La belleza más cara del mundo
En Suiza, la exclusiva clínica La Prairie no sólo ofrece tratamientos cosméticos a precios galácticos, sino también un laboratorio que aspira a la eterna juventud
MONTREAUX.- Nadia Kalinina es rusa, tiene 47 años y estaba muy deprimida. Para levantar el ánimo, recuperar la forma y, sobre todo, verse más joven, reservó dos semanas en la clínica suiza La Prairie, según el ranking de la revista Travel & Leisure, el mejor spa del mundo.
Aunque está envuelta en un tapado de leopardo largo hasta los pies, se ve que Nadia lleva una remera blanca con lentejuelas plateadas y bordados fucsias, pantalones bien calzados y tacos altos. Altísimos. “Le dije a mi marido que estaba muy cansada, que necesitaba relajarme y ocuparme de mí, sólo de mí.” El casi no la escuchó, pero asintió. Es que tiene mucho trabajo, es dueño de una compañía transportadora y debe administrar más de veinte barcos de carga que viajan desde Londres hacia el mundo.
Igual que Nadia, caminan en espesas batas de toalla por los pasillos de La Prairie una princesa de Qatar, un hombre de negocios saudita y otros multimillonarios con unos kilos de más, presidentes de varios países, la joven gerente de una importante compañía aérea de Singapur, algunos actores.En los pasillos de La Prairie está bien visto no preguntar apellidos, ni preguntar nada demasiado en particular. En los pasillos de La Prairie impera la religión de la reserva absoluta. Por política de la empresa, no se dice quiénes estuvieron hospedados a menos, claro está, que hayan pasado a mejor vida. Por eso sabemos que la visitaron el papa Pío XII, Konrad Adenauer, Charles Chaplin, Marlene Dietrich.“
El secreto de Suiza es la discreción, por eso no contamos quién vino, no queremos hacer publicidad con los famosos”, afirma convencida Nicole Hungerkamp, la alemana alta, elegante, rubia y muy ejecutiva que no necesita mucho más que una mirada para dirigir la división de Hotelería de la clínica.
Oficialmente no se dice, pero todo se sabe y suenan claramente nombres como Michael Jackson, Mike Jagger, Maradona y, por lo menos, una docena de políticos argentinos de primera línea que, siempre según rumores, podrían ser desde Menem y Duhalde hasta Kohan y Manzano.
Con su timidez a cuestas, la frente lisa como una pista de aterrizaje y una sonrisa de 15 años, Nadia Kalinina probó varios tratamientos. “La primera semana me puse bótox en el ceño, en los labios, en el contorno de los ojos, en la frente”, dice mientras toma un trago largo de la bebida más consumida en La Prairie, agua mineral. Acaso sea pura coincidencia, pero es gratis.
Bótox. Nunca escuché tantas veces esa palabra. La toxina botulínica es una proteína de origen biológico que se inyecta e impide la contracción del músculo y plancha las arrugas. Bótox allí, bótox por aquí. “¿No te pusiste bótox?” Eh... no, ¿hice algo malo?“
La mayoría de mis pacientes busca belleza y yo se la doy. Para mí, una cara es una obra de arte. La veo y enseguida pienso en colores, en formas, en cómo podría mejorarla, reinventarla”, dice la doctora
Azita Davis, con sus ojos grandes y negros haciendo un paneo tan afinado sobre mi cara que me dan ganas de salir corriendo.Azita Davis tiene una polera oscura, ambo blanco y aros de perlas. “Soy de gustos caros, pero discretos. Uso perlas, no diamantes de cinco kilates, aunque cuesten lo mismo. Así me gustan los rostros: lindos, pero discretos. Prefiero que mis clientes lleguen a su casa y la gente les diga, estás cambiada, te veo bien, y no crear monstruos que caminen por el mundo”, dice y hace trompita con los labios burlándose de la silicona.
Doctor Davis, como le dicen en la clínica, es persa, pero su familia emigró a Londres cuando era chica. Hoy tiene 35 años, un currículum impecable y una exclusiva clientela que espera meses un turno, que llega en Concorde desde Nueva York, que paga fortunas por sus servicios, por su mirada. “Hace poco vino una señora y me dijo: Hacé lo que quieras con mi cara, y yo le dije: No, tomá este espejo, mirate y decime qué odias de tu cara. Después empezamos a hablar.”
Su paciente más joven tiene 16 años. Es una modelo francesa, “hermosa, pero con labios tan finos que no le llegaban contratos. Luego del relleno de bótox, casi no viene por la cantidad de trabajo”. La paciente más grande tiene 92 y, según Azita, es maravillosa, muy vital.
El bótox es la columna vertebral del BeautyMed, la división de medicina estética de la clínica, que recibe alrededor de 200 pacientes por año. Pero el motor que mueve esta historia es la revitalización, y la palabra clave para abrir el sésamo, extracto.
En Montreux, ciudad donde está la clínica, nadie sabe bien qué se hace en ese moderno edificio de vidrios espejados. De las ovejas, mucho no se habla, pero cada año llegan 1200 pacientes para aplicarse el extracto.
¿Es posible detener el envejecimiento? Aquí entra en escena Niehans (1832-1971), el papá de la criatura. Este médico suizo creía en el principio similia similibus, por el cual un órgano enfermo puede ser regenerado por el mismo órgano tomado de un feto.
Acto seguido, comenzó a administrar a sus pacientes células frescas de órganos de fetos de ovejas. Esto fue en 1931; obviamente, las técnicas se perfeccionaron y hoy ya no se usan células frescas, sino sustancias químicas en solución que evitan complicaciones.“
El sistema inmunológico es como un scrabble, le faltan letras a medida que avanza el juego.
El extracto hace que se reinicie el proceso de división celular, y según los estudios realizados, los ratones a los que se les aplicó viven un 50 por ciento más”, explica el doctor Thierry Wälli, médico jefe, que hace siete años ofreció su cuerpo para experimentar y afirma que hoy, por ejemplo, ya no sufre de migrañas.El extracto de feto de hígado de alguna de las cien ovejas que se alimentan en un campo de la zona se aplica en dos dosis en las nalgas. No tiene efectos secundarios, salvo alguna reacción alérgica suave.
Para Wälli, la ecuación es simple: “No queremos vivir más, queremos vivir mejor, pero no podemos vivir mejor sin vivir más”, sonríe en busca de complicidad.
Cuando se subió a la limousine para ir al aeropuerto, Nadia Kalinina relucía como una muñeca rusa recién hecha. Llevaba puesto un peluche blanco, casi tan blanco como la nieve de Siberia. “Hoy es el cumpleaños de mi marido”, dijo con una sonrisa.
–¿Qué le vas a regalar?Luego de unos segundos, se miró a sí misma y respondió: “Yo soy el regalo. Además... con la cuenta que va a tener que pagar, mejor que no compre nada más”.
Porque en La Prairie, el agua es gratis. Todo lo demás cuesta miles de dólares. Como mínimo.
Texto: Carolina Reymúndez
Vinos y jazz
De modestas dimensiones y elegante perfil, Montreux conquistó a Charles Chaplin y a Freddy Mercury, que ya se ganaron su propia estatua en el paseo de Vevey.Está rodeada de viñedos que se precipitan desde las laderas de las montañas cercanas, muy buenos vinos y la estela del Festival de Jazz, que se celebra cada año. Justo frente a la clínica parte un sendero a orillas del lago, entre flores y frondosa vegetación, que sigue cerca de siete kilómetros hasta el Château Chillon, una antigua fortaleza medieval. Para recorrer, plano en mano, cada recoveco y conocer una historia larga e intrincada.