Se llama El Kremlin y está en Villa del Totoral, a 84 kilómetros al norte de la Ciudad de Córdoba; allí el poeta chileno residió una temporada y escribió varias odas; aunque no es una casa-museo, se puede visitar
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El día recién empieza y los primeros rayos de sol se asoman por las dos claraboyas que tiene la habitación. Es una mañana más de calor en Villa del Totoral. Los veranos suelen ser cada vez más intensos en el norte de Córdoba. La luz apenas llega a iluminar parte de la cama y de las hojas que quedaron desordenadas la noche anterior. Un hombre, de unos 54 años, se incorpora, se acomoda en la silla y empieza a escribir.
Se trata de Pablo Neruda, el prestigioso poeta y ganador de un Premio Nobel de Literatura, que eligió este pueblito cordobés, a 84 km hacia el norte de la ciudad de Córdoba, para pasar una temporada. Su amigo Rodolfo Aráoz Alfaro, un prestigioso abogado y miembro del Partido Comunista, lo invitó personalmente a este refugio. El poeta llegó acompañado de su esposa, Matilde Urrutia, y su secretaria personal, Margarita Aguirre, quien terminaría casada con el propio Aráoz Alfaro.
“Rodolfo Aráoz Alfaro tenía 3 debilidades: la cacería, los amigos y las armas. Era un gran anfitrión e invitaba a sus amigos a disfrutar de temporadas en Totoral. Por esa casa, pasaron artistas e intelectuales en cantidad”, contó Candelaria Agrelo, una de las actuales propietarias de la casa que tiene más de 150 años.
Según lo que se dice, por esta casa también pasaron otros personajes como el escritor español Rafael Alberti, el pintor David Alfaro Siqueiros y el escultor español Joan Miró, entre otros. Más allá de estas visitas efímeras, este pueblo también fue elegido por otros ilustres que decidieron dejar sus viviendas como huellas de su paso por este lugar. Hoy son más de 25 y están reunidas en un circuito de casonas históricas del pueblo, entre las que se encuentran, la de Deodoro Roca, la de Octavio Pinto, la de Pedro Luis Cabrera, fundador de la ciudad de Córdoba y el propio Kremlin.
A su aire señorial, Villa del Totoral (o Totoral) le suma sus espacios verdes con su río homónimo como protagonista, que va formando diferentes balnearios como el Municipal, El Vado y El Cajón de Piedra. También su Cerro de la Cruz, donde se pueden conocer algunos vestigios de los comechingones con una caminata sencilla.
Una visita especial
Si bien muchos de los personajes ilustres llegaron como exiliados, se cree que no fue el caso de Neruda, quien habría residido en esta casona desde diciembre de 1955. No existe una precisión exacta del tiempo que estuvo el poeta en este lugar: se estima que unos meses, incluso hay versiones que dan fe que estuvo dos años en Totoral, pero sí se tiene la certeza de que su paso no fue inadvertido. No sólo por el revuelo que generó en el pueblo, sino también por los textos que escribió allí y que hoy forman parte de su legado, como “Oda al albañil tranquilo” y “Oda a un cine de pueblo”.
“Dicen que Neruda pasaba mucho tiempo solo en la casa y que eso le inspiraba a escribir. Una de sus odas la hizo inspirado en un albañil del pueblo, a quien el propio Neruda le encargó construir el pórtico de la casa”, agregó Candelaria.
Como se acercaba la fecha de inauguración de la temporada de verano, el poeta -con autorización del dueño de la casa-, le encargó al albañil Vittorio Zedda cambiar la fachada de la casa. Él mismo la diseñó con un gran arco con dos columnas bien altas que hoy funcionan de hall de entrada. El poeta aprovechó la compañía del albañil para observar detenidamente su trabajo e inspirarse.
“De un lado a otro iba con tranquilas manos el albañil moviendo materiales. Y al fin de la semana, las columnas, el arco, hijos de cal, arena, sabiduría y manos, inauguraron la sencilla firmeza y la frescura. ¡Ay, qué lección me dio con su trabajo el albañil tranquilo!”, escribió Neruda en una de sus odas.
A esa primera reforma de la casa, le siguieron varias más que aún se conservan. Tal es el caso de las tres estufas de la casa estilo fogonero y las dos claraboyas en el techo de la habitación que él ocupaba.
“La habitación está en una parte de la casa que es muy vieja. Allí se refugiaba a escribir y, como tiene techo de madera, hizo hacer dos ventiluces. Apenas sale el sol, la habitación se ilumina por completo”, expresó Candelaria quien suele elegir ese mismo lugar para dormir.
Neruda escribió ocho odas en total durante su paso por Totoral: “Oda a la mariposa”, “Oda a las tormentas de Córdoba”, “Oda al nacimiento de un ciervo”, “Oda al algarrobo muerto”, “Oda al albañil tranquilo”, “Oda a un cine de pueblo”, “Oda a la pantera negra”, “Oda con nostalgias de Chile” y “Oda a un cine de pueblo”. En esta última se inspiró en las noches que pasaba junto a Matilde en el cine independiente que funcionaba en el patio de una casona que pertenecía a Deodoro Roca.
“Hoy El Kremlin no es un museo, pero sí una casa de puertas abiertas. Siempre estamos dispuestos a recibir gente que quiera conocerla. Seríamos muy ingratos si no tratáramos de compartir esta historia con otros”
El Kremlin
Aráoz Alfaro era un gran anfitrión y siempre convocaba tertulias prolongadas donde la política, el arte y la religión eran temas de conversación ferviente. Por esto, y por la presencia de invitados con cierta inclinación política, a la casa la llamaban El Kremlin. Justo enfrente vivían los Rusiñol Frías, una familia ultracatólica y más bien conservadora.
“Eran exactamente lo contrario. En el Kremlin vacacionaban artistas e intelectuales sumamente agnósticos. Y, por el frente, pasaban de visita curas, cardenales, sacerdotes y obispos”, detalló. A esa otra casa, la llamaron el Vaticano.
A pesar de lo que se decía en el pueblo, y de lo que muchos podrían pensar, ambas familias tenían una estrecha relación. Hasta el propio Aráoz Alfaro en su libro El recuerdo y las cárceles (memorias amables), describió: “Siempre ha habido estrechas relaciones entre el Vaticano y el Kremlin. Modelo de tolerancia y comprensión humanas. Las licuadoras se prestan, los quesillos se reparten, los abortos son atendidos con cristiana deferencia, cualquiera sea su origen”.
Una casa de encuentros
Araóz Alfaro murió en Totoral en 1968 y la casa quedó en manos de sus hijos, quienes decidieron comenzar a alquilarla durante las temporadas de verano. Allí fue cuando los Agrelo conocieron por primera vez El Kremlin.
“Mi papá era oriundo de Totoral y sabía la historia que se escondía en esas paredes. Le compró la casa a los hijos que Rodolfo Araóz Alfaro tuvo con Margarita Aguirre, la secretaria privada de Neruda”, contó Candelaria.
Norberto Agrelo era también dirigente político y llegó a ser presidente del Comité Nacional de la Unión de Centro Democrático. Gran admirador de Pablo Neruda, Rafael Alberti y Jorge Luis Borges, también tuvo a la escritura como una de sus pasiones. La propia María Kodama, exesposa del escritor, visitó El Kremlin hace algunos años.
Hoy la casa está en manos de sus cinco hijos -Rodrigo, Norberto, Candelaria, Consuelo y Milagros- quienes no solo la disfrutan junto a sus hijos y nietos, sino que la ponen a disposición para los curiosos que quieran conocerla.
“Hoy El Kremlin no es un museo, pero sí una casa de puertas abiertas. Siempre estamos dispuestos a recibir gente que quiera conocerla. Seríamos muy ingratos si no tratáramos de compartir esta historia con otros”, finalizó Candelaria.
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