La argentina que hizo cumbre
Mercedes Sahores fue la primera mujer argentina en escalar el Everest. Ahora, lejos de los flashes y las sorpresas, esta neuquina de bajo perfil asegura que lo más emocionante no es la cima... sino el regreso
Cuando llegás y ves tantas personas y ves también que todas van a llegar, pensás que no debe de ser tan difícil. Uno lo tiene como muy arriba, como muy difícil, como muy... todo."
-Mercedes: sos la primera argentina que escaló el Everest.
-Yo no lo veo así. Bah, no lo veo como lo ven los demás. Aunque sí, subí el Everest.
Se estruja el labio inferior con sus dedos y en esos 4 segundos de silencio llegamos a la misma conclusión: aún no entendió que es ella la que entró en la historia del montañismo nacional. Tommy Heinrich fue el primer argentino en hacer cumbre en el pico más alto del Himalaya. Sin oxígeno adicional, Heber Orona lo hizo en 1999. Guillermo (Willie) Benegas alcanzó la cima del Everest en 8 oportunidades. Y 2009 es el año en que una mujer llega a lo más alto. Ella.
El 19 de mayo, Mercedes Sahores estaba muy lejos de su casa en Bariloche, y a 8848 metros de altura. Junto a dos norteamericanos y guiada por el andinista argentino Damián Benegas -de gran trayectoria y hermano de Willy-, Teti, como le dicen sus amigos, se convirtió en la primera mujer argentina en llegar a la cumbre del mundo, al pico del Everest.
"Subís con oxígeno, con sherpas [pobladores de la zona], por vía normal, con cuerdas fijas. Es muchísimo más fácil que sin oxígeno, sin sherpas, cargando todo."
La entrevista avanzará a la par de los intentos de Teti por desconocer su gesta, a diferencia de Damián, que la destaca: "Trabajo hace 20 años en esto y con Mercedes escalé bastante el año pasado y éste. Le tenía fe; quizá no toda la experiencia que se necesitaba, pero con nuestro apoyo iba a andar todo bien. Sabía que iba a ser la primera".
-Te ibas a Perú y terminaste en el Tíbet...
-El año pasado, luego de que me bocharon en el curso de guía de montaña en Bariloche, armé la mochila y me fui con una amiga a Mendoza y, luego, a Bolivia. Llegamos a hacer nuestro primer 5000 [metros] juntas. Estuvo increíble. Este año íbamos a hacer Perú, en mayo. Me iba a anotar de vuelta en el curso, pero cinco días antes salió lo del Everest, y yo estoy abierta a las oportunidades, así que fui.
-¿Habías soñado con el Everest?
-Jamás. Todo lo que leí y vi era sobre accidentes allá. Nunca me había tentado. Si algún día me iba para el lado de Nepal sería para escalar el Cho Oyu [montaña del Himalaya, de 8201 msnm], pero igual no lo veía ni cerca aún. Entonces Damián me invitó; me dijo que iría con su hermano. El tema que no me cerraba era que me invitaba a ir hasta el Campamento Tres.
-¿A la cumbre no estabas invitada?
-Eso pensé: ¿cómo es?, ¿ellos van de escaladores y yo de turista? ¡No! Días después volvimos a hablar y, por primera vez, aparecí yo en la cumbre, cuando Damián me dijo que le iba a encantar estar allí con su hermano y conmigo. No lo dudé, llamé a mis viejos a casa, en Neuquén, y le dije a mi mamá que iba al Everest.
La expedición duró 2 meses. El 16 de mayo, la ventana de buen tiempo y Damián le dijeron a Teti que preparara todo, porque en dos días emprenderían el último ascenso, directo al cielo. A las 21.30 del 18 de mayo comenzó la hilera de linternas que paso a paso buscaría la cumbre. La que lograron 12 horas después, con 37° bajo cero.
-En un viaje convencional se disfruta el trayecto. El escalar, ¿tiene la frustración latente? ¿El Everest es Everest sólo si llegás a la cima?
-No. Damián siempre dice: "Lo que importa es el proceso y no la cumbre"; aunque para mí la cumbre sí importaba [se ríe]. Porque cuando me dijo de ir al Campamento Tres le dije que no, y cuando nombró la cumbre acepté. El proceso es muy importante: si tengo a un amigo que está sufriendo y tiene que bajar, bajo con él.
Damián de aquí, Damián de allá. Ella tiene 34 años. Cuando se le pregunta si son pareja balbucea y quien gana la pulseada es la hilaridad. ¿El? Tiene 40 y ensaya respuestas pueriles: "Somos buenos amigos". Huele a noviazgo adolescente.
-¿Dónde miraste primero?, ¿hacia arriba o hacia abajo?
-Para abajo: era increíble la vista. Yo le dije a mi familia, desde ahí, que era un día de sol, y cuando vi los videos... ¡estaba renublado! Parece que para mí estaba el sol igual. Me emocionó la cumbre, pero más cuando bajé. En el blog tenía más de 200 mensajes de gente que no me conocía. Haber generado esa emoción en ellos me puso la piel de gallina; eso es lo que más me quedó.
-¿Y ahora qué? ¿Llegaste a tu techo?
-No, estoy en una base terrible.
-¿El Everest es tu base?
-Es que no es el Everest, es el mundo de la montaña, en el que soy bastante nueva. Hice el curso de guía y no lo aprobé; eso prueba que me falta. Creo que nunca voy a terminar, porque siempre te queda una montaña más para escalar, un grado más, una vía más.
-El Aconcagua, ¿lo escalaste?
-[Se encoge de hombros y responde con vergüenza] No...
-Arrancaste por las grandes ligas.
-Ya voy a ir. Me lo ofrecieron el año pasado, pero era para Navidad, y prefería estar en casa, con la familia.
-En el 2010, ¿le juego al 8848 otra vez?
-No, no creo.
-¿Sin oxígeno?
-No, no me da ni ahí. ¡Heber [Orona], te admiro!
-¿Qué pasará cuando el cuerpo no pueda seguirte en tus hazañas?
-Haré mi doctorado (es bióloga, trabajó en estudios sobre el cóndor andino y como asistente de campo para investigaciones del Conicet y universidades). Me dedicaré al conservacionismo, algo de la biología que me tenga sentada. Hoy, estar adentro un día de sol es imposible porque salgo a correr, a andar en bicicleta, a remar, a escalar.
-¿Nunca una tarde de tele y galletitas?
-No, lo odio. A Damián le encanta mirar videos de escalada, esquí... Hasta vio Happy Feet allá. Me decía si no podía ver algo. Y no, yo quería hacer algo productivo.
Damián: -La pelea se da cuando descanso; a mí me encanta sentarme, ver películas y no hacer nada. Ella tiene que estar constantemente haciendo algo. Donde mejor nos llevamos es en la montaña. La idea es seguir escalando juntos.
-¿En qué otra cosa fuiste la primera?
-Si este año no apruebo la cuña, puede que sea la primera persona que no pasa el nivel 3 de Asociación Argentina de Instructores de Esquí y Snowboard (Aadides).
-¿No te sale?
-No, ya me bocharon 3 veces.
¿Quién es?
De los 34 años vividos, los mejores los pasó en las alturas. Mercedes Sahores nació en Neuquén, pero hace siete años fijó residencia en Bariloche; la montaña es el lugar que siente como propio. Es licenciada en Biología –trabajó en el Proyecto de Conservación del Cóndor Andino– y antes de que su nombre se asociara con el Everest se destacó en competencias deportivas, en carreras de aventura. Ganó el Tetratlón Catedral del año pasado, el Open Internacional de Esquí de Montaña en Bariloche y venció varias veces en el Tetratlón de Chapelco.
En 2008 escaló en Mendoza y en Bolivia, y en 2009 se sumó a los grandes del montañismo, cuando el pasado 19 de mayo hizo cumbre en el Everest, junto a Damián y Willy Benegas, Eugene Rehfeld y Johnny Collinson.