El exjugador de Banfield y del Olympique de Marseille, Renato Civelli dio un giro en su vida de deportista y apuesta en la Argentina a la franquicia del panadero francés estrella, Gontran Cherrier
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Renato Civelli (37) disfruta de su retiro. “Creo que hay dos problemas en el fútbol que no se hablan: la depresión y el segundo tiempo”, dice el exdefensor de Banfield, que también jugó en Francia y en Turquía. Su presente de plenitud no es casual, durante años proyectó como sería su vida lejos de la cancha, sin el orden que imponía una rutina deportiva. Finalmente, encontró la solución en el lugar menos pensado: una boulangerie de Lille.
“Siento que soy un privilegiado porque siempre pude hacer lo que me gustaba. Solo tengo una artritis en el tobillo, mientras que hay chicos que terminan de jugar y renguean. Es cierto, no gané nunca un título, aunque salí muchas veces segundo... es decir que perdí varias finales. Me hubiese gustado ganar un título, pero no le puedo pedir más al fútbol: me dio mucho más que lo que yo esperaba”, dice a modo de balance sobre su carrera deportiva.
“Hay que prepararse para el segundo tiempo”
Renato sostiene que alrededor de la vida de los atletas existen temas tabú, de los que nadie habla, sobre los que cree que es importante echar luz. “Hay un tema muy difícil para los jugadores: el post retiro. No es un problema exclusivo de los futbolistas, afecta a todos los deportistas. ¿Qué hacés cuando terminás tu carrera? ¿De qué te vas a ocupar? Si ahorraste plata o no es otro problema, acá el punto es ¿qué vas a hacer?”, reflexiona.
-Está instalada la idea de que los jugadores de cierta categoría, con años en primera división como vos, pueden vivir cómodamente sin trabajar cuando se retiran.
-¿Y qué haces todo el día? Eso es un tema. Hay dos problemas en el fútbol de los que no se habla. Uno, el más urgente, son los trastornos de depresión que atraviesan muchos futbolistas durante su carrera. Lamentablemente, hay chicos que se terminan suicidándose. Y cada vez son más. El caso más resonante en el último tiempo fue el de Santiago “Morro” García, jugador de Godoy Cruz, un gran goleador. Él se pegó un tiro.
-¿Y por qué pensás que sucede?
-Porque hay mucha presión y no hay contención. Si bien en los clubes hay psicólogos, creo que no llegan a ser el acompañamiento necesario para el jugador. En el fútbol, cuando te ven mal, dicen que estás “bajoneado”. Por lo general, quieren decir que estás atravesando un mal momento deportivo. Pero muchas veces no es sólo eso: como sucede con el resto de las personas, los futbolistas también tenemos momentos de depresión. Lo que pasa es que existe un estereotipo del futbolista, que se presenta como un tipo exitoso... y no podés decir que estás bajoneado porque... ‘¿cómo vas a estar bajoneado si jugás al fútbol y ganás plata?’. La gente no lo entiende.
-Decías que hay dos problemas. Ya mencionaste la depresión, ¿cuál es el otro?
-Y el segundo problema -que tampoco se habla- es del post retiro. Yo busqué ayuda porque necesitaba formarme como empresario y me asesoró Enrique Portnoy. Él trabajó mucho tiempo en Techint, es contador y le encanta el fútbol. Me ayudó a canalizar lo que me gusta y prepararme para el “segundo tiempo”. El futbolista se prepara para jugar -inconscientemente- desde los cinco años, entonces si logramos canalizar todo lo bueno que te dio el fútbol para aplicarlo a otra ocupación, creo que es bárbaro.
-¿Y qué fue lo bueno que te dio el fútbol?
-Me enseñó a trabajar bajo presión, me ayudó con el tema de los horarios y la responsabilidad. También al trabajo en grupo, a manejar personas cuando fui capitán en algunos clubes.
-El apoyo de la familia también debe haber sido fundamental.
-Sin dudas. La verdad es que tanto mis padres cuando era chico como mi familia actual siempre me apoyaron y me dejaron focalizar cien por ciento en mi carrera. Por ahí, parece una pavada, pero la gran mayoría de los chicos tienen cada lío, conviven con tantos quilombos, que pienso: ¿cómo hacen para jugar? Porque es muy difícil trabajar en algo que te consume tanta energía si no estás bien.
“Mi sueño era jugar en River”
“Vos no me conocés, pero cuando arranqué a jugar nadie creía que iba a llegar a primera. No tenía súper condiciones, todo fue a base de mucho sacrificio y esfuerzo”, dice como un preludio para simplificar su carrera como futbolista profesional.
Renato recuerda cómo en sus comienzos, a los 17 años, llegó desde Pehuajó para jugar en El Taladro. “Tuve la suerte de no ir a la pensión porque mis hermanos estaban estudiando acá, entonces me instalé con ellos. Entrenaba todos los días. Me tomaba el colectivo 188 en Plaza Italia hasta Luis Guillon, tenía casi dos horas de ida y otras dos de vuelta. Volvía, almorzaba y me acostaba a dormir la siesta. Me levantaba y me iba en bicicleta al secundario nocturno en Arenales y Libertad. Los fines de semana tenía a mis amigos que estudiaban acá... y durante mi primer verano en Buenos Aires me puse de novio con Estefanía, que hoy es mi mujer”.
-¿En aquella época dónde soñabas jugar?
-Mi viejo es hincha fanático de River y yo también. Dos o tres veces tuve la posibilidad de ir a Boca a jugar y dije que no. Mi sueño era jugar en River, aunque sé que no era un jugador del estilo de River, en cambio sí creo que era más del estilo de Boca. Mas aguerrido, más de meterle. Me acuerdo que pensé: ‘Si juego en Boca me cierro la puerta de River’. Si bien es cierto que prácticamente no tenía chances de jugar en River, sentía que jugando en Boca me despedía definitivamente de esa posibilidad. Por otro lado pensaba: ‘si tengo nivel para jugar en Boca es que tengo nivel para jugar en Europa’. Y fue así. Porque si vos podés jugar en River o en Boca podés jugar en Europa. De todas formas, con la camiseta de Banfield le hice un gol a River y lo grité, así que ya está.
Renato recuerda con mucha nostalgia su paso por Europa. “Cuando me dijeron de ir a Francia, yo tenía 22 años y unas ganas tremendas de progresar. A mí me decían ‘vas al Congo’ y yo iba. No conocía Europa. Llegué a préstamo sabiendo que era muy difícil que Olympique de Marseille comprase a un chico de Banfield. Pero yo me puse un objetivo muy claro: ‘No sé qué tengo que hacer, pero yo acá me quedo’, repetía. Aprendí el idioma y eso fue fundamental para integrarme. En todos los entrenamientos, me ponía canilleras y botines con tapones altos. Los tipos me miraban asombrados, no entendían mis ganas. Y así quedé”.
-Y después, sobre el final de tu carrera, volviste a Banfield. Pero la historia no terminó bien... ¿Qué sucedió?
-Sí, yo hice inferiores en Banfield, mi corazón está ahí. Pero me fui mal con los dirigentes porque me deben un año y medio de sueldo. Estoy en juicio. Sé que no está bien visto hacerle juicio al club que te dio la posibilidad de jugar, pero llegó un momento que no vi otra solución. Me sentí mal, muy defraudado por los dirigentes. Teníamos una buena relación y yo siempre dije que los iba a aguantar, pero un año y medio ya me pareció mucho. Yo creo que Spinosa no tenía predisposición, porque si vos me debes 10 y me ofrecés 1 es que no tenés voluntad de arreglo. Me dio lástima haberme ido mal.
-Y terminaste con un paso fugaz por Huracán.
-Cuando pasó lo de Banfield pensé en irme a jugar a la segunda división de Francia, me iba a ir un año más allá hasta retirarme, pero entró Israel Damonte como director técnico de Huracán y me convenció para quedarme. Los hinchas de Huracán seguro están contentos que yo me haya ido (ríe).
“Messi no puede salir a la calle... prefiero ser yo toda la vida”
Renato está satisfecho con el giro que dio en su vida. El reconocimiento nunca fue prioridad para él y tampoco cree que encaja en el arquetipo del futbolista que aparece en los medios. “No envidio la vida de Messi o Ronaldo. Ellos ni pueden salir a la calle... Yo prefiero ser yo toda la vida”, asegura.
-¿Te arrepentís de alguna decisión que tomaste en tu carrera?
-No. Tal vez algunos cambios de clubes... Pero en términos generales estoy satisfecho. Siempre tomé las decisiones basándome en tres vértices: deportivo, familiar y económico. Podría haber hecho una carrera mejor o haber ganado más plata, pero tendría que haber dejado de lado alguno de esos puntos y no quise hacerlo.
-¿Y cómo se siente ser un ex jugador?
-Yo podría haber seguido jugando, pero a cuatro meses de mi retiro no extraño nada. Mi última etapa no la extraño. Extraño sí jugar en el nivel que lo hice en Francia, pero tenía otra edad. Mi retiro fue algo muy pensado y haber tenido a Gontran me ayudó a tomar la decisión. Conozco muchos jugadores que no se retiran porque piensan ‘¿y después qué hago?’. Yo nunca me la creí y eso me permitió tener los pies sobre la tierra. Aunque por otro lado, no creértela hace que a veces no disfrutes lo suficiente. Es como que tiene su parte linda y su parte fea.
“La idea siempre fue traernos algo de Francia”
La puesta en marcha de su proyecto gastronómico en el país -que Renato cariñosamente llama “mi tercer hijo”- nació de la necesidad del matrimonio de mantener su vínculo con Francia. “En algún momento, con mi mujer pensamos en quedarnos a vivir allá, pero la familia tira...”, explica. Siempre pensaron que el concepto de la pastelería francesa funcionaria bien en la Argentina. Y no se equivocaron.
-¿En qué momento empezaste a pensar en traer una típica “boulangerie”?
-Cuando fuimos a Lillie, en 2016. Vivíamos a tres cuadras del primer Paul, una de las más tradicionales panaderías francesas, y dijimos ‘Vamos a llevarla a la Argentina’. Avanzamos mucho, aunque nos pedían demasiadas cosas. Creo que ellos desconfiaban de que fuera un futbolista quien les pidiera la franquicia. Me pedían un estudio de mercado y se los hacia, el costo financiero… contratábamos gente para hacer todo. Los de Paul vinieron a ver la ciudad y quedaron fascinados con Buenos Aires. “Está en el top cinco de las ciudades”, decían. Pero cuando fueron a la embajada, les bajaron el pulgar por la situación del país.
-¿Y cómo entra en esta historia Gontran Cherrier, el panadero estrella de Francia, cuarta generación de panaderos, autor de varios libros y jurado de un exitoso programa de televisión de pastelería francesa?
-Ya vivíamos acá cuando me enteré que Gontran Cherrier quería traer su franquicia a la Argentina. Me entrevistó como a muchísimas personas, pero le gustó mi perfil porque conozco la cultura y además estaba muy empapado en el tema por todo lo que me había pedido Paul. Firmamos el contrato a fines de 2018 y un año después, abrimos. Fue una inversión importante.
Actualmente, la franquicia cuenta con dos locales, donde trabajan alrededor de 65 personas. El principal, ubicado en Malabia y Costa Rica, corazón de Palermo, fue inaugurado en noviembre de 2019 y cuenta con un espacio de arte que es dirigido por la mujer de Renato. El otro negocio queda en Arribeños y Zabala, Belgrano. Para adquirir la franquicia, Renato se asoció con su hermano Luciano -que también es exjugador de fútbol- y un amigo de Pehuajó, Marcelino Herrera Vega.
“Somos los únicos en la Argentina que importamos desde Francia la manteca y la harina. También trajimos las máquinas, tuvimos que entrarlas con grúas por el techo. Tenemos armarios de fermentación propios, porque muchas panaderías aún lo hacen con el repasador arriba, como puedo hacerlo yo en mi casa. Nunca vas a comer un crossaint del día anterior porque horneamos tres veces por día. Somos artesanales, pero tenemos un poder de producción muy grande”, dice orgulloso.
-¿Estás satisfecho con el nuevo rumbo de tu vida?
-Esto lo hicimos para trabajar y me encanta. Trabajar en algo que te gusta, me parece que no tiene precio.
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