En primera persona, el motociclista argentino repasa la travesía durante 13 jornadas en Arabia Saudita
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Es imposible hacer un Dakar perfecto. Son muchos kilómetros, la competencia más dura del mundo. No alcanza con estar físicamente preparado al máximo. Es mucho más. Algún error habrá. Siempre. Por eso, lo importante es mantenerse concentrado, metido. Mirar el trabajo propio sin desesperarse por los demás. Llegué a Arabia Saudita confiado. Sabía que era posible ganar el Dakar. Ya en mi primera participación, en 2016, había salido cuarto. En mi segunda participación, en 2018, terminé segundo. ¿Qué pasó en 2017? Me lesioné antes, el 13 de diciembre de 2016, y me tuve que bajar. ¡Un martes 13! Me fracturé la mano en la última jornada de entrenamiento antes de viajar a Asunción. Pero de todo se saca algo, y esa lesión quizás me haya servido para ganar ahora. Con cada experiencia se aprende y quedan conclusiones.
Benavides condujo su vehículo por los paisajes imponentes e inhóspitos del desierto, en Arabia Saudita. Más de 7500 kilómetros sobre piedras y arena, donde los motores, la estabilidad emocional y la preparación física confluyen en una victoria épica.
Aquellas ediciones habían sido en Sudamérica. Ahora, como en 2020, era algo más lejos: se corrió en Arabia Saudita. Y no niego que me hubiese gustado ganar un Dakar que tuviese etapas en nuestro país, pero ganar afuera tiene un gusto especial. Al que gana de local siempre se le resta, de forma injusta, algo de mérito. “Ah, es argentino. Y, claro, si se corre acá”. Siempre hay alguien que desliza un comentario así. Por eso quería ganar afuera. Vale doble. Era un desafío extra.
Pero por más confianza y preparación, vuelvo a la frase inicial: es imposible hacer un Dakar perfecto. En estas épocas eso cobra más relevancia. Justo antes de que empezara a correrlo, el Dakar siempre se repartía entre dos competidores, Marc Coma y Cyril Despres. La disputa era entre ellos, que son referentes. Ahora es distinto porque somos más los pilotos que tenemos chances de ganar. Entonces, aunque en una etapa llegues primero, en la siguiente podés terminar octavo, tranquilamente. Son muchos cambios de posiciones, y eso se vio de nuevo en esta edición. No es porque haya ganado yo, pero creo que nunca antes fue tan difícil como en 2021. Lo puede decir cualquier piloto. Por eso, ante el error (aunque sean mínimos, son inevitables), hay que seguir concentrado. Darle para adelante.
Cómo alcanzar el flow
Primera etapa: de Jeddah a Bisha; 622 kilómetros, 345 de enlace y 277 de especial. El enlace es el tramo que conduce a los participantes hasta el inicio de la etapa, y desde el final de la etapa hasta el vivac. Tenemos que completarlo en un período de tiempo concreto. El especial es el que computa para la clasificación, es el tiempo cronometrado del recorrido de cada día. Es decir, el tiempo que utiliza cada piloto es el que determina la clasificación de cada día, y la suma, la clasificación general.
En este caso, fue importantísima la navegación. En verdad, fue una característica de toda la competencia. Fue una estrategia para que las motos no fuéramos tan rápido, uno de los objetivos que se habían puesto los organizadores para minimizar los riesgos. Es que el Dakar es la prueba más peligrosa del mundo. Como fuera, debía estar muy atento para no perderme. Cada error en el mapeo es tiempo, quizás el necesario para ganar al final. O para perder al final. También fue un tramo muy técnico, con caminos difíciles. Hubo ríos con piedras, más piedras... exigencia al máximo. Al principio me sentí algo extraño, pero de a poco empecé a agarrar el flow. El flow es clave para ganar, y es un estado interior. Un feeling en el que también se trabaja, y que lleva tiempo alcanzar. Es estar conectado con la moto, con el roadbook, con la velocidad, con la superficie. Con el momento. Cuando se llega a ese estado, todo empieza a fluir, sin forzar nada. Las cosas fluyen: todo está sincronizado, pero de modo automático. No es fácil llegar a eso, hay que estar metido y lleva tiempo. Es algo en lo que vengo trabajando desde hace años: estar enfocado en el momento, en lo que estoy haciendo. En este Dakar, ese “flow” fue central para estar tranquilo, sin mirar a los demás, metido en mi trabajo.
"A veces veo fotos y digo: “¡A la mierda! ¡En qué lugares estuve!”. En el momento no hay tiempo para apreciar el paisaje."
Kevin Benavides
Ese modo inicial de sentirme extraño me hizo ceder posiciones en la primera etapa. Los roadbooks eran complicados. Tardé 8 horas y media en la etapa inicial, terminé 13º. Tuve algunas pérdidas en el segundo día por errores en la navegación. A favor: empecé a sentirme a gusto con la velocidad que venía tomando, a ganar confianza con la moto, con mi Honda CRF 450 Rally.
Estaba en el juego y motivado.
Seguir como sea
Me recuperé pronto. Fue algo loco este Dakar. En realidad, todo es algo loco en el Dakar. De igual manera que llegué a ser piloto oficial de Honda. Las cosas se dan de golpe, de forma imprevista. Y hay que saber aprovechar cada oportunidad. Lo mismo en la pista. Un error, algo que pasa, y subís o caés de a 10 posiciones. Lo bueno es que obliga a exigirse al máximo, a no aflojar nunca.
Ya estábamos en pleno desierto, en lugares con altura. Otras condiciones. A veces, me pasa que veo las fotos después y digo: “¡A la mierda! ¡En qué lugares estuve!”. Es que en el momento no me doy cuenta, no hay lugar ni tiempo para apreciar el paisaje. Que sí son increíbles, pero la atención está puesta al 100% en la carrera. A diferencia de Sudamérica, donde había cambios de paisajes (en especial, al pasar de un país a otro), en Arabia es prácticamente todo desierto. Dunas, arena, y más arena y nada más que arena. Un lugar hermoso, pero sin demasiados cambios a lo largo de los días.
"Me levanté como pude, me subí a la moto sangrando. “Como sea, yo voy a seguir”, pensaba. Hice unos 300 metros y me ajusté las botas como si fueran un yeso, para inmovilizar todo el pie."
Kevin Benavides
La quinta etapa (desde Riyadh hasta Al Qaisumah) fue clave. Y acá sirve una ley general: sin sufrimiento no hay victoria. En mi caso se dio de forma conjunta: gané la etapa con 5 horas y poco menos de 10 minutos. Un total de 662 kilómetros, con 456 de especial. Pasé a liderar la general y terminé dolorido, por una caída tras un salto muy grande en una duna. Pasé hacia el otro lado y entré en un agujero. El impacto fue muy grande. Golpeé el casco contra el GPS… y rompí las dos cosas. En el momento, pensé que me había roto también la nariz y el tobillo.
En ese instante, me sentí como noqueado. Lo primero que me pasó por la cabeza fue que se me escapaba el Dakar. Ahí volvió aquel martes 13, el de diciembre de 2016. Entonces pensé: “No puede ser, eso no puede pasar”. Me levanté como pude, me subí a la moto sangrando. “Como sea, yo voy a seguir”, pensaba. Hice unos 300 metros y me ajusté las botas como si fueran un yeso, para inmovilizar todo el pie. “Si está quebrado, tiene que aguantar”, me decía. El tobillo hacía un ruido raro, pero igual empecé a andar. Noté enseguida que el pie aguantaba, que iba bien. No sabía si estaba roto, tanto el tobillo como la nariz, pero podría seguir. Tenía la convicción de que no quería que se me escapara. Estaba en juego todo el año de trabajo. Y mis sueños, porque ganar el Dakar es lo que siempre quise desde que soy piloto profesional.
Por esas cosas, la cabeza es todo. O, para ser justos, pongamos un 60%. Y 40% lo físico. En ese aspecto también llegué muy bien preparado. El golpe lo resistí por la preparación física. Lo pude aguantar. Sin ese trabajo quizás me hubiese roto los tobillos o la espalda. Ahí es donde se siente que valen la pena las horas de bicicleta, de gimnasio, las rutinas con pesas, de trabajo aeróbico, de fortalecer y de ganar equilibrio. Un esfuerzo necesario.
"Lo importante es perderse el menor tiempo posible. Es una sensación fea, pero más que nada porque vas perdiendo tiempo, solo pensás en el tiempo."
Kevin Benavides
La cabeza también se trabaja. Yo lo hago con psicólogo, Gustavo Ruiz. Hacemos trabajos de meditación, de concentración. No es de ahora. Es desde siempre. Y también me dio resultados.
La siguiente etapa, la sexta (Al Qaisumah a Ha’il), también era importantísima, porque debía mantener lo que había logrado. Pero a su vez porque después llegaba el día de descanso. Me permitiría recargar energías y terminar de recuperarme de los golpes. Largué primero, y eso implica abrir pista y defender. Con lo cual hay que estar doblemente concentrado, porque los de atrás pueden acomodarse, y el error se paga. Otra etapa de arena, de dunas. Batallé un montón. Nacho Cornejo, compañero del Monster Energy Honda Team, me alcanzó en el km 80. Fuimos intercambiando posiciones para abrir pista. Hicimos un excelente trabajo en equipo. Perdimos poco tiempo y cumplimos el objetivo.
Era el momento de descansar y de estar listo para la segunda semana de competencia.
La leyenda del tiempo
Se venía la etapa Maratón, cuando no se puede recibir asistencia técnica de los equipos. El día de descanso me había hecho bien. Tenía las pilas recargadas. Pero… en el Dakar, siempre aparecen los peros. Son condiciones exigentes, peligrosas, más en la Maratón, donde hay que arreglarse solo. Además de los elementos básicos como cinta adhesiva, barras energéticas, hidratación, geles, tapones para los oídos y prendas para los cambios de clima, hay que llevar algunas cosas extras en la mochila por si se rompe la moto. Nos repartimos entre los pilotos del equipo para equilibrar el peso. Además, en vez de dormir en los camiones de Honda en el vivac (una especie de tienda de campaña, cerrada para el Dakar, donde se instalan todos los equipos en el punto de llegada de cada día), en la etapa Maratón pasamos la noche en una suerte de pabellón común, donde estamos todos, ya que no podemos tener contacto con los técnicos. Se duerme algo peor, con menos comodidad.
"Mientras cruzaba la meta lloraba de emoción. En ese momento pensaba en todos los que me apoyaron para conseguir lo que siempre soñé”."
Kevin Benavides
El “pero” del que hablaba: en esa etapa Maratón cometí un error de navegación. Me desvié 4 kilómetros y tuve que retornar al lugar. Es decir, 8 kilómetros. Que traducido en tiempo fueron unos 10 minutos. Uno se puede perder, vas a encontrar la salida. Lo importante es perderse el menor tiempo posible. Es una sensación fea, pero más que nada porque vas perdiendo tiempo, solo pensás en el tiempo.
En definitiva, retrocedí puestos, pero el lado positivo es que había dejado atrás el peligro de un tramo de riesgo. La moto estaba sana y yo con posibilidades de pelear el título hasta el final.
La novena etapa tuvo distintos sabores en varios aspectos. En primer lugar, partimos en Neom, en un paisaje donde al lado teníamos el mar. 579 kilómetros, con 465 de especial. En lo deportivo, gané la etapa, 4 horas y 49 minutos, y eso me encaminó a la victoria final. Fue un homenaje a un amigo, a Paulo Gonçalves, Speedy, que falleció en el Dakar de 2020. Justo un año antes. Quería ganar la etapa y dedicársela. Y lo hice. Pero, al llegar, también me enteré de que se había caído mi hermano. Al principio, me preocupé, pero rápido supe que estaba bien, que lo habían trasladado en helicóptero por una lesión en el hombro y que ya empezaba a mejorar. Por supuesto, quería que llegara también a la meta, pero sé que estas cosas pasan y que sirven para volver más fuerte que antes.
El impulso de esa victoria me llevó a encarar la siguiente prueba con convicción. Y en la décima etapa (Neom-AlUla) pasé a liderar la general. Nacho Cornejo quedó fuera del Dakar por la caída que tuvo. Yo estuve enfocado. En el km 100 me compliqué con la navegación hasta que llegó Ricky Brabec, quien terminó segundo en la general, también compañero del Monster Energy Honda. Allí pude ponerme detrás de Ricky, a cierta distancia.
Quedaban dos etapas. Tenía que dar todo.
Confiar en mi navegación
La noche anterior a la etapa final estaba nervioso, con la ansiedad lógica de saber que podía pasar cualquier cosa. En la etapa 11 (AlUla-Yanbu) había logrado mantener el liderazgo en la general al terminar tercero. Pero llegábamos a la última etapa con tiempos cortos de diferencia.
Haber salido tercero en la anteúltima era bueno para mantener la ventaja. Tenía que abrir pista Sam Sunderland, que había ganado la etapa anterior, y Ricky Brabec largaba detrás de mí, pero me podía descontar si yo me equivocaba con el mapeo. Para Sam iba a ser más complicado descontar tiempo teniendo que abrir pista. Se pierde tiempo siempre.
Esa noche dormí bien. Creo que porque a lo largo del Dakar vas sumando cansancio. Son días y tensiones que se acumulan. También era importante concentrarme en la carrera sin pensar en el final. Eso es algo que veníamos trabajando con el psicólogo. Lo más importante es mantener estabilidad emocional. Más en una competencia donde hay muchos cambios de posiciones. Es clave no perder el foco.
Me conecté muy bien con la moto. En ese día final tuve que abrir pista desde el km 50 hasta el 200, porque los que venían delante de mí se perdieron en un valle equivocado. ¿Qué hacer en ese punto? ¿Seguirlos aunque creyera que estaban equivocados o confiar en mi navegación? Confié en mi navegación. Y acerté. Fue un camino muy difícil, con dunas bien complejas. Tuve que rendir más que el 100%. No podía ceder tiempo. Y ahí resalto de nuevo el rol de la concentración: saber manejar la presión fue clave. Si fallaba me quedaba sin victoria.
Fue una carrera increíble hasta el último segundo en el retorno a Jeddah, el lugar del que habíamos partido y al que volví, en tiempos cronometrados de competición, en 47 horas, 18 minutos y 14 segundos. Dos semanas después, en una vuelta por toda Arabia Saudita.
Al final pude soltarme y empecé a llorar de emoción. Cuando crucé la línea de llegada sentí que me acompañaba Speedy, Paulo Gonçalves. Él siempre creyó en mí. También pensé en mi familia, en toda la gente del círculo íntimo. Los que me vieron y me apoyaron en esta preparación larga, quizás de toda mi vida, para conseguir esto. Lo que siempre soñé. Hacer historia. Ganar el Dakar.
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