La maquinaria de Hollywood desembarcó en nuestro país para promocionar su última joya: Los dos papas, la película producida por Netflix que cuenta la historia detrás de Joseph Aloisius Ratzinger y Jorge Bergoglio. Con Jonathan Pryce (72) –Game of Thrones, Evita– y Anthony Hopkins (82)– El silencio de los inocentes– a la cabeza, el estreno del largometraje dirigido por Fernando Meirelles tuvo lugar en la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Allí, periodistas de Estados Unidos, México, Brasil y Perú se dieron cita para cubrir la premiére y hablar con sus protagonistas.
Después de un día cargado de reportajes, producciones de fotos y ruedas de prensa, Juan Minujín (44) termina con la voz ronca y agotado, pero contento. "Muy contento", especifica el actor, quien en el film encarna a un joven Jorge Bergoglio antes de convertirse en el papa Francisco.
–¿Alguna vez te imaginaste compartir pantalla con estas estrellas?
–En realidad, creo que siempre tuve la ilusión de trabajar con figuras de reconocimiento internacional. En algún momento con papá vivimos en La Boca, en uno de esos edificios muy altos, justo frente al río. Me acuerdo que una vez, cerca de ahí, estaban filmando Highlander II con Christopher Lambert y yo con todas las ganas que tenía de ver cómo trabajaban, le saqué a él un telescopio que había comprado para mirar las estrellas y la luna. Por supuesto, espiaba la filmación, a pesar de que sólo se veían luces… [Risas]. Siempre tuve la idea, no te digo de llegar a Hollywood, pero sí de trabajar en una escala más grande, con artistas de otros lugares.
–Tuviste que trabajar codo a codo con Johnathan Pryce porque él también interpreta a Jorge Bergoglio.
–Sí, tuve que viajar a Londres para ensayar con él y, además, grabé los audios de sus diálogos en inglés para que su coach le enseñara a pronunciar el inglés de los argentinos. Tuve la suerte de vivir un tiempo en Londres, cuando daba mis primos pasos en el oficio y tratando de construir mi carrera de actor. La remé mucho, laburando por dos mangos, pero estudiando y soñando con ser actor. Llegué a trabajar de estatua viviente… Fue una gran experiencia. Por eso, volver a esa ciudad, ya desde un lugar más asentado, con un proyecto así de grande, lo viví como un sueño cumplido. Desembarcar en Londres en ese contexto fue muy emotivo. Las vueltas del destino me dieron este final casi mágico.
–Tus hijas Amanda (12) y Carmela (9) también se animaron a seguir tus pasos y hace poco participaron con vos en una película… ¿Cómo fue esta experiencia?
–Me gusta que lo hayan disfrutado dentro de la dimensión del juego. Si tuviesen ya una mirada más profesional, me daría un poco de temor. Porque para mí la infancia está para ser infante, para ser niño y disfrutar de eso, donde podés divertirte sin la presión de si te aceptan o no te aceptan en un casting, si gustaste o no… Yo tuve una mamá y un papá que lo que más me dieron fue confianza. Mamá es socióloga y papá matemático, con lo cual el arte no estaba muy presente en mi casa. Para ellos, que yo no hiciera una carrera universitaria fue raro. Sin embargo, me alentaron siempre a estudiar y a buscar una profesión que me gustara, para que cuando pasara la mayor parte del tiempo trabajando, lo pudiera disfrutar. Y eso intento hacer con mis hijas.
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