Juan Sklar. “El progresismo no está peleado con Disney”
Los dibujos animados no son solo cosa de chicos. Al menos no para Juan Sklar (36), docente, escritor y exguionista que ganó notoriedad fuera del ámbito cultural a fines del año pasado, cuando en una carta abierta a Alberto Fernández levantada por los principales diarios del país le cuestionó al actual presidente su análisis de Bugs Bunny. Sucede que desde el desembarco de Sklar en Radio Metro y sus columnas sobre la ideología de los films animados en Basta de todo, algo cambió. Una charla TEDx y un libro titulado Ideologías Animadas, fueron resultado de esas apariciones semanales. A su vez, la sección Cartas al hijo, hecha anteriormente en Vorterix, se convirtió en un libro que recopila los textos que su pequeño Goran (4) leerá en el futuro. Su novela Nunca llegamos a la India, donde el protagonista dinamita los tópicos más frecuentes de la espiritualidad, rankeó primera en las ventas de varias librerías porteñas y su escuela de escritura, El cuaderno azul, ha llegado a los 150 alumnos. En medio de esta movida, Jano, alter ego de sus ficciones, exuda sexualidad, misoginia y cierto racismo no muy bien encubierto. Sklar, por supuesto, no se hace cargo. "A esta altura, los lectores tienen que estar recontraentrenados para diferenciar la posición moral de un personaje, la posición moral de una obra y la posición moral del autor", asegura.
–¿Hay mucho prejuicio con las películas de animación?
–Yo antes era guionista y daba clases de análisis de films en el Laboratorio de Guion, la escuela de Patricio Vega. Ahí analicé mucho Toy Story 3 y Shrek, por ejemplo. A los alumnos les sorprendía la carga ideológica tan clara que puede tener un dibujo animado, porque en general hay dos grandes prejuicios. Uno es el de izquierda, dicen: "Tienen contenido ideológico, pero es imperialista". Y en la vereda opuesta están los que dicen que directamente no tienen mensaje, es entretenimiento llano. Y la verdad es que los films mainstream animados, del 89 para acá, son feministas, anticolonialistas, con un mensaje ecologista, siempre están del lado de la juventud en los conflictos intergeneracionales... En La Sirenita tenés un mensaje feminista, una mujer cuyo deseo sexual es reprimido por un padre contra el que se revela; en Mulan tenés diversidad de género con una protagonista que se traviste y rompe su mandato de género; un mensaje antirromántico lo tenés en Pocahontas. Por nombrar algunos. Digo, antes de Frozen, Disney ya era feminista desde los 90.
–Sin embargo, como decís en tu charla TEDx, la diferencia de clase sigue siendo un tema tabú.
–Bueno, ahí hay otro punto. ¿Por qué el progresismo se queda tecleando, pensando que Disney es machista? Por el famoso libro de Ariel Dorfman y Armand Mattelart, de los años 70, Para leer al Pato Donald. Ahí, Dorfman y Mattelart analizan las historietas del pato. Pero el tema es que Disney es un monstruo gigante con muchas líneas de producto, no es lo mismo una historieta que un film animado, que la muñeca de la película. La ideología de la película no es la del merchandising. Y el progresismo traspoló la crítica de estos autores a las historietas, un producto de tercera o cuarta línea, a las películas, y entonces quedaron en offside. Dorfman y Mattelart dicen que las historietas son machistas, colonialistas, materialistas y, sobre todo, una defensa del capitalismo. Ahora bien; el capítulo central de ese libro dice que el único concepto que Disney nunca va a tocar es el de clase social, y eso sí es verdad. Incluso las películas que parece que son de conflicto de clases no lo son, como Bichos, una película anticolonialista, es la guerra de independencia norteamericana, pero no hay conflicto de clases. Entonces; habiendo dejado eso en su lugar, todo lo demás lo cambiaron: ahí, Disney es superprogresista.
–¿Por qué pensás que pegó tanto tu columna?
–Bueno, por un lado es una gran herramienta pedagógica para padres y maestros, pero también nos interpela sobre las películas de nuestra niñez. Es discutible si las películas para niños pueden formar ideología, pero sí es seguro que son el termómetro de lo que piensa una civilización en determinado momento. Si querés saber eso, mirá su arte infantil: no puede no ser exitoso porque tiene que tocar una sensibilidad obligatoriamente. El cine mainstream americano hoy está diciendo: queremos un mundo feminista, sexualmente diverso, inclusivo, antirracista, donde las clases sociales sigan siendo intocables.
–En este contexto pasa lo del Alberto. ¿Tuviste repercusión de parte del Gobierno?
–No, yo tampoco lo busqué.
–Pero no coincidís con lo que el presidente dijo de Bugs Bunny.
–Para nada. Bugs Bunny no es ni un oportunista ni un estafador: es un justiciero que se burla de los poderosos. Su arma más poderosa es burlarse. La visión de Alberto me parece errada, pero no me parece errado que un presidente se ocupe de la ideología que transmiten los dibujos animados. Alberto cuando explica esto expone 3 o 4 puntos de una ética, que básicamente coincide con lo que hoy sostiene Disney. El progresismo no está peleado con Disney.
–Todos ven en Jano, protagonista de tus novelas, a un alter ego. ¿Cómo te llevás con eso?
–En una época donde todos parecen estar muy perseguidos por la posición ideológica del arte, yo creo que los libros impresos en papel tienen una libertad tremenda. Cada vez que le cupo una crítica moral o ideológica al narrador, el lector que lo critica quedó realmente muy ridículo. Yo ni me hago cargo de mi narrador, que tiene su cuota de misoginia, de machismo, de racismo. No me hago cargo y punto. Aun así, es un personaje que ninguna de las novelas premia: termina solo, castigado, angustiado. La narración no lo recompensa.
–¿Y que sucede con un libro como Cartas al hijo?
–Para mí es más personal la literatura que el ensayo, que es más careta. En la literatura dejo una víscera, una parte de mí. El ensayo es algo que uno piensa, y nadie es lo que piensa. Pensás lo que te gustaría ser, a menos que sea algo autobiográfico. Pero yo a mi hijo no le demuestro lo que soy en esos ensayos. El libro está dedicado a él, pero escribo sobre lo que yo veo y considero de la paternidad. Lo que uno dice no es lo que uno es. El ensayo son ideas que pueden servir más o menos a los demás, pero mi vida no respalda esas ideas.
–¿Qué mirás con tu hijo hoy?
–Miramos Disney, pero también Paka Paka, es muy fanático de Zamba.
–Vos decís que las películas animadas son la maquinaria ideológica más potente de este tiempo, y les pedís a los padres que no dejen solos a sus hijos. ¿Qué consejos les das para eso?
–Que charlen, que vean las películas con sus hijos. En vez de ponerles la peli para dejarlos enchufados e irse al baño a mirar Instagram, pueden usar la película para compartir un momento y hablar de los personajes, los temas están muy a la vista, no tiene que ser algo filosófico. Si mirás Shrek, por ejemplo, alcanza con decirle algo como "la gente horrible también es buena". Lo entiende un nene de 4 años. Hoy la publicidad nos bombardea con el concepto de que la gente buena es bella, la vieja tríada socrática de bello, bueno y verdadero que aún sigue vigente en Occidente, ¿no? Todavía se cuela eso de que alguien bello y limpio es bueno. Bueno, acá hay un tipo gordo, verde, sucio que hace asquerosidades en un pantano, pero que también es el héroe. Eso es algo supersencillo que podés hablar con un nene chiquito y mostrarle otra faceta del mundo.