Julieta Zylberberg. “Todos estamos al borde, es muy posible derrapar”
Julieta Zylberberg identifica dos momentos en esta cuarentena. "La primera muy arriba: sintiendo que podía estar buenísimo disfrutar de estar en casa, de parar un poco con las urgencias del día a día", cuenta por videollamada. "Eso duró un tiempo", especifica. "Hasta que después el encierro trajo otros colores y... bueno, empezó a pesar más la preocupación, la incertidumbre, el no saber qué va a pasar después", cuenta la actriz que vio cómo desde El Trece cancelaban Separadas, la tira que coprotagonizaba con Celeste Cid, Gimena Accardi y otras figuras. Pero que, sin embargo, logró mantenerse activa de distintas maneras.
"Aproveché para hacer algunas cosas en casa. Pero, como todos, tengo momentos que me voy a negro y la paso mal. Se mezcla la preocupación social con lo anímico", relata Julieta, que bajo la modalidad del teatro virtual logró reponer La Fiebre –el unipersonal con dirección y libro de Mariana Chaud–, que venía agotando funciones el año pasado. Y que pone en escena el relato de Azucena, una mujer "rota" pero en diálogo lúcido y alucinado con su tortuga Fiebre. El ida y vuelta de un presente en constante derrape y honestidad emocional.
"Azucena es una chica que se quedó afuera, que se abrió, que quedó periférica de la sociedad", describe. "Una mujer que dejó a su hija, no la reconoce. Pero que también puede dar muestra de cuál fue su encanto, su inteligencia, su humor, su ternura. Lo que tenemos todos aunque nos haya quedado un poco atrás", señala sobre la obra que tendrá su próxima función online el 19 de junio. "Es superraro el formato. El teatro filmado es muy difícil", reconoce. "Pero siendo la única opción está bien y al menos te permite acceder a la historia".
–En lo personal, ¿sos de las que aprovecharon estos días de confinamiento para ordenar?
–No tanto ordenar lo mío pero sí el cuarto de mi hijo, que era muy bardo y todavía sigo organizando (risas). Lo que sí aproveché es para aprender a tocar la guitarra. Pasé bastante tiempo sacando temas que luego fui subiendo. ¡Ahora entiendo el cuelgue de los músicos! Esa obsesión. Te divierte un montón.
–¿Cómo se integró tu hijo Luis a tu cuarentena?
–Él pasa tiempo conmigo y con su papá (el actor Esteban Lamothe). Y la verdad que está rebien. Lo veo chocho, sin problema. Al punto que en un momento me dijo: "Cuando termine todo esto, ¿puedo hacer home schooling?". "¡No! ¡Por Dios!", le dije (risas). Tiene siete y la verdad es que es una edad en la que no tienen mayores problemas. Los más chiquitos sí están como gato enjaulado, no juegan solos, les cuesta más. Lo veo en el hijo de mi hermana. Y los nenes un poquito más púberes también la tienen más complicada porque no pueden ver a sus amigos. Pero a la edad de Luis no tienen tantas necesidades sociales. Sí: hacen alguna videollamada a algún amigo. Pero en general están tranquilos con sus juguetes, sus cosas.
–La Fiebre, todos coinciden, es una obra muy personal. ¿Cómo llegaste a ella y qué te cautivó para querer hacerla?
–Con Mariana (Chaud, la directora) somos amigas desde hace muchos años y hace mil teníamos ganas de hacer algo juntas. Pero siempre por una cosa o por otra no se nos daba. Llegamos a ensayar obras que después no se hicieron. Por suerte a principios del año pasado coincidimos en unos meses que no teníamos laburo y empezamos a probar textos ajenos. Hasta que en un momento me manda un monólogo que había escrito ella y le digo: "Boluda, esto está mucho mejor. Es tu voz, es mi voz. Lo que nos representa. Vayamos por acá". Y le dimos para adelante. Nos juntamos a leerla en voz alta y a cambiarle algunas cosas hasta que llegamos a esta versión final que me parece muy hermosa. Algo gestado desde el comienzo entre las dos en mi casa, en la suya, con los perros, con los niños, viendo cómo nos iba saliendo con mucho amor.
–Para componer a Azucena, ¿qué tuviste en cuenta?
–El riesgo era salirse del registro, tocar una nota que no fuera. Equivocarse, hacer algo grotesco. Por otra parte el texto me parecía hermosísimo, superpoético a la vez que concreto y cercano. Porque no estamos tan lejos de la locura, el desamparo, la soledad...
–¿También los "cuerdos" bordean la locura?
–Todos estamos al borde. No caemos porque somos parte de un entramado social y hay hilos que te atan a seguir funcionando. Pero todo es muy endeble y es posible derrapar.
–¿Alguna vez te sentiste emocionalmente en riesgo? ¿Al borde de quebrarte psíquicamente?
–No tuve momentos así de agudos. Aunque sí soy superciclotímica y emocional. Soy una persona afectada, básicamente. No soy para adentro: siento un montón, me expreso un montón, me angustio un montón. Tuve etapas en la vida que me sentí muy triste. Pero nunca con miedo de caer en la locura. Aunque el riesgo siempre está. En un punto, uno se desconoce porque se trata también de una condición física, una predisposición. Una fragilidad que por ahí no sabés que tenés.
–¿De qué te valiste para superar esos momentos?
–Y... De amigos, siempre. Tuve momentos feos en que lloré un montón y estuve retriste. Pero me apoyé en amigos, lloré, hice terapia y pasó. Me sané.
–¿Pero hubo alguna rutina, algún procedimiento, algo que hayas descubierto y que te ayudó?
–Sí: hablarlo, llorarlo. Descargarme. Lo que sea para sacarlo afuera. También me psicoanalicé un montón de años, hace bastante que ya no. Quizás debería volver (risas). Y eso me sirvió, sin duda. Pero a veces son cosas pequeñas las que te hacen perder el eje y caer.
–Siendo la industria del espectáculo una de las más afectadas por la cuarentena, ¿cuál es la preocupación que más escuchás entre compañeros y colegas del sector?
–Es muy complejo porque no se sabe cuándo vamos a poder retornar a la actividad. No solo los actores, también los técnicos. Justo es un trabajo que implica un contacto físico, mucha proximidad, que siempre tengas a alguien cerca. Es muy coronavirus. Sé que se están pensando protocolos para cuando esté todo un poco más encauzado. Pero igual es difícil proyectar porque el nivel de incertidumbre es total. No hay home office para nosotros.
–¿Cómo imaginás entonces diciembre de este año?
–No sé, no quiero ni pensar demasiado porque me perturba bastante. Me imagino que esto va a estar difícil por mucho tiempo y me ilusiona con que salga en algún momento una cura y la vida vuelva a ser un poco más normal. Porque es una locura esto. Ciencia ficción. Dos semanas antes estaba mirando la tele con mi hijo, que siempre se preocupa por las enfermedades, y me dice: "Tengo miedo de que me agarre el coronavirus de China". Y yo: "Esto no es China, mi amor. Cortala". ¿Dos semanas después qué pasó? Los dos con barbijo, alcohol y encerrados. Yo me reía, pero él la vio.