Definió su vocación a los siete años cuando conoció un secreto familiar. Combinó varias disciplinas hasta dar con una original.
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Quizás fueron las imágenes mentales que construía cada vez que su abuelo materno leía en voz alta un relato de aventuras las que la iniciaron de forma temprana en una suerte de mapas de relaciones que luego retomaría en su vida adulta. Nacida y criada en Ramos Mejía, en la provincia de Buenos Aires, cuando todavía era un pueblo, es la hija mayor de un padre operador de cine y una madre ama de casa. La infancia de Cristina Llaguno (67) fue tranquila, rodeada de afecto y aprendiendo de sus abuelos maternos cómo trabajar la tierra. Ellos tenían una pequeña huerta. En esos tiempos apacibles, simplemente se trataba de amasar, compartir almuerzos de domingo con toda la familia.
“Hoy me doy cuenta de que éramos muy humildes, vivíamos de lo que producíamos y mi abuela y mi madre cosían la ropa para toda la familia. Recién a mis ocho años conocí el primer supermercado que hubo en Ramos y a los cinco vi televisión por primera vez. En casa siempre había libros y mi abuelo fue quien me enseñó a leer hasta que finalmente pude hacerlo sola”.
Historias por contar y por sanar
Siendo una pequeña niña, pronto comprendió que tenía un particular interés por las historias de vida de las personas de la familia. Quería saber de qué países habían emigrado, las historias de amor de cada uno, sus nombres, profesiones y por qué las habían elegido…”Vivía preguntando cosas y tenía un cuaderno donde tomaba mis notas”. Sin embargo, fue a sus siete años, cuando conoció un secreto vinculado a la familia de su padre que pudo definir su vocación. “Me alivió saber de qué se trataba. Aunque lo sentí como una gran injusticia. Fue una herida de la infancia que me marcó durante muchos años, hasta que mucho más adelante pude encontrar paz en mi corazón. Mi padre pudo ser un resentido por el trato recibido en su familia, y sin embargo era un hombre dulce, amoroso, con amigos, que supo construir su familia y disfrutarla”.
Todo eso hizo que Llaguno mirara primero la especialización en Derecho de Familia para tener una profesión. Se recibió en la Universidad de Buenos Aires en la década del ‘80. Trabajó en la Revista Jurídica de Buenos Aires con el Doctor Winizky y en la Procuración General de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires en el área Contratos Administrativos. Esa experiencia la llevó a formar parte, en el primer gobierno democrático, de un grupo de negociadores. Siempre abierta a los nuevos desafíos y luego de haber trabajado varios años como negociadora y mediadora, decidió sumar otro perfil a su profesión.
Con ese espíritu, estudió ocho años psicología en Estados Unidos con Stanislav Grof y posteriormente se recibió de facilitadora en Respiración Holotrópica y Psicología Transpersonal. También cursó cuatro años de psicología en Argentina para luego formarse con Norberto Levy en Autoasistencia Psicológica e Hipnosis Ericksoniana en la Fundación Milton Erickson. Realizó un máster en Psicología Sistémica en la Universidad Multicultural CUDEC. Gracias a esos aprendizajes pudo integrar su segunda formación, la psicología transpersonal y la filosofía de Bert Hellinger, y crear en 2002 una filosofía jurídico-sistémica que ya es conocida, con el nombre de Derecho Sistémico, en diferente países del mundo, comenzando por Argentina.
“No es necesario responder a un rótulo”
Ese año, luego de una crisis profesional, no sabía si era una abogada con conocimientos de psicología o una terapeuta que sabía derecho. “Me di cuenta de que cada uno de nosotros es una gran Y: abogada Y terapeuta Y mediadora Y pareja Y madre, etcétera. Por lo tanto, vamos sumando experiencias y no es necesario responder a un patrón, rótulo o prejuicio ya que hemos de vivir mucho tiempo como para tener varias carreras, estudios, especializaciones”.
Su vida dio un vuelco. Se pudo comprender y comprender las acciones de las personas cercanas. Aprendió a decir “no”, en lugar del “sí” que complace para evitar discusiones y aislamiento. “Hoy puedo decir a otra persona lo que siento, lo que me daña y lo que me gusta, e incorporé como forma de vida los órdenes del amor o leyes para la vida de Hellinger y aplico estos conocimientos a mi vida cotidiana y en todas mis relaciones, con la familia, colegas, alumnos, clientes y consultantes”.
Constelar para sanar
Gracias a sus reflexiones y aprendizajes pudo también entender que, hasta entonces, había vivido respondiendo como oposicionista ante las exigencias de otra persona. “Cuando alguien nos habla de los que deberíamos, tendríamos, necesitaríamos hacer y nos señala con un dedo acusador, inmediatamente la reacción es el no, el oposicionismo, la conducta pasivo-agresiva, la pataleta, el berrinche, el silencio de hielo o la mirada matadora. Son reacciones universales. Es por esto que desde ese lugar no llegaremos a acuerdos, a relaciones que perduren, a experimentar paz. Eso lo aprendí a través de las constelaciones y de vivir en el presente. No hay ningún otro lugar en el que estemos mejor. En el presente me hago cargo de mis decisiones, asumo las consecuencias, no hay excusas ni lamentos, no hay drama. Vivir momento a momento con lo que la vida nos trae y nos muestra es un regalo. Por supuesto que también hay dolor, sufrimiento, pérdidas. Ser consciente de las etapas de duelo, de dejarme acompañar y también acompañar a otras personas en sus procesos es un paso a paso de aprendizaje permanente”.
Según explica Llaguno, las constelaciones son una filosofía para la vida, complementaria a la medicina o psiquiatría; “cuando sufrimos una situación traumática tenemos dos opciones sanas para responder: luchamos o huimos. Sin embargo, la mayoría de las personas nos quedamos congeladas y emocionalmente no podemos responder a lo que nos ocurre. Esto con el transcurso del tiempo nos genera bloqueos para realizar determinadas cuestiones, por ejemplo, desarrollarnos en el trabajo, tener pareja, hijos, ganar dinero o elegir una profesión. Todo eso impacta sobre la salud y en las relaciones”.
Una constelación es una imagen inconsciente que se puede representar en el “aquí y ahora” del propio espacio. Se puede traer esa imagen del inconsciente al espacio físico con ayuda de personas llamados representantes o con unos pequeños bloques de madera que se utilizan en sesiones individuales. Una vez que se ve lo que bloquea, la situación se puede destrabar y eso conduce a una mejoría de la persona. Esto no sustituye la terapia, lo que hace es complementar ese trabajo personal. La persona, al darse cuenta qué es lo que la bloqueó, al hacerse consciente, comienza a modificar actitudes, liberar enojos, soltar culpas, a sanar ese aspecto.
El rol en la familia ¿lugar heredado o construido?
Ese recorrido interno la llevó también a entender que como el Derecho y la Psicología pertenecen a las Ciencias Sociales, no debían encontrarse en compartimentos estancos. “Damos un servicio a las personas y las personas somos un todo. ¿Por qué no facilitar desde ese lugar las herramientas para que las personas comprendan en qué rol se encuentran y cómo salir de él? Es muy común vivenciarnos como víctimas cuando surge un conflicto y ver a nuestro oponente como un perpetrador al que hay que aniquilar porque nos causó daño. Desde ese lugar viviremos cada vez más en una sociedad donde la violencia y el deseo de venganza crecerá, y por supuesto el concepto de grieta no estará ajeno a esto. Si no nos reconocemos como parte del conflicto tampoco seremos parte de la solución”.
Conflictos de pareja con respecto al régimen de visitas o cuidados de los hijos, sucesiones, problemas de herencia entre hermanos; temas relacionados con empresas familiares, disolución, liquidación, conflictos entre los miembros de la empresa, esos son algunos de los temas que Llaguno trabaja con quienes la consultan. Y,desde luego, pone al alcance de todos las herramientas con las que ella cuenta, entre las que las constelaciones están incluidas. Cuando un cliente ve su implicación en un tema legal y en lugar de buscar culpables o justificaciones, se hace cargo de su parte y asume su responsabilidad en el tema, la solución se hace más próxima y se llega a la finalización del conflicto. Pasa del porqué a mí al para qué, y eso es una gran diferencia”.
Llaguno asegura que somos el resultado de cientos de miles de historias que vivieron nuestros antepasados y hemos heredado a través de nuestros padres. Hasta no tener conciencia de nuestro lugar en el sistema familiar, repetiremos patrones creyendo que somos originales y que lo que hacemos ocurre por primera vez, aunque inconscientemente nos encontremos repitiendo conductas de personas excluidas o de aquellas que tuvieron vidas difíciles, incluso aunque no las hayamos conocido, nada más irreal. Estas son algunas de las reflexiones que comparte en su último libro ¿En qué caja vives? de Editorial Urano, donde invita a revisar cómo nuestros ancestros y sus acciones repercuten en nuestro presente y las decisiones que tomamos cada día.
Y continúa. “Únicamente creceré cuando experimente lo nuevo, lo que se necesita en este momento. Y luego, como siempre se observa, cuando esa nueva conducta es aprobada por la familia se transformará en buena conciencia y formará parte de las opciones de vida de las nuevas generaciones. En una familia donde se alienta el delinquir para sobrevivir esa actitud se considera un patrón heredado, pero un miembro de la familia podría decidir hacerlo diferente y trabajar para ganar su sustento. Sin embargo, eso rara vez ocurre, ¿por qué? Porque teme perder su pertenencia a la familia. Todos los seres humanos tenemos las mismas necesidades básicas, que consisten en ser mirados, reconocidos y amados por nuestra familia. Estar en el presente, siendo conscientes del aquí y ahora, observándonos a nosotros mismos y al entorno, antes de reaccionar sin pensar, nos puede guiar a hacer algo diferente, creativo, que tal vez no se hizo antes en la familia”.
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