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Llegó a su vida en el momento justo e indicado. Con un poco menos de dos meses de vida, pronto se adaptó a la rutina de su nueva compañera de aventuras. Eran las dos muy jóvenes en ese entonces y, aunque no lo sabían, el destino auguraba grandes planes para ellas. “Yo tenía 22 años en ese momento, estaba sin trabajo. Así que eduqué y vi crecer a Popa mientras jugábamos”, recuerda Luciana Doeyo. “A los pocos meses conseguí trabajo y todo cambió para nosotras”.
Como en ese entonces Luciana vivía en Pilar y su trabajo se encontraba ubicado en la ciudad de Buenos Aires, Popa pasaba muchas horas sola. “Rompía cosas, como el sofá cama y todo lo que dejaba sobre el piso. Se me ocurrió pedirle a mi mejor amiga que pasara a jugar un rato con ella todos los días. De a poco fue mejorando pero yo sentía que todavía necesitaba canalizar su energía y, desde luego, tener una rutina más activa”.
“Correr juntas nos dio confianza en el vínculo”
Corría 2012 cuando supo acerca de una propuesta competitiva y lúdica para correr con perros. Sintió que era la oportunidad para continuar afianzando su vínculo con Popa y se animó a inscribirse. “Popita tenía 9 meses de vida en ese momento. Le fue muy bien en esa carrera y seguimos entrenando, generando confianza para correr juntas”.
Luciana conocía el terreno en el que se movía. Como corredora con años de experiencia, había entrenado con diferentes objetivos, formado parte de Ironteam Pilar con Hugo Bressani, el mismo profesor de la maratonista olímpica Daiana Ocampo y, gracias a su disciplina y perseverancia, había logrado completar la mítica carrera El Cruce de 100K 2015 y terminar cuarta en su categoría.
“Estaba muy orgullosa pero también muy cansada. Habían sido meses intensos de dedicación. Pero, al mismo tiempo, quería seguir viajando y participando en eventos, así que me metí en la fotografía y trabajé cubriendo eventos deportivos a los que me acompañaba. Ella disfrutaba cada viaje, cada entrenamiento y cada actividad que le proponía. Corrimos juntas en San Nicolás, Tandil, etc. Siempre en los últimos metros de la llegada, corría con toda fuerza y yo llegaba arrastrada. Eso me impresionaba y me llenaba de orgullo. Mi compañerita era chiquita y poderosa”.
Correr juntas implicaba para Luciana y Popa aprender a comunicarse a través de sensaciones, expresiones, conexión por medio de una correa y, especialmente, de un lenguaje único para ellas. “Popa usaba una correa más larga que la que se emplea tradicionalmente para que pudiéramos movernos con más soltura. Si yo doblaba, ella me seguía. Y cuando quería acelerar el paso le decía: vamos Popa”.
“Aprendió la lengua de señas”
Sin embargo, desde cachorra, Popa aprendió otra forma de comunicación. “Como soy sorda de nacimiento, desde cachorra le enseñé a Popa la lengua de señas. Antes siempre decía las palabras en voz y en lengua de señas, y luego solo con señas. Me entendía, me sorprendió. Después empecé a usar otras señas sin decir nada en voz, y entendía todas. Es maravillosa”.
Popa ya tiene 13 años y ha atravesado algunos problemas de salud. Tiene el intestino delicado y algunos alimentos no le caen bien. Hace unos meses tuvo un problema neurológico y semanas después se recuperó. Ha llevado una vida activa y llena de aventuras. De hecho, desde 2012 participó junto a Luciana de todas las ediciones de DogRun, la carrera que la vio debutar y afianzarse en el deporte.
“Es un evento muy significativo para mi corazón y mis perros (N. de la R.: Popa convive con sus hermanos perros Antón y Eddie). Desde que participamos en 2012 fuimos a todas las ediciones hasta 2017. Cuando faltamos por primera vez fue porque en esa misma semana nació mi hijo. Y el año pasado corrimos con él, fue su primera carrera y le encantó ver miles de perros diferentes”.
La alegría de Popa compromiso y el lazo único que tiene con su familia llevó a Popa a ser elegida embajadora de la carrera este año. Las inscripciones para el evento, que se realizará el 20 de octubre en Palermo, ya están abiertas. “Este año vamos a caminar porque ahora Popa es una señora mayor. Ya no es la misma de antes. Ha perdido un poco de audición pero tenemos la fortuna de poder comunicarnos con señas sin problema. Lo más lindo de todo es que su espíritu alegre y cariñoso sigue intacto”.
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