La biblioteca del futuro ya nació y se llama Oodi
Oodi es lo que tú quieres que sea. La revolucionaria biblioteca de Helsinki abrió sus puertas en diciembre de 2018 como culminación de los festejos por el centenario de la independencia de Finlandia (1917) y no parece que esa frase que figura en su sitio web haya sido un mero mensaje marketinero.
Allí la gente hace lo que le viene en gana. Se tira en comodísimos sillones, en el suelo o sobre alfombras diseñadas por reconocidos artistas. Pinta, cose, toca el violonchelo, hace bricolaje, juega con los niños, cambia los pañales de sus bebes, festeja cumpleaños, reproduce objetos en impresoras 3D, graba canciones, hace reclamos o plantea sugerencias a las autoridades locales… Ah, y también lee o estudia.
La flamante biblioteca Oodi (nombre que le pusieron los ciudadanos en una encuesta y que en finés quiere decir oda) es un gran living room (y así lo promocionan) al quelos finlandeses –insuperables en su dinámica colectiva, pero individualmente acosados por la soledad – toman por un escenario de sociabilidad donde al menos, si no hablan entre sí, se sienten acompañados.
Reúnete con amigos, desarrolla tu arte, lee, descansa…ven con tu familia, reserva un espacio para encuentros o pasa un día de trabajo en un ambiente relajado. Incluso puedes celebrar tu propio evento en Oodi. Pero, ¿cómo funciona una biblioteca que le propone semejante menú a los ciudadanos?
Todos sabemos que las bibliotecas aspiran a ir liberándose de aquel ambiente en el que reinaba el silencio y los lectores apenas se movían en los pupitres en los que leían. Sin embargo, ¿tanto convite al ejercicio de la libertad no termina produciendo excesos?
La respuesta viene de la mano de la directora de la nueva biblioteca, Anna-Maria Soininvaara. Todo lo que aquí llevamos adelante fue diseñado a partir de lo que querían los ciudadanos. Les hemos consultado hasta los detalles más pequeños. Responder a lo que pedían ha sido la llave de la armonía en el uso de la biblioteca.
Un edificio funcional
El propósito de convertir a la biblioteca central de la impresionante red de bibliotecas de Helsinki en un espacio de encuentro y sociabilidad ciudadana requería de un edificio que sirviera a esos fines. Un concurso internacional anónimo convocado en 2012 reunió 544 participantes. En junio de 2013, se consagró ganador el estudio local ALA. La construcción comenzó en mayo de 2015 y costó 100 millones de euros.
Nuestro objetivo era crear un espacio público novedoso en el centro de la ciudad, afirma el arquitecto Niklas Mahlberg, responsable de la firma ALA Architects en la fase de implementación.
En Helsinki, la amplitud de luz natural varía de tan solo 5 horas y 49 minutos en invierno a 18 horas y 56 minutos en verano. La luz es, pues, un elemento gravitante a la hora de diseñar un edificio.
Es un gran living room donde los finlandeses –acosados por la soledad– toman por escenario de sociabilidad y se sienten acompañados
En la estructura, son los inmensos vidrios los que presentaron el mayor desafío. Son muy grandes, curvos, doblados y laminados. Debieron ser diseñados para acompañar las ondulaciones de techos y piso. Los que más llaman la atención son aquellos en los que se imprimió un patrón de puntos blancos para disminuir el resplandor y el calor excesivo durante el verano, lo que produce una imagen abstracta de copos de nieve.
La planta baja, inmensa y libre, es absolutamente transparente, con vistas amplísimas a través de enormes ventanales con escasos soportes metálicos. La segunda planta ofrece lugares específicos algo más privados. Y en la tercera planta, llamada El paraíso de los libros, es como estar en las nubes, con vistas panorámicas a otros edificios públicos como el Museo de Arte Contemporáneo Kiasma, el Helsinki Music Centre, el Finland Hall y la sede multimediática llamada Casa Sanoma.
Pero acaso el vecino (están exactamente enfrentados) más importante sea la sede del Parlamento de Finlandia. Aunque tal vez no sea importante la palabra que lo define. Es la otra institución democrática, la sociedad civil ve al Parlamento en el mismo nivel.
Agua y libros
El resultado de una encuesta (los finlandeses son 5,5 millones) determinó que el servicio público más valorado por la ciudadanía es el de la red de agua potable, e inmediatamente después se ubica la red de bibliotecas. No es extraño en el país más alfabetizado del mundo, donde en promedio cada finlandés lee 48 libros al año, 17 de ellos por placer. Doce libros al año de los que leen los finlandeses son préstamos de la red.
Una nueva Ley de Bibliotecas Públicas en Finlandia (sancionada en 2016) menciona, además de las misiones tradicionales, actividades recreativas y cívicas, y habla de promover el diálogo social y cultural, además de, por ejemplo, responsabilidades en el desarrollo nacional. La misma norma menciona que las bibliotecas públicas (en el país hay unas 8 mil) deberán tener instalaciones adecuadas, equipamiento moderno y personal suficiente y competente a su disposición.
–¿Cuánta gente trabaja en la Oodi?
–54 personas.
–¿Y personal de maestranza y seguridad?
–Están incluidas en las 54.
Anna-Maria Soininvaara, la directora de la revolucionaria y espectacular biblioteca que es Oodi, no tiene despacho. La charla tiene lugar en la planta baja a la vista de usuarios y visitantes.
Hay espacios cerrados por paredes de vidrio con pantallas y computadoras, donde los jóvenes se entretienen con videojuegos
De los 17 mil metros cuadrados del edificio apenas 200 están destinados a la oficina que nuestra entrevistada comparte con otras compañeras y compañeros. Los 54 agentes deben dividirse en turnos, habida cuenta de que la biblioteca permanece abierta de lunes a viernes de 8 a 22 y sábados y domingos de 10 a 20. Es decir que a un tiempo hay aproximadamente 15 empleados.
Con zapatos, no
Caminamos y recorremos cada esquina, cada espacio. En el Paraíso de los libros, papás y mamás con niños muy pequeños juegan descalzos sobre las ocho alfombras grandes creadas por los diseñadores finlandeses Laura Merz, Aamu Song, Johan Olin, Marika Maijala, Piia Keto, Matti Pikkujämsä, Sakke Yrjölä y Jenni Rope. Están hechas a mano en el norte de la India, respetando tradiciones artesanales de siglos de antigüedad.
Cada alfombra representa a un clásico de la literatura finlandesa, desde Minna Canth hasta Aleksis Kivi y desde Mika Waltari hasta Tove Jansson. Están en la segunda planta y, por tener libros en estanterías, podríamos decir que es el espacio que se parece más a una biblioteca convencional.
La dedicada a Aleksis Kivi, considerado uno de los más célebres autores finlandeses, es la más llamativa. Se basa en el cuarto en el que murió el escritor en Tuusula (sur de Finlandia) a los 38 años, alienado por el alcohol y pobre de solemnidad. La alfombra es del real tamaño de ese cuarto, se dibujan en ella exactamente los muebles que había y aparecen el hermano de Kivi, su cuñada y sus cuatro hijos, que eran los propietarios de la casa.
Subimos otro piso. Hay máquinas de coser y de bordar. Desde la biblioteca central vimos que a la gente le gustaban mucho estos equipos. Los apartamentos en Helsinki no son muy grandes y no es usual tener un equipo grande que, por otra parte, no se necesita tan a menudo. Aquí se pueden compartir con otros. Y además, pueden aprender a usarlos. También hay cortadoras láser, impresoras, equipos de grabación, instrumentos musicales, herramientas para bricolaje…
Personas mayores –algunas muy mayores– conviven en un espacio –eso sí, enorme– con niños, jóvenes y adultos, cada uno dedicado a lo suyo… o simplemente dedicados a nada.
Los más difíciles de convocar son los adolescentes, afirma Soininvaara cuando le preguntamos a qué sector social les cuesta más atraer a la biblioteca. Tal vez por eso hay grandes espacios cerrados por paredes de vidrio en los que hay pantallas y computadoras, donde los jóvenes se entretienen con videojuegos. La inmigración, un tema presente en los países nórdicos, también tiene su lugar con los llamados cafés de idiomas, donde se enseña el finés, además de disponer de colecciones en 17 idiomas.
Pasamos por un estudio de grabación, por un espacio usado por la Unión Europea para temas de su competencia y por un ambiente en el que los ciudadanos dejan ideas, sugerencias o quejas a las autoridades de Helsinki, que escritas en papeles y dispuestas en un mural quedan a la vista de todos. Hay allí una funcionaria que es la que atiende los reclamos y, si está a su alcance, responde inquietudes. Más allá, un auditorio, en el que se desarrolla un seminario. Para usarlo, lo único que hace falta es reservarlo.
Pero como dijimos, Oodi es una biblioteca. Tiene 100 mil libros para prestar, material para todas las edades y la colección de partituras más completa en la red pública.
En el Paraíso de los libros se encuentra el Rainbow Shelf, con libros de ficción y no ficción, cómics y películas sobre minorías sexuales y temáticas de género. ¡Ah!.... y tiene ámbitos donde se lee sin que el ruido, la música o las conversaciones interrumpan la lectura, tal como eran las bibliotecas del pasado.
Para responder qué es lo que la gente realmente utiliza de lo que ellos planificaron, la directora de la Oodi no duda: ¡La gente usa todo! Y sobre cómo se comporta el edificio fue directa: salvo un problema con el sistema eléctrico que debemos resolver, todo funciona a la perfección.
En medio de la charla nos sorpendió un carrito que, autopropulsado y conteniendo libros, iba hacia un sector de estanterías en El paraíso de los libros. Se trataba de Veera, uno de los tres robots (los otros son Tatu y Patu) que cumplían con su trabajo de llevar y traer libros a sus correspondientes lugares o guiar a los lectores hacia donde estos se encuentran. Como cada decisión tomada en el lugar, a los tres los bautizó la gente a través de una consulta en las redes. Las devoluciones de los libros también son concretadas por medio de estaciones de autoservicio digitales.
Sin exclusiones
Anna-Maria Soininvaara sube con nosotros la escalera principal del edificio, que en sus circulares paredes negras espiraladas muestra palabras sueltas hacia el espacio interior. ¿Qué es eso?
Se trata de la obra del artista finlandés Otto Karvonen, que tuvo la ocurrencia de escribir nombres de grupos humanos a quienes se dedicaba la nueva biblioteca. De hecho, la obra se llama Dedicatoria. Los nombres salieron de encuestas hechas por internet. Quien lo quisiera podía sumar el grupo que deseara.
De esa manera, quedaron escritas más de de 380 dedicatorias. La primera palabra, en el extremo de arriba, es todos. Pero hay dedicatorias interesantes: anarquistas, mendigos, suicidas, presos, delincuentes, gente loca, bisexuales, amantes de los perros, ateos... Todos son todos.
Antes de dejar la Oodi pusimos en manos de su directora varios volúmenes editados por nuestra Biblioteca Nacional. Y de paso le preguntamos qué recomendación les daría a las autoridades argentinas para mejorar el rol social de las bibliotecas públicas. Las seis palabras de su respuesta sonaron como una interpelación revolucionaria: pregunten a los usuarios qué quieren.
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