La asombrosa mansión de un magnate que cayó en el abandono y fue vendida por cero dólares
La vivienda tiene 55 habitaciones y esconde una trágica historia familiar marcada por el hundimiento del Titanic
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Una mansión abandonada, que está valorada en más de 250 millones de dólares, tiene un sorprendente vínculo con el barco más famoso de todos los tiempo: el Titanic.
Esta enorme propiedad fue construida por Peter Widener, uno de los hombres más ricos del mundo en 1900, y cuenta con un número sorprendente de habitaciones.
Conocida como “el último Versalles americano”, la mansión bautizada como Lynnewood Hall, cuenta con 55 habitaciones y 20 baños. Además tiene una pileta de natación cubierta, un salón con una pista de baile con capacidad para 1000 personas, y su propia galería de arte.
La imponente mansión fue construida en un terreno de 14 hectáreas cerca de la ciudad de Filadelfia, en Estados Unidos, y estuvo diseñada por Horace Trumbauer, un destacado arquitecto norteamericano conocido por diseñar viviendas residenciales para los individuos más acaudalados del país.
Widener, quien hizo gran parte de su fortuna con el transporte público, se retiró de la actividad en Lynnewood Hall para pasar sus últimos años de vida, pero estos no fueron para nada tranquilos.
El fastuoso propietario de la enorme mansión era el inversor del 20% del Titanic. Y se salvó del hundimiento porque declinó ocupar un lugar en el barco debido a su avanzada edad.
Sin embargo, su hijo George, su nuera Eleanor y su nieto Harry, quienes se encontraban en el extranjero en búsqueda de un chef para el nuevo hotel familiar, decidieron volver a casa “con estilo” y abordaron la icónica embarcación que terminó en el fondo del océano.
La tragedia sacudió a Widener porque George y Harry murieron trágicamente cuando el Titanic se hundió. Solo Eleanor sobrevivió.
El anciano murió tres años después del terrible hundimiento, y su hijo menor Joseph, heredó la mansión antes de fallecer en 1943.
Casi una década después, la estrella de la radio Carl McIntire convirtió la casa en una escuela religiosa, pero el establecimiento cerró en 1992 debido a problemas financieros.
Al parecer, McIntire vendió muchos de los muebles y elementos de la casa. Y se limitó a “sellar las zonas dañadas del edificio” en lugar de repararlas.
La Primera Iglesia Coreana de Nueva York compró la propiedad cuatro años después y, en la actualidad, es la propietaria del inmueble. Según los informes de los especialistas, la congregación asiática adquirió la mansión por un valor equivalente a cero dólares.
“Es realmente lamentable que esta mansión, que antes era deseable y emblemática, haya caído en un estado de deterioro tan grande”, aseguró Harry Cherry, agente inmobiliario de Main Line Luxury, al periódico Daily Star.
“Aunque muchas de las creaciones de Horace Trumbauer hayan resistido el paso del tiempo, la ubicación de Lynnewood Hall no es la que buscan las familias adineradas de hoy en día”, lamentó Cherry.
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