en los años 80. En aquel remoto 77, algunos adquirieron obras como Películas, de La Máquina de Hacer Pájaros, Chico Cósmico, de Raúl Porchetto, o A 18´ del sol, de Spinetta. Pero también estaban aquellos otros que sumaron a sus bateas obras internacionales como The Stranger, del aclamado músico y cantautor Billy Joel.
Casi dos décadas después, en el año 1995, un niña llamada Romina llegó al mundo. Al límite de dejar de ser millenial (se suele decir que estos son los nacidos entre 1980 y 1995), para su generación, The Stranger era un disco perdido en el tiempo, y uno de sus temas, Vienna, una melodía casi extraña en un fin de siglo dominado por el creciente auge de la música electrónica.
Cuando Romina cumplió 15, Baby, de Justin Bieber se escuchaba en cada fiesta adolescente, a sus 20, Taylor Swift resonaba con fuerza, y a sus 25, en el año en que la pandemia azotó al mundo, el reggaeton parecía brotar de cada esquina y Dua Lipa triunfaba a nivel internacional. ¿Cómo podía Vienna, un tema de más de cuatro décadas, convertirse en una canción disruptiva para una joven argentina?
Pero así sucede a veces con ciertas obras: trascienden el tiempo y sobrevuelan las generaciones hasta ingresar a los corazones que deben alcanzar para transformarlos, salvarlos, y en muchas ocasiones, para decir: “no estás solo”.
Encerrada con una pareja que no funciona, en un monoambiente y en tierra extranjera
Antes de que Vienna ingresara en el mundo de Romina, su vida estaba revolucionada. Apenas unos meses antes había decidido vivir una experiencia diferente en el exterior junto a su pareja. Tras la búsqueda de nuevos conocimientos e intercambios culturales, voló a Barcelona a realizar un máster, pero absolutamente nada salió como lo había esperado.
Cuando la cuarentena confinó al mundo, los sueños de Romina cayeron a pedazos. El estudio presencial se transformó en clases online, y la socialización y enriquecimiento cultural se transformaron en un abismo: lejos de su tierra, la joven ingeniera había quedado encerrada en un monoambiente junto a su pareja y un sinfín de interrogantes sin respuestas. En una espiral descendente, la ansiedad que la acompañaba desde pequeña escaló, mientras las preguntas: ¿Cómo quiero vivir? ¿Qué me gustaría hacer? ¿A dónde quiero llegar?, la atormentaban.
Y justo entonces, cuando también fue evidente que su pareja ya no funcionaba y nada parecía tener retorno, una melodía transformó la vida de Romina de maneras inimaginables.
- Solés decir que Vienna, de Billy Joel, te rescató. ¿Cómo describirías tu vida cuando te encontraste con la canción y qué provocó en vos?
Estaba acelerada, corriendo una carrera contra reloj. Mi vida era como estar corriendo sin movimiento. Me sentía sola, en la imposibilidad de pedir ayuda, porque el perfeccionismo me atravesaba todo el tiempo, como lo hizo durante toda mi vida. Una vida que la transcurrí peleando batallas sin saber por qué y queriendo terminar siempre “cosas” sin disfrutar de los procesos, simplemente por tener el objetivo resuelto, pero sin querer involucrarme realmente en ellos.
Un día mi amiga, Agus, me comparte Vienna. Me dijo que Buenos Aires me esperaba, que en algún momento iba a volver y que “este tema sos vos”. En ese instante, al escuchar Vienna, comencé a llorar desconsoladamente. El tema me permitió ponerle palabras a todas mis ansiedades, temores y corridas.
Sentí un nudo en la garganta, angustia, sensibilización a la vez que sensación de paz y tranquilidad. Me sentí atravesada por el tema sintiendo a su vez que “hay luz al final del túnel”. Me habilitó a pedir ayuda, a rodearme de comunidad, a conversar sobre mis carreras interminables y a resignificar el concepto de hogar asociado a mi entorno, a mi Buenos Aires.
A partir de entonces fue mi ancla todos los días siguientes, cuando no veía para dónde seguir. Sentía que alguien me recitaba el tema al oído, una y otra vez. Al poco tiempo, decidí separarme y volverme en un vuelo de expatriada a la Argentina, tras terminar mis estudios allá. La canción me genera angustia y liberación a la vez. Me recuerda que no estoy sola y me ayuda a calmar mi alma voraz e insegura.
-Pasaron dos años desde que Vienna llegó a tu vida. ¿Cómo te sentís hoy y qué rol cumple esta melodía actualmente?
Bienestar, equilibrio, balance, felicidad, todos estos términos para mí son una elección diaria por lo que, muchas de las acciones o pensamientos un tanto destructivos que me atravesaban antes de la llegada de la canción, aún suceden, pero lo que cambió es un clic interno mío asociado a una apertura de consciencia y mayor aceptación de mí misma. Me sacó de la idea de perfeccionismo constante y me permitió observarme desde afuera. Fue un anclaje. Cuando todo lo asociado a mi perfeccionismo, existencialismo, objetivos en la vida, regresa en forma de ansiedad, vuelvo a la canción. La canción pasó a ser un eje, un faro para mí. Un ancla que me recuerda todo eso que ya sé pero que a veces, en el andar diario, olvido.
Vienna me brindó perspectiva sobre mí misma. Ver mis corridas y aceleres y hacerme la pregunta: ¿Para qué corro? ¿A dónde corro? Soy joven. Hay más tiempo que vida. Disfruta el proceso.
*Un libro o una canción pueden transformar tu vida para siempre. Este espacio es para compartir testimonios donde la música o la literatura fueron claves para superar momentos críticos de la vida; asimismo, busca nutrirnos de letras y melodías de todos los tiempos. Si tenés una canción o un libro que sentís te salvó/cambió la vida y querés compartir tu historia, podés escribir a letraymusicaparaelalma@gmail.com
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