Jugaba a ser veterinario con su caballo: pensaron que lo habían descuartizado pero lo que descubrieron los impactó

Le aplicaba medicamentos vencidos y el animal casi paga con su vida la irresponsabilidad del humano.

Jimena Barrionuevo

PARA LA NACION

Derramaba pus, tenía la mirada perdida mientras, con las pocas fuerzas que tenía, rompía una bolsa de basura para poder comer, al menos, algo. Habían dado con él gracias al aviso de la policía y los vecinos del lugar. Creían que habían querido descuartizarlo. Una enorme herida en su cuello era la evidencia que todos necesitaban ver para entender que el animal estaba sufriendo.

“Llegamos al lugar con insumos como para vendarlo y trasladarlo con urgencia. La zona era complicada, como muchas de los barrios populares de Quilmes. Boldo estaba a la vera del arroyo, donde los carreros se deshacen de los cuerpos moribundos y sin vida de los caballos que ya no les sirven. Nos esperaban dos patrullas y se acercaron varios hombres a decir que el caballo era de ellos. Uno en particular insistía en que el animal era de su propiedad y que lo estaba medicando, que de ninguna manera iba a permitir nos lo lleváramos al hospital”, relata Karina Dotto, presidente de la Asociación Caballos de Quilmes, que rescata equinos en estado de abandono y maltrato en esa localidad de la provincia de Buenos Aires.

Degollarlo, la solución fácil

Aquel hombre, dispuesto a luchar por lo que consideraba era suyo, exhibía en sus manos varios frascos sucios de medicación vencida. En un intento por defenderse, explicó a los rescatistas que un amigo le había aplicado “algo” al caballo pero que él no sabía bien qué era.

“Rápidamente supimos que la herida de Boldo era una reacción a esa medicación. Le dijimos al carrero que corría riesgo la vida del caballo, que la infección era ya generalizada, avanzado, en estado de putrefacción y estaba llena de pus. Pero el hombre se negaba en entregar al animal. Se justificaba diciendo que lo estaba curando y que, si no lograba su cometido, lo llevaría al campo para degollarlo”.

Pero la realidad y la experiencia les mostraron a los rescatistas ese día que la persona que tenía a Boldo jugaba a ser veterinario: le aplicaba las medicaciones cubiertas de mugre, por vías incorrectas, en zonas contraindicadas y con jeringas y agujas contaminadas.

“Es muy común que tantos carreros como gauchos manipulen medicación y la apliquen sin ninguna supervisión de veterinarios . Es común leer en grupos de esta gente recetas magistrales caseras para tal o cual dolor de un caballo y así muchos animales pierden la vida. También hay veterinarios que les dan medicación para que ellos administren, cayendo en fácil resolución y siendo cómplices de este tipo de situaciones”.

A Boldo no le quedaba resto para continuar un día más en ese estado. Se le desprendía la mitad de la piel de su cuello, de su garganta y mandíbula inferior. En la región glútea y lumbar contaba con un absceso de 50 cm de diámetro. Esto le producía un dolor paralizante, lo que le impedía moverse con facilidad. Ya internado, fue necesario realizarle una toilette quirúrgica para eliminar todo el tejido necrótico y drenar el absceso. Eliminó tres litros de pus.

Boldo estaba dolorido, deshidratado y con un largo proceso de recuperación por delante. Desde ese momento, sus heridas se curan a diario. Le falta tejido muscular. Pero hoy, después de haber eliminado bolsas de nylon que comía en el basural donde lo dejaban, se encuentra estable.

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