La bella socialité que escondía un macabro secreto tras las puertas de su mansión
Delphine Lalaurie era una de las figuras más destacadas de la alta sociedad de Nueva Orleans, hasta que un incendio reveló una oscura trama de tortura y asesinatos
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Delphine Lalaurie era bella y acaudalada, y su mansión era el centro de la vida social de la Nueva Orleans de la década de 1830. Pero pocos imaginaban que detrás de esa fachada se escondía una persona capaz de cometer las más atroces torturas y los más crueles asesinatos.
Dentro de su casona, Delphine maltrataba a sus sirvientes hasta el punto de que una de sus esclavas, que estaba encadenada sin poder moverse, prefirió incendiar la propiedad con ella adentro, antes que seguir viviendo ese calvario. Cuando los bomberos llegaron al edificio encontraron decenas de personas maniatadas, colgadas por el cuello y mutiladas.
Si bien la esclavitud fue legal en Estados Unidos hasta 1865, luego de la Guerra de Secesión, hacerle daño a los esclavos no estaba permitido. La revelación de semejante grado de cinismo y de lo que verdaderamente sucedía entre esas cuatro paredes generó una ola de indignación en la ciudad y Delphine debió huir para evitar ser atacada.
La mansión fue testigo de la tortura, y en la actualidad es un recordatorio del maltrato y la maldad hacia los esclavos. Además, durante unos años, la propiedad perteneció a un actor de Hollywood, que se instaló allí con el objetivo de escribir una novela de terror.
Una mujer bien posicionada y tres matrimonios
Delphine Macarty, como era su apellido de soltera, había nacido en 1775 y su ascendencia la enlazaba con nobles españoles y franceses, según el St. Louis Post-Dispatch. La mujer es descrita en numerosas crónicas como bella, bien posicionada y acaudalada.
En el año 1800 se casó con Ramón López y Angullo de Candelaria, un alto oficial militar español de Luisiana, con quien tuvo una hija. El hombre ascendió a cónsul general de España en Luisiana, pero murió meses después en La Habana, Cuba. Tras su fallecimiento, Delphine retornó a Estados Unidos y se hizo cargo de la plantación de caña de azúcar que había heredado. Allí, la mujer tenía decenas de esclavos.
En 1808, Delphine volvió a contraer nupcias con Jean Blanque, quien venía de una familia de banqueros, y con quien tuvo dos hijas más. Ocho años más tarde, el hombre murió y ella consiguió acrecentar aún más su patrimonio, gracias a la herencia. Esto generó que la mujer cobrara cada vez más notoriedad en la clase alta de Nueva Orleans.
En 1825, Delphine se casó por tercera vez, con Nicholas Louis Lalaurie, quien era miembro de la Academia de Ciencias de París. Fue en 1832, cuando Delphine se mudó con su marido a una mansión neoclásica en la intersección de las actuales calles Royal y Governor Nicholls. La propiedad sería testigo de las escenas más terroríficas y espeluznantes vividas jamás imaginadas.
En la casona, Delphine organizaba lujosas fiestas y era el centro de la socialité del lugar. Pero al poco tiempo comenzaron a surgir rumores que indicaban que Delphine y su marido maltrataban a las personas esclavizadas que trabajaban para ellos. Según señala la Universidad de Nueva Orleans, la primera vez que la mujer fue investigada por crueldad hacia sus esclavos fue en 1828, y, si bien no hay registros judiciales que den cuenta de esta investigación, sí se encontró documentación que indica que pagó por servicios legales y vendió a varias esclavos después de la investigación.
Los rumores no dejaban de crecer y cada vez eran más frecuentes las versiones de que Delphine torturaba a sus esclavos. Incluso, de acuerdo con El País, unos vecinos vieron caer del techo de la casona a una niña de 12 años que estaba siendo perseguida con un látigo por ella.
Hasta que finalmente, el 10 de abril de 1834 salió todo a la luz, gracias a un incendio. El fuego comenzó a las 10 de la mañana, momento en el cual los rescatistas se hicieron presentes en la mansión Royal Street.
La escena de crueldad
Según describen los medios de la época, como The Liberator, que retomaba lo publicado en medios más locales, los rescatistas pidieron las llaves de cada espacio, pero Delphine y su marido no estaban dispuestos a dejar ver sus oscuros secretos y les negaron el pedido, en medio de insultos.
Como la situación apremiaba, a los bomberos no les quedó más opción que forzar y tirara abajo las puertas que llevaban a las habitaciones. En cada cuarto al que entraban, los rescatistas comenzaron a advertir “escenas de crueldad” y no podían evitar entrar en cólera. En una de las habitaciones encontraron a alrededor de siete esclavos mutilados y colgados del cuello, “con las extremidades aparentemente estiradas y desgarradas de un extremo al otro”.
Cuando las autoridades llegaron a la cocina, encontraron a “una mujer negra encadenada cubierta de moretones y heridas producto de varias palizas”, de acuerdo con una crónica de The New Orleans Bee, que fue replicada en numerosos diarios de la época.
Al descubrir semejante escena de crueldad, las autoridades ordenaron a Lalaurie que abriera todas las puertas de la mansión.
En otra habitación, encontraron a un hombre de 60 años encadenado por los tobillos y las muñecas al piso. Su cabeza parecía haber sido machacada hasta quedar completamente rota y “había gusanos dándose un festín con su cerebro”, según describieron las crónicas de la época. Asimismo, en la planta baja descubrieron a dos esclavos más encadenados y en una situación deplorable.
En los pisos superiores y en el desván, había cuatro personas más, también encadenadas y tan débiles que no podían caminar. Tenían moretones y llagas en todo su cuerpo. Uno de los esclavos jóvenes llegó a contar que había sido encadenado durante cinco meses durante los cuales le habían dado solamente “un puñado de comida” y cada mañana recibía “un tratamiento de lo más cruel”. En otra de los artículos de la época, explicaban que a uno de los esclavos le habían arrancado los dientes para que tuviera un aspecto “menos demoníaco para su ama”.
Los esclavos habían estado confinados en esa situación durante meses, hasta que fueron rescatados casi de “casualidad”. La principal sospecha era que el incendio había sido provocado por uno de los esclavos, con el objetivo de librarse del infierno al que era sometido.
Agitación popular
La indignación pública crecía a medida que se conocían las dolorosas experiencias a las que Lalaurie había sometido a los esclavos. En cuanto los vecinos del lugar conocieron “las atrocidades bárbaras y diabólicas cometidas por madame Lalaurie” sobre sus esclavos, estallaron en furia. Rápidamente se generó un motín que duró casi dos días. Incluso, debieron intervenir las autoridades para “poner orden”.
El fuego destruyó parte del edificio y, lo que había quedado fue terminado de destruir por parte de la turba. Los muros que seguían en pie se llenaron de consignas y grafitis en los que el pueblo expresó su indignación y pedía un castigo para la mujer.
El incendio y el motín generaron pérdidas invaluables en la propiedad. La gente ingresaba a la mansión y, de lo enojada que estaba, tiraba los pianos y los armarios desde el altillo hacia la calle, con el fin de destruir todo lo que tuviera que ver con madame Lalaurie. El interés del pueblo por lo que habían sufrido las personas esclavizadas por la mujer era tal, que los medios estimaban que alrededor de 4000 personas habían visitado a los esclavos que se escaparon del infierno y que estaban en la cárcel siendo curados.
Dos de los esclavos que habían sobrevivido al incendio finalmente fallecieron, según informó The Pittsfield Sun, citando a The New Orleans- Advertiser, en tanto que en el jardín de la propiedad, las autoridades desenterraron numerosos cadáveres, entre los que había el cuerpo de un niño.
Tras el escándalo, Delphine y su marido huyeron al lago Pontchartrain y finalmente se mudaron a París, donde se perdió el rastro de ellos. Sin embargo, se sabe que fue en la capital francesa donde la mujer falleció, y se cree que su cuerpo fue devuelto a Nueva Orleans y enterrado en el cementerio de St. Louis.
Qué pasó con la mansión
Entre 1837 y 1838 la casa fue reconstruida y asumió la apariencia que tiene en la actualidad. Continuó funcionando como una residencia privada, y luego también se utilizó como escuela y como un edificio de departamentos.
En 2007, Nicolas Cage adquirió la propiedad y años más tarde confesó al Daily Mail que ese era uno de sus mayores secretos. “La compré pensando que sería un buen lugar para escribir la gran novela de terror estadounidense. No llegué demasiado lejos con la novela”, admitió.
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