Jul. “La cultura de las elites ha puesto el ojo en las historietas”
En enero de 2018, cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, visitó China para reunirse con su par de Oriente, Xi Jinping, invitó al historietista Julien Berjeraut (París, 1974), conocido como Jul, a integrar la comitiva. Entre empresarios, diplomáticos y funcionarios públicos, uno de los creadores de El planeta de los sabios (enciclopedia visual y humorística sobre grandes filósofos) era el único intelectual. No se trató de un detalle menor que Jul, años atrás, se hubiera dedicado a investigar la cultura china y hablara chino con desenvoltura. Formado como historiador, se convirtió en un destacado sinólogo. En Pekín, le entregó al presidente chino ejemplares de sus libros, que ya se tradujeron en varios países. "En la comunicación política moderna, el humor es muy importante", afirma el guionista elegido, junto con el dibujante Achdé, para revivir al personaje de Lucky Luke, uno de los emblemas de la cultura francesa.
Jul escribió los guiones de los álbumes más recientes protagonizados por el vaquero solitario y amante de la libertad. En Un cowboy en París (2018), que en el país publicó Libros del Zorzal, aparecen como personajes secundarios el ingeniero Gustave Eiffel y el escultor Auguste Bartholdi (los artífices de la Estatua de la Libertad), e incluso Charles y Emma Bovary. En 2009, Jul publicó la novela gráfica Silex in the City, una saga satírica acerca de las puntocom, ambientada en la Edad de Piedra, pero que se puede leer como una mirada crítica sobre la vida cotidiana actual. Tuvo tanto éxito que se transformó en una serie animada de cinco temporadas para el canal de TV franco-germano Arte. Es la segunda vez que el guionista y dibujante visita la Argentina, donde participó de un encuentro en la Feria del Libro, entre otras actividades. "Cada vez que vengo a la Argentina me sorprende el interés que tiene la gente por la cultura. Viajo a otros lugares de América Latina donde se publican mis libros, pero la Argentina es especial. Creo que los argentinos tienen un humor muy similar al de los franceses", comentó.
–¿Cómo describiría ese tipo de humor?
–Con cierta distancia respecto de los temas, un modo de decir que todo es serio y que nada lo es, que nada importa y que todo importa, una ligereza especial para asumir la parte trágica de la existencia y también la parte simpática. Mi madre, que es tunecina, repetía un proverbio: "Ríete de la vida antes de que la vida se ría de ti". Es importante tener esa distancia. Para mí, la cultura y el humor, que asocio en mi trabajo como historietista, transmiten esa filosofía de vida.
–Aspectos de la "alta" cultura, como la literatura y la filosofía clásica, están presentes en sus trabajos, que pertenecen a la cultura popular.
–Lo que me fascinaba cuando era chico, con René Goscinny, por ejemplo, era esa mezcla increíble y milagrosa de cultura clásica y cultura popular. Referencias a los clásicos y al mismo tiempo a canciones pop, a publicidades. Esa mezcla es la imagen de la vida. En tu propia vida, si eres un intelectual, piensas en comer, en divertirte, en pasear y no solamente en las puras ideas. Para mí, las historietas y los guiones deben reflejar esa mezcla de cosas muy cerebrales y otras muy simples de la vida cotidiana. No tengo una jerarquía. El placer de la vida proviene de esa mezcla.
–¿Cómo empezó su carrera como guionista y dibujante?
–Antes era historiador, especializado en la historia de China. Trabajé en una universidad como sinólogo y después de varios años empecé a dibujar para la prensa sobre política y sociedad. Hacía mis propias historietas y publiqué libros, hice series animadas para televisión. Ahora mi trabajo es muy diverso y colaboro menos que antes en diarios y revistas. El año pasado fui invitado por el presidente Macron para acompañarlo en su viaje a China. Fui el único representante de la cultura francesa; no habían elegido a un escritor ni a un filósofo, sino a un autor de historietas. Las historietas tienen un nuevo estatus en la sociedad.
–¿Qué lugar ocupan?
–En Francia, hace 15 o 20 años la historieta era para los chicos; unos productos simples, que no se consideraban culturales. Ahora la cultura de las elites ha puesto el ojo en las historietas. El panorama de las publicaciones es muy amplio en Francia: hay historietas sobre política, actualidad, filosofía, erotismo. En Francia, se publican dieciséis libros de historietas por día y unos seis mil al año. Muchos son best sellers, es un sector muy importante de la industria editorial.
–¿Por qué cree que habrá crecido tanto?
–La calidad es muy alta y además antes era un tipo de literatura masculina, para hombres. Ahora las mujeres también leen historietas masivamente. Y hay muchas más autoras. Cuando me pidieron que escribiera los guiones de Lucky Luke, sentí una gran responsabilidad porque sabía que iban a ser leídas por muchos lectores. No solo me interesa continuar esta serie que pertenece al patrimonio cultural francés; también siento una responsabilidad social muy grande. En Francia atravesamos una crisis importante, con las protestas de los "chalecos amarillos" y otros enfrentamientos violentos entre comunidades por motivos religiosos, sociales y políticos. Las clases populares odian a la burguesía. Con personajes como Lucky Luke, que son queridos por toda la nación, puedo llegar a diversos públicos y también a todas las generaciones. Así que asumí la tarea como una misión de servicio público. Es algo raro y precioso de hacer.
–¿A Macron le gustan sus trabajos?
–Sí. Tengo una serie que se llama Silex and the City, similar a Los Picapiedra. El último libro que publiqué en 2018 se llamaba El hombre de Cro-Macron. En la primera página aparece un hombre prehistórico que arrastra de los cabellos a su mujer, que era Brigitte Macron, la mujer del presidente. A ella no le gusta mucho que se rían de su apariencia. Un día recibí un llamado telefónico y era ella; pensé que estaba enfurecida conmigo. Pero no, llamaba para invitarme al Palacio del Elíseo.
–¿Y aceptó?
–Sí, y fue divertido. En la comunicación política moderna es muy importante el humor. Barack Obama invitaba a humoristas de la televisión e incluso Donald Trump hace chistes que a veces nadie comprende. Hoy los líderes mundiales modernos entendieron la importancia de ese tipo de comunicación. Como humorista, lucho por intentar ser independiente y crítico y no quedar al servicio de los poderosos. Hay que buscar un equilibrio. En las democracias modernas se puede hacer eso y el poder tiene que aceptar las críticas.
–Usted colaboró en Charlie Hebdo. ¿Cómo interpretó el atentado de 2015?
–Ese fue un asunto diferente. Lo interpreto como la primera crisis posmoderna del fin del contexto. Cuando dibujás para un medio, existe un contexto. Por ejemplo, si dibujás caricaturas del Profeta para un diario conservador del norte de Dinamarca, hay un público determinado que lo consume. Es la burguesía conservadora de ese lugar, con su historia y su contexto político. Allí se publicaron las primeras caricaturas de Mahoma. En Charlie Hebdo, el contexto era otro, y en Le Figaro, otro, y en un diario comunista, otro. Depende de las audiencias. Eso era antes, pero ahora, con las redes sociales, el contexto ha desaparecido. Un dibujo hecho en Dinamarca puede ser instantáneamente difundido en zonas tribales de Pakistán, y allí no será entendido del mismo modo.
–¿Qué se puede hacer cuando no existe más el contexto?
–No sé la respuesta. Aunque no tuve amenazas, no me interesa más hacer dibujos sobre actualidad. Mi manera de criticar y de tratar los temas es muy indirecta, con símbolos, con ironías, con citas; nada que pueda ser interpretado de manera directa.
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