Se conocieron en 1992, cuando ella fue como fan a verlo tocar en San Luis. Con los primeros acordes, él la descubrió entre la multitud y pidió que al terminar el show la buscaran. En agosto cumplen veintisiete años de casados
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Abre la puerta él mismo, sonríe y acompaña al equipo de ¡HOLA! a la galería de la casa en Nordelta que frecuenta cada vez que necesita salir de la ciudad. Está contento después de una noche en familia, ya que celebraron de manera íntima, acorde con los tiempos que corren, el casamiento de su sobrina y ahijada. “Recién hace un año empecé a tomar una copa si hay una ocasión que lo amerite”, dice Juan Sebastián Gutiérrez (58), Juanse para todo el mundo. Hace años que el líder de Ratones Paranoicos –que además cuenta con una prolífica carrera solista– dejó los excesos de lado tras una conversión que lo llevó a salir a la calle no sólo a rockear sino también a dar testimonio de su fe en Dios. Recibió críticas, claro, según reconocerá en un rato, tras posar por primera vez con su mujer, la ex modelo Julia Testai, con quien lleva veintisiete años de casados. Pero aprendió a seguir adelante más allá de la opinión ajena. Por estos días, el hombre que creció en Devoto y recibió su nombre por Johann Sebastian Bach vuelve a sorprender, esta vez con la guitarra de lado, para medirse en la cocina de MasterChef Celebrity (Telefe). De los prejuicios que se hagan cargo los demás.
–¿Estar en el reality fue una consecuencia de la pandemia, de no poder salir a tocar?
–Y, sí. Mirá, cuando nosotros empezamos a hacer rock & roll en los 80, éramos una banda de adolescentes en un garaje. No había rock & roll en ningún formato y, tiempo después, a partir de nosotros, aparecieron un montón de bandas que lo hacen. Un día, me llamaron del programa de Marcelo Tinelli, Ritmo de la noche, donde ningún músico de rock quería ir porque te prendías fuego. Pero para nosotros era el único medio que teníamos para alcanzar un espectro masivo, así que fuimos. Y después terminaron yendo todos, hasta Spinetta. Es decir, estoy acostumbrado a romper barreras. Pero, además, una vez, en un baño, mientras leía una revista, me enteré que Ozzy Osbourne había ido a MasterChef. Entonces pensé: ¿por qué no puedo ir yo? Tengo hasta la misma dislexia.
–¿Así te convenciste de ir?
–La verdad es que era una muy buena propuesta y sirve en esta época. Al margen de que sea popular, el formato es muy serio. Sentí que no había conflicto. Obvio que había un prejuicio, pero aunque hay un distanciamiento aparente con la televisión, todos estamos en el mismo medio. [Piensa]. La pandemia tuvo su aspecto negativo, pero siempre de estas experiencias traumáticas sacamos cosas muy positivas, como romper barreras de integración, o te enterás de carreras que pensás que fueron impuestas pero resulta que las fueron construyendo paso a paso. Cuando vos estás todo el día arriba de un avión, no estás muy al tanto de lo que pasa. Y después, cuando volvés decis: “¿Y este de dónde salió?”. Pero resulta que sos vos el que no lo conoce.
–¿Tenías alguna relación con la cocina?
–Cocino desde siempre minutas, ensaladas, carnes, tucos. En mi familia, que es muy numerosa tanto de parte de papá como de mamá, todos cocinan. Mi abuela Mina hacía unas sopas muy espesas que arrancaban a las nueve de la mañana y recién se comían a las siete de la tarde. Era una cocina muy sabrosa, sin apuros. Las milanesas de mi abuela Tata, siempre de peceto o lomo, eran increíbles, con un exorbitante equilibrio entre el parmesano, el pan rallado y mucho huevo. O los fideos de mi tía Nina… Yo soy hijo único, pero era un malcriado de mis tíos Carlos y Negrita, que vivían en una casa espectacular en Ramos Mejía y ahí pasaba muchísimo tiempo con mis primos mayores y sus amigos.
–¿Aquellos primos influyeron en tus elecciones musicales?
–Toda mi familia influyó. Papá era compositor y mamá, marchand. Ella tenía un gusto exquisito, un ojo crítico muy particular. En cuanto al resto, el que no ejerció alguna disciplina artística está relacionado con el arte de alguna manera. Mi tío Eloy, por ejemplo, fue un gran artista plástico, y mis sobrinas, dueñas de Lacroze Studio, son las que diseñaron todos estos muebles que ves.
–¿La pandemia te despertó alguna pasión desconocida?
–Yo nunca dejé mi actividad. Además, tengo varias facetas. Por ejemplo, hace cinco años que estudio Teología en el Champagnat, que es un terciario para catequistas. Yo no pienso en serlo, pero curso las materias de teología. Después, tengo mi comunidad en Lanús, que es Jesús Pan de Vida (con el Padre Fernando Abraham a la cabeza). Tenemos una actividad misionera, por decirlo de alguna manera, porque actuamos en comunidad pero tenemos la misión de difundir la palabra donde haga falta y sin vincularla exclusivamente a la fe cristiana. Somos cristianos católicos, pero hablamos desde una apertura grande, que es la línea que nos bajó [el Papa] Francisco. Creo que Dios se manifestó en distintos momentos y esos distintos momentos generaron distintas formas y nombres, pero en el fondo es el mismo y coincidimos en que estamos acá porque hay un creador.
Y UN DÍA TODO CAMBIÓ
–¿Cómo fue puntualmente tu conversión?
–Dios está en permanente contacto con nosotros, lo que pasa es que nuestra capacidad no acredita que algo pueda estar permanentemente y en forma invisible a nuestro lado. Entonces es lógico que nos dejemos acompañar más por el mundo que por Dios.
–¿Pero qué te pasó concretamente? Vos estabas mal, según contás en el documental Rocanrol cowboys (Netflix).
–Sí, yo estaba mal, pero no desde el punto de vista anímico. Cuando estás en la cresta de la ola hay muchas cosas que se te van de las manos. En mi caso, se me había ido de las manos el consumo, el alcohol, el cigarrillo, el trabajo, que también puede transformarse en algo adictivo. A mí me pasó que estaba en el living de mi casa, había comenzado a estar en contacto con eso que yo veía que podía ocurrir, pero no se me manifestaba de ninguna manera. Entonces entré en una crisis muy grosa, por suerte estaba solo, lloré y me descargué la bronca. Yo no cuento el tiempo, pero fue hace más de diez años seguro. Dos o tres meses después, estaba otra vez en el living, donde me encerraba y nadie podía entrar, los chicos se quedaban afuera espiando, y yo componía, leía o me quedaba mirando una ventana que da a la terraza. De repente me paré, empecé a caminar hacia la puerta y sentí algo que me llamaba la atención. Volví sobre mis pasos y fue una cosa… [Hace una pausa]. Trato de ser gráfico porque es imposible de relatar, pero había como una ficha, un rectángulo transparente quieto flotando sobre mí. Dije: “Me está pegando algo que me tomé hace una semana”. [Se ríe]. Caminé, me atravesó y cayó. Era agua, eran lágrimas, como un colirio que rebotó en el piso. Creía que estaba soñando. Inmediatamente, sin escuchar ninguna voz ni nada, se me apareció mi imagen sentado en el sofá pidiendo, como había hecho meses atrás. Fue como ¿querías esto? Bueno, ahora lo tenés, pero con la responsabilidad de permanecer. Así lo viví yo, pero como somos únicos para Él, cada uno tiene una experiencia diferente.
–¿Qué pasó después? ¿Se lo contaste a alguien?
–No. Hacía como seis horas que no salía y me golpeaban la puerta, pero no podía hablar. Dije que me había quedado dormido escuchando música. Después, cuando todo se calmó un poco dentro de mí, lo pude hablar.
–Las adicciones no se dejan de un día para el otro. ¿Cómo hiciste?
–Es verdad, pero en mi caso fue de un día para el otro. Alfredo Cahe, mi médico, al principio estaba preocupado porque dejar todo de golpe puede generar una reacción inversa en el organismo. Después de unos chequeos me dijo: “Te cambiaron los valores, parece que te hubieran tirado dentro de un Laverap. ¿No tenés ganas de un cigarrillo o de tomar algo?”. Y no. Me hizo más estudios químicos en el Hospital Alemán, y todo bien.
–¿Entre los rockeros hubo prejuicios con tu cambio?
–Hubo una etapa primero de socarronería, que es lógica, me decían el padre Johnsi. Pero fijate cómo acciona el Espíritu Santo que todavía me siguen preguntando sobre esto.
–No es muy común ver un rockstar convertido…
–Justamente esa es la forma en que la fe se fue adaptando a los tiempos. Donde menos lo pensás ocurre.
–¿Y qué pasó con tus fans?
–Cuando tenés atrás este soporte, te mandás, Él ordena todo lo demás. A veces somos pudorosos con la fe, pero en mi caso no siento ningún tipo de resquemor, me siento seguro. En cuanto a la gente, algunos se prenden, otros sienten temor, a otros les da vergüenza reconocer la fe. Mi testimonio no es estar todo el tiempo hablando de Dios, o de Jesús, o de nuestra Madre. Mi testimonio es que vean que yo no soy el mismo de antes.
ORGULLO POR PARTIDA DOBLE
–¿La fe se comparte en tu casa?
–Sí. Pero hay que ir despacio porque si a mí me pasó después de los 40 no puedo exigirle a una criatura de 20 años nada. Tampoco está bien decir: “Que él decida”. Los chicos necesitan correcciones. Yo las tuve, mis hijos las tuvieron.
–¿Cómo son tus hijos?
–Superlibres. Tanto Daland (27) como Bárbara (22) viven en otro país (en Inglaterra), pero la responsabilidad que sé que tienen antes de abrir una puerta, hablarle a alguien, la adquirieron porque tuvieron las correcciones. Y eso que yo desde 1991 al 2009 di ochenta y seis shows ininterrumpidos por año.
–Difícil criar chicos así…
–Muy. Mi presencia estuvo, porque hice todo lo posible. Lo que nos favoreció fue la familia numerosa de la que te hablé. A lo mejor pasaba un mes sin verlos, pero llegaba y había esas reuniones enormes que compensaban la ausencia con exceso de presencia. Además, acertamos mucho con los lugares donde estudiaron porque los supieron contener (fueron al Manuel Belgrano y al Sworn). Inclusive, uno no terminó el secundario pero se especializó en el idioma y le posibilitó irse a vivir a una hora de Manchester.
–Daland tiene una banda de música, ¿no?
–Sí, Lions Machine (se le ilumina la mirada). Anda muy bien. No es porque sea mi hijo, pero es la primera vez que veo que la BBC le hace seis notas a un pibe joven, argentino.
–¿Te pide consejos?
–Sí, pero al final termina dándome consejos a mí. Es que vive en el lugar donde nació todo lo que nos gusta.
–¿Qué hace tu hija?
–Barbie es artista plástica, pero también creó un sistema de distribución de comida gourmet vegana y parece que anda muy bien. Y enseña inglés y español allá. Los extraño un montón, pero estoy muy contento de que hayan tomado la decisión que no tuvo que ver con ningún tipo de crisis, sino con hacer lo que quieren. Me compensa saber que están donde quieren estar, y conocieron a sus vínculos allá. Ya están grandes.
LA FAN MÁS LINDA
–¿Cómo conociste a Julie?
–Fue en el 92. Después de un viaje a Londres, volé a París y estando allá había tomado la decisión de quedarme a vivir ahí. Pero a los veinte días me di cuenta de que tenía unos shows programados: siete en Bogotá, uno en Buenos Aires y otro, un 21 de septiembre, en San Luis. Ahí, entre el público, estaba ella.
–¿La viste de entrada entre la multitud?
–Sí. Y les dije a mis custodios que la fueran a buscar. Terminado el show, yo estaba en el auto, esperando, y vino otra. ¡Trajeron a otra chica!
–¿Qué hiciste?
–Le pedí disculpas, no era ella. A la noche, ya había perdido la esperanza, pero después del show nos llevaron al único boliche que había y cuando entré, estaba ella trepándose a una pila de parlantes. Fue traumático porque nos fuimos a dar una vuelta por la plaza y todo el pueblo empezó a hablar, hasta el cura de la radio se quejaba: “Cómo puede ser que traigan a este grupo de malvivientes, encima uno se pasea con una de nuestras chicas”. Al día siguiente me fui a Mendoza y me la llevé en el remise. Su mamá no sabía que se iba a quedar, así que imaginate el lío que fue.
–Julie te habrá cuidado en momentos difíciles…
–[Se ríe]. Me ha pegado con el palo de amasar, me ha atrapado en todo tipo de situaciones… Pero la familia es como en un club, uno se pelea con otros, pero cuando llega el día del partido todos patean para el mismo lado. Eso no tiene precio. Hace casi veintisiete años que estoy casado y es para siempre. Tampoco soy Simon Templar, pero si hay algo que Dios te revela es que esa persona que conociste, de la que te enamoraste, y con quien formaste un vínculo de convivencia hay que cuidarla y jugarse por eso.
–¿Te arrepentís de algo de lo vivido?
–No, esos errores fueron marcando el camino para alcanzar la fe. Después sí, te tenés que arrepentir de corazón de haber hecho algo que no está bueno. Estoy cansado de ver megafiguras que terminaron trágicamente solas, no digo que sea el único motivo, pero influyó la ausencia en el corazón de un alma que no alcanzó la espiritualidad.
Maquillaje y peinado: Joaquina Espínola (@joaquinamakeup_) Agradecimientos: Nomade Tienda de Moda
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