Valorado por la industria de la cosmética, el Vitellaria paradoxa, más conocido como karité, es un árbol que puede alcanzar los 15 metros de altura y vive unos 40 años. De sus frutos, se extrae una pasta que tiene propiedades hidratantes, regenerativas y antiage. Por eso, las principales marcas de belleza del mundo la usan en las fórmulas de sus cremas más exclusivas.
El árbol de las mujeres
Según creencias ancestrales, el karité es un árbol sagrado y solo las mujeres pueden recolectar sus frutos. Debido a esta particularidad, durante años, las mujeres soportaron jornadas de trabajo extenuantes con una paga mínima. Sin embargo, en los últimos tiempos, varias organizaciones humanitarias y de comercio justo llegaron a países como Nigeria para guiarlas en la creación de cooperativas que negocian directamente con las empresas y promueven el cultivo de karité como una vía de crecimiento económico y social. También hacen hincapié en que se respeten los ritmos de crecimiento del árbol, que son muy lentos, ya que en algunas zonas cortan los ejemplares jóvenes para usar la madera como leña o carbón y se pierde todo su potencial.
Artesanal y manual
En Nigeria, el fruto se consume sin refinar: es decir, todo su proceso es manual. Se tuestan las nueces o semillas, se rompen, se extrae la pulpa, la cual luego se lava y amasa para obtener la manteca. En cambio, en occidente, el aceite se extrae por presión caliente –para aprovechar hasta la última gota- y ese calor destruye muchas de las bondades de sus ácidos. Por eso, al igual que con el aceite de oliva, es tan importante la prensión en frío.
Elixir de la cosmética
Estrella de la cosmética, el karité es rico en triglicéridos y ácidos oleico, linoleico y palmítico. Una manteca que a temperatura ambiente es sólida, pero que luego se funde con el calor corporal. Entre sus propiedades curativas se cuentan el ser nutritiva y cicatrizante, por lo cual es ideal para dermatitis, quemaduras, grietas o eczemas. En tiempos en que la belleza natural cobra gran valor entre los consumidores, y en que la tala indiscriminada deja de ser un valor a la hora de construir, Nigeria se presenta como una nación promisoria. Generosa en una flora nutritiva y muy rica, se dedica además a promover su mano de obra calificada, a favor de la economía local.
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