Aquel verano de 2012, cuando ¡HOLA! Argentina encontró por primera vez a Juliana Awada en la Playa Mansa de José Ignacio, en Uruguya, Mauricio Macri era jefe de Gobierno porteño y ella desempeñaba el rol de primera dama de la ciudad. Su figura empezaba a ganar el centro de los flashes. "Más allá de mi matrimonio con Mauricio, trato de seguir siendo la misma. Mi vida cambió porque tengo más exposición, pero en el día a día hago las cosas que hacía antes de casarme", nos dijo entonces. Los cambios más radicales llegarían recién tres años después, cuando Macri fue elegido presidente. Dejar el departamento que compartían sobre la avenida Libertador no significó solamente embalar muebles, objetos de decoración y ropa. Mudarse a la Quinta de Olivos implicó cuatro meses de reformas profundas. Por eso, mientras se hacían los arreglos y se ponía a punto el nuevo hogar, Mauricio, Juliana y sus hijas Antonia (7) y Valentina (16) –fruto de su relación con Bruno Barbier– recalaron en Los Abrojos, la quinta de la familia Macri en San Miguel. En febrero de 2016, se instalaron primero en la casa de huéspedes de Olivos y ya en mayo, pudieron empezar a escribir un nuevo capítulo en la residencia.
Estoy muy agradecida por esta experiencia única que viví durante cuatro años. Fue de crecimiento, de haber dado y recibido mucho amor…
CALOR DE HOGAR
"Lo hablamos y acordamos que vamos a ir a vivir a Olivos porque lo importante no es dónde vivamos, sino que estemos todos juntos", dijo Juliana a ¡HOLA! Argentina a fines de noviembre de 2015 en su primera entrevista, días antes de convertirse en primera dama. "Será Olivos, pero también una casa de familia, con chicos, con aroma rico a la hora del té, con muchas flores blancas. No quiero que se alteren las cosas básicas", le aseguró también por esos días a la revista dominical de La Nación. Y así fue. Juliana estuvo pendiente y siguió de cerca las reformas, cada decisión que se tomó con respecto a la decoración y lo que había que hacer en los jardines de la Quinta. La fachada de la casa dejó el rojizo para darle paso al blanco. Puertas adentro, también hubo transformaciones rotundas. Además de tener que cambiar cortinas rotas, lámparas que no funcionaban y alfombras manchadas, se remodelaron la cocina, los baños y todos los ambientes fueron pintados. La decoración en tonos claros con toques de negro también estuvo a cargo de la primera dama (que contó con la colaboración de las hermanas Caradonti). Paz, Agustina y Lola, que por el "secreto profesional" nunca revelaron demasiados detalles, alguna vez se limitaron a decir: "El lino es protagonista". Las flores –esos arreglos de los que Juliana se encargaba personalmente–, las velas, los cuadros y obras de arte, el olor a comida casera, la mesa puesta… Olivos se convirtió en un hogar y la vida y la rutina de familia empezó a impregnar la residencia presidencial. "Más allá de que sea nuestra casa durante cuatro años, es la casa de todos y tiene que verse bien, hay que cuidarla", dicen que se escuchaba repetir a Juliana una vez que pudo ver concretado su sueño.
AFUERA, RECUPERAR EL VERDE
La mujer de Mauricio Macri no sólo se ocupó de la casa, también se involucró para mejorar los exteriores de la Quinta. Árboles muertos que había que reemplazar, poner al día la poda de los arbustos que hacía años no se atendían y limpiar el lago que tenía el agua podrida. Se ocupó de embellecer la entrada de la calle Maipú, recuperar los sectores del parque que no tenían césped, arreglar las calles internas y que estén perfectamente iluminadas y la parte del jardín que se convirtió en espacio público para los vecinos. De todo eso se encargó Juliana.
Apenas se mudó y para abrazar la causa de alimentación saludable, con la ayuda del INTA y ProHuerta, diseñó un espacio para plantar verduras donde antes había un terreno repleto de escombros. Además de abastecer a Olivos, sirvió para proveer con plantines a otras huertas comunitarias de la zona. Y los rosales blancos –que ocupan cuatro canteros delante de la casa principal y que Juliana tenía como foto de perfil en su WhatsApp– fueron plantados por Delfina Rossi, la sobrina de la primera dama que es paisajista.
Nos gustó compartir la Quinta con quienes trabajaron junto a nosotros y abrirla a un montón de gente
UNA VIDA DE FAMILIA, SIN PROTOCOLO
"Uno de los mejores consejos que me dio Michelle (Obama) es que no me olvidara nunca de que nosotras somos el sostén emocional de nuestros maridos y nuestros hijos, y que en tanto y en cuanto nosotras estamos bien, nuestros hijos van a vivir esta experiencia con la mayor naturalidad posible", aseguró la primera dama argentina allá por 2016. No había dudas, Juliana había entendido la importancia de la contención y el bienestar de los suyos en momentos de tanta exposición y embates externos. Por eso ella –más allá de los compromisos que le imponía su rol– nunca descuidó su papel de madre. Llevaba sus hijas al colegio, estaba en casa cuando volvían, las esperaba con cosas ricas y nutritivas para la hora del desayuno y el té hechas por ella (frutas con cereales, budín con harina de almendras o panqueques de avena), cocinaba la comida… ¿Su especialidad? Las milanesas de peceto con papas fritas. ¿El truco para que se vuelvan irresistibles? "Las hago con pan rallado que me prepara el panadero y al huevo batido le agrego un chorrito de crema de leche", confió. Los cumpleaños, las comidas de Juliana con sus íntimas, los paseos de Antonia en bicicleta y las reuniones que Valentina solía hacer con sus amigas no hicieron otra cosa que imprimirle al paisaje protocolar de la Quinta una cuota de cotidianidad familiar necesaria.
MOMENTO DE DECIR ADIÓS
La semana pasada fueron días de despedidas. En cada uno de los encuentros que Juliana tuvo con quienes la ayudaron a tener la Quinta de Olivos "de punta en blanco" durante los últimos cuatro años hubo abrazos, besos y palabras reconfortantes. Uno de ellos –que lleva casi cuarenta años trabajando en la residencia presidencial– se despidió de la primera dama y le dijo: "No tengo más que palabras de agradecimiento por el trato que hemos recibido de parte de usted y su familia. Nunca, en todo el tiempo que llevo acá, la quinta estuvo así". A fines de noviembre, Juliana acompañó a Macri durante una transmisión en vivo por Instagram donde respondió preguntas. Sobre la vida en Olivos, ella fue contundente: "Desde el primer día, convertí la Quinta en nuestro hogar. Me llevo muchos y muy lindos lindos recuerdos y, también toda nuestra familia porque desde el primer momento le pusimos mucho amor. Nos gustó compartirla con quienes trabajaron junto a nosotros y abrirla a un montón de gente".
El viernes 6, la familia Macri Awada terminó la mudanza. Juliana cerró la puerta de madera –esa frente a la que se fotografió junto a su marido con mandatarios, primeras damas, reyes, reinas y figuras de la cultura y el espectáculo– y partieron rumbo a Los Abrojos. Hay algo de volver a empezar porque la quinta de San Miguel fue la misma que les había dado cobijo a fines de 2015 mientras esperaban que se terminaran las reformas de Olivos. Después vendrán unos días de descanso en Villa La Angostura y la celebración de la Navidad en Tortugas. Un volver a empezar para la primera dama que con su estilo, dedicación y calidez supo darle "calor de hogar" a la quinta presidencial.
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