La española Esther Paniagua advirtió sobre este tema y se refirió a los problemas que presenta la red de computadoras interconectadas a nivel mundial
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“Error 404″: ese es el mensaje que vemos en la pantalla cuando un dispositivo no es capaz de conectarse a un sitio de internet, bien porque este desapareció del servidor o porque el enlace es incorrecto.
Es también el título del libro de la periodista española especializada en ciencia y tecnología Esther Paniagua (Madrid, 1986), un ensayo impactante en el que plantea, entre otros asuntos, la posibilidad de que Internet colapse y el caos y el pánico se adueñen del mundo, por que nadie -ni siquiera los gobiernos o los Estados- está preparado para enfrentar el escenario apocalíptico que seguiría.
En ese contexto, lo que la autora busca con su trabajo es precisamente llamar la atención sobre esa aterradora posibilidad antes de que sea demasiado tarde. BBC Mundo habló con Panigua en el marco del Hay Festival Arequipa, que se realiza entre el 3 y el 6 de noviembre en esa ciudad peruana.
—¿De verdad crees posible que Internet colapse un día?
—No es que yo lo crea, que me despierte un día pensando eso. Es una afirmación que viene de la ciencia, que hicieron muchos expertos, entre ellos el filósofo y teórico de la conciencia Dan Dennett, un referente en el campo de la neurociencia, alguien a quien admiro mucho y cuyos libros leí.
A partir de una entrevista en que él le dijo a Toni García, un periodista amigo mío que lo entrevistó, que “Internet se vendrá abajo y viviremos oleadas de pánico mundial”, yo empecé a investigar, y me di cuenta de que aquella frase tenía fundamento.
Empapado del conocimiento de los tecnólogos y otros especialistas que lo rodean, Dennet piensa en las consecuencias sociales que tendría un apagón de internet y en lo que nos llevó a que esas consecuencias sean peores de lo que deberían o podrían ser.
—¿Es entonces una cuestión de tiempo que Internet colapse?
—Yo no diría que es seguro al 100% que Internet colapsará en algún momento y que todo dejará de funcionar, pero creo que es altamente probable. Lo que obviamente no tengo es una fecha, igual que no la tiene nadie. Puede pasar mañana, dentro de cinco años, de diez o nunca, aunque creo que “nunca” es la menos probable de todas las posibilidades.
— Y más allá de lo obvio, ¿qué sucedería si cayera Internet?
—Todo, absolutamente todo depende de Internet y eso hace que sea especialmente vulnerable. Hemos convertido todo en un ordenador: desde las infraestructuras críticas a los hospitales, las administraciones públicas, las universidades, las empresas, nuestros cuerpos, nuestra ropa, nuestros electrodomésticos. La electricidad.
Así que si se cayera, todo dejaría de funcionar, y se produciría además un efecto en cadena, dominó, porque afectaría incluso a servicios que no están conectados a la red. Ya hemos visto simulacros muy reales pero a escala muy pequeñita de lo que podría pasar. Un ciberataque en 2021 contra el principal proveedor de telecomunicaciones de Bélgica dejó K.O. a la mayoría de los servicios gubernamentales, incluidos servicios hospitalarios críticos, el parlamento, las universidades, etcétera. Y eso que solamente duró unas pocas horas.
Los expertos de los servicios de inteligencia aseguran que sería a partir de 48 horas cuando comenzaría a cundir el pánico, cuando la gente empezaría a temer por su supervivencia.
—¿La caída de Internet haría a la gente temer por su supervivencia? ¿No es un poco apocalítico?
—Claro, pero es que entre todo lo que dejaría de funcionar estarían los mercados y los supermercados. Sin internet no podrían facturar, no podrían cobrar más que en efectivo, pero nosotros no podríamos sacar efectivo del banco. Así que aunque los productos estén ahí, no los podríamos comprar. ¿Y qué pasaría si no podemos acceder a alimentos o a medicinas porque no tenemos efectivo? Ni siquiera los expertos en seguridad nacional son conscientes de hasta dónde llegaría ese efecto en cascada.
— Decís en tu libro que podríamos quedarnos sin Internet en menos de 30 minutos.
—Así es. Es algo que descubrí en el proceso de investigación para mi libro. En 1998, un grupo de hackers éticos o hackers buenos, fue llamado a comparecer ante el Senado de Estados Unidos, dada la preocupación que había ya por aquel entonces de que se cayera internet y con él todo el comercio electrónico asociado, que entonces aún era incipiente.
Esos hackers declararon que en 30 minutos eran capaces de derribar toda la red a través de vulnerabilidades en un protocolo base de internet que, por decirlo de manera sencilla, hace que la información fluya de la forma más eficiente posible.
Es como el GPS de Internet, que cuando querés llegar de un punto a otro de la red -por ejemplo, escribiendo el nombre de una web o haciendo clic en algo- decide cuál es la forma más rápida de hacerlo.
Fue precisamente una actualización de ese protocolo lo que, según la versión de Meta, hizo que el 4 de octubre de 2021 se cayeran todos los sistemas de la familia Facebook, desde WhatsApp a Instagram, y solo con eso ya cundió el pánico. Esa es una de las posibles vías de caída de internet, pero no la única.
— Hay muchísimas otras, ¿no?
Cierto. Un ataque contra Google o Amazon, por ejemplo, supondría cargarse la mitad de la red, con las consecuencias que eso tendría para las personas y las empresas que guardan su información en las nubes.
También están nuestros teléfonos, que son además un blanco muy fácil, aunque también duraría poco tiempo, porque las operadoras se darían cuenta y lo resolverían seguramente en un plazo inferior a esos dos días que tenemos de margen previo al desastre, probablemente en cuestión de horas.
O puede ocurrir que un fenómeno de la naturaleza, como una tormenta magnética, haga caer todo. Es algo extremadamente improbable, pero si ocurriera sería nefasto, la caída más catastrófica y más distópica, ya que afectaría no sólo a la red sino a dispositivos como los satélites y otras muchas tecnologías.
— En “Error 404″ hablás también del sistema DNS y contás que está protegido por 14 guardianes, algo que admito que desconocía. ¿Cómo es posible que una red global esté en manos de 14 personas?
—Es una historia de película. El sistema DNS es crucial, es el sistema de nombres de dominios. Lo que hace es traducir los nombres de cada web y asignarles una dirección IP, para permitir que todo lo que está online esté conectado. Sin esa especie de base de datos, aunque las cosas conectadas estén ahí, no podríamos acceder a ellas.
Es tan importante que la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN), un órgano de gobernanza de la red, decidió en 2010 crear una capa de seguridad digital que estuviera protegida por una serie de personas.
Debía de ser un grupo de tamaño razonable: ni muchas personas, para evitar la dispersión, ni demasiado pocas, para evitar que pudieran ponerse de acuerdo entre ellas para atacarlo. Al final, decidieron que fuera 14, siete y siete, porque hay un sistema de protección en la costa este de Estados Unidos y otro en la costa oeste.
Los guardianes se juntan cada seis meses para ir actualizando el sistema DNS y renovar las claves digitales. Cada uno tiene una llave física asociada a las capas de protección digital y la tiene que llevar cuando se reúnen. Todo esto lo sé porque pude entrevistar a uno de ellos.
— Otra posibilidad que mencionas es que sean los propios gobiernos los que decidan apagar internet…
—Exacto. Es un hecho, no es una posibilidad. El mayor caso que cito en el libro es el de India, que apagó internet durante siete meses.
Y aunque el gobierno lo hizo adrede para ver qué pasaría y se preparó para ello, fue bastante caótico: afectó a todas las empresas, a los organismos públicos, a la red de comunicaciones, provocó restricciones en la libertad de movimientos, cierre de carreteras y de fábricas, accidentes industriales.
Fue un desastre y, obviamente, hubo pérdidas de miles de millones de euros. Y hay otra cosa en la que seguí profundizando después de publicar el libro en español, que agregué en las traducciones posteriores, que me parece muy preocupante.
— ¿Y cuál es?
—Los cables submarinos. Y esta vía es muy vulnerable. Investigué después de escribir el libro, y así me enteré de que todo Yemen, un país con 30 millones de habitantes, se había quedado sin Internet en 2020 a raíz de un fallo en un cable submarino provocado por el ancla de un barco (que algunas fuentes atribuyen a los hutíes, un grupo rebelde involucrado en el conflicto yemení).
Ese cable transportaba el 80% del tráfico en Internet del país. El 20% restante va por otro cable. Pero cuando todos esos millones de personas intentaron conectarse a través de ese segundo cable, este colapsó, con lo cual se quedaron todos sin Internet.
Eso nos hace ver la vulnerabilidad de esas infraestructuras físicas. Porque además de un ataque intencionado, esos cables pueden cortarse por error, como de hecho ha sucedido en varias ocasiones.
— Decís que hasta un niño podría llevar a cabo un ciberataque contra Internet.
—Así es. Y esa es otra de las cosas que quería subrayar con este libro: la facilidad, cada vez mayor, de llevar a cabo un ciberataque. Igual que en los comienzos de Internet era muy difícil para un usuario básico crear una web y ahora es facilísimo, antes hacer un ciberataque era muy complicado y ahora es muy sencillo. No se necesitan ni siquiera conocimientos avanzados en informática.
Y además cada vez es más barato, del mismo modo que antes los computadores costaban un riñón y no salían de los centros de investigación y ahora todos en nuestra casa tenemos tres, porque un celular o una tablet también son computadores.
Ya tenemos muchos casos de chicos que incluso sin pretenderlo, jugando, han llevado a cabo ciberataques.
— Y dado que hay tantas formas de apagar Internet y que ello tendría consecuencias funestas, ¿tienen los gobiernos y los Estados algún plan para evitar el caos que conllevaría una caída masiva de la red?
—La respuesta corta es no. No hay ningún plan específico para internet. Las teleoperadoras están obligadas a tener planes por si hay caídas, y se confía en que esas empresas estén haciendo su trabajo. Y Red Eléctrica (la empresa estatal española responsable de las redes de transmisión de energía) también cuenta con protocolos de actuación en caso de apagón.
Pero a nivel gubernamental no hay nada. Si hay una caída de internet habrá que ver por ejemplo cómo se organiza a la gente.
Ese es uno de los principales temores de Daniel Dennett, quien dice que no tenemos botes salvavidas. Antiguamente, cuando pasaba algo grave, la gente se reunía en las iglesias y allí se organizaba. ¿Hoy a dónde vamos? ¿Al ayuntamiento? ¿A la biblioteca?
La sociedad cada vez está más fragmentada, más polarizada y más individualizada. Y el estar así, separados los unos de los otros, puede hacer que las consecuencias de un evento como la caída de internet sean aún peores.
— Tu libro también repasa las grandes decepciones que supuso internet, que ha hecho aumentar las desigualdades, la desinformación, el discurso del odio, la manipulación, el control. ¿Aún estamos a tiempo de reinventar Internet y que sea una red de conocimiento, de solidaridad y de ayuda mutua como soñábamos en sus orígenes?
—Más que de reinventarlo, estamos a tiempo de empezar a gobernarlo adecuadamente para que se convierta en eso que queríamos que fuera y, si no, para que al menos deje de ser el nido de polarización, de manipulación y de vigilancia en el que se ha convertido y dejen de violarse nuestros derechos de forma sistemática.
Al principio, con esa idea utópica, dejamos que internet se comercializara y se convirtiera en lo que es hoy por la ausencia de mecanismos de gobernanza. Y ahora tenemos que solucionarlo poniendo esos mecanismos.
Una propuesta que me parece muy interesante es vincular el comercio digital, la posibilidad de vender y de hacer negocio online, al cumplimiento de las normas de privacidad y ciberseguridad.
El comercio debe estar supeditado a que se cumplan esas obligaciones. Ya tenemos de hecho muchas normas en ese sentido, lo que pasa es que no se cumplen. Y algunas no son lo suficientemente severas.
El comercio de datos personales, por ejemplo, es algo que directamente debería estar prohibido.
Shoshana Zuboff, autora de El capitalismo de la vigilancia, dice que igual que en su día prohibimos el comercio de seres humanos y la esclavitud, porque denigraba a las personas y violaba sus derechos, por el mismo motivo habría que prohibir el comercio de datos personales.
— Si no se hace, ¿cómo podríamos estar en cinco años?
—En una situación en la que los ciudadanos y especialmente las minorías cada vez estén más marginadas y cada vez sean más víctimas de sistemas basados en recopilación de datos que les discriminan por razón de género, de edad y de raza, para que por ejemplo no puedan acceder a determinadas ofertas de empleo, o no sean seleccionados para un empleo, o asciendan menos, o no tengan acceso a un crédito para comprar una vivienda.
Seguirán en aumento las desigualdades sociales, por una parte, y reforzándose los privilegios, por otra. Los ricos serán los únicos que podrán disfrutar de un derecho tan importante como la privacidad.
*Por Irene Hernández Velasco
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