Juan Gatti: “El mundo se está transformando en un shopping”
El artista que diseñó tapas míticas del rock y trabaja con Almodóvar y Faena define a Jeff Koons y Damien Hirst como “piratas del arte”... pero los admira por eso. Dice que hacer negocios también es un arte y propone, ante la uniformidad de la globalización, defenderse con identidad
"Hagan un dibujo”, pidió la maestra. Los chicos que comenzaban ese día el jardín de infantes en el colegio Nazaret, en Quilmes, tomaron sus lápices y se pusieron a trabajar. Horas más tarde, la maestra se acercó con un puñado de papeles a la madre del pequeño Juan. “Esto es lo que suelen dibujar los alumnos –le mostró–. Un perro, una casa... Y esto es lo que hizo su hijo.”
Sobre el papel se desplegaba un escenario con bailarinas y una orquesta completa, tocando. María no se sorprendió. Estaba acostumbrada a que su hijo creara figurines y montara desfiles imaginarios debajo de su mesa de costura. Promediaba la década de 1950 y ella lo llevaba cada sábado a los teatros porteños a ver todo tipo de espectáculos.
“Creo que fue ahí donde se empezó a despertar mi pasión por lo visual”, dice hoy Juan Gatti, maestro de varias generaciones, en el luminoso penthouse de Retiro que visita tres veces por año. Luego regresa a trabajar en su estudio de Madrid, donde vive desde principios de la década de 1980.
En el lugar justo, en el momento indicado: así parece haber vivido este hombre que maduró con la generación del Di Tella, diseñó las tapas de los mejores discos del rock argentino antes de mudarse a Nueva York, fue director artístico y fotógrafo en las principales revistas de moda del mundo y trabajó con Pedro Almodóvar desde los comienzos de la histórica “movida” madrileña.
“Nunca he comprado un cuadro. Supongo que es como si fuera médico y coleccionara riñones”, observa Gatti con risa pícara en este refugio minimalista, una suerte de trinchera de lujo desde la cual dispara contra Jeff Koons, Florencia de la V, Susana Giménez o Ferran Adrià. Pocos se salvan del humor ácido de un artista polifacético que no tiene pudor en autodefinirse como “el Miguel Ángel” de Alan Faena.
Acaba de aceptar otro encargo del empresario argentino, tras haber dejado su huella memorable en los murales que diseñó para su hotel en Miami. Mientras tanto, semanas después de haber inaugurado en el CCK una muestra que incluyó vestuarios diseñados para obras de Alfredo Arias, el 5 de octubre presentará en el Palais de Glace Transhispania, una exposición de fotografías publicadas por la revista madrileña Candy. Famosa por su espíritu provocador, en su segundo número puso en tapa al actor James Franco vestido de mujer con el título Viva Franco.
“Es una revista sobre lo transexual, pero también sobre la transformación –aclara Gatti–. Acá siempre muestran la parte trans un poco trash, pero nosotros quisimos hacer un trabajo más elegante y hacer a los chicos y chicas que, aparte de ser trans, son directores, artistas... Es básicamente la transformación en busca de una identidad.”
Es un tema muy contemporáneo.
Es un tema muy caliente, en un momento en que los trans están teniendo respeto. Hay una cosa que me preocupa mucho, y trabajo bastante contra eso, que es el bullying en los colegios. Dándole dignidad a eso en cierta forma estamos curando, para que los chicos no se avergüencen de su identidad. Que se enfrenten a los bravucones y no sufran.
¿Por qué le preocupa tanto ese tema? ¿Ha sufrido bullying en su infancia?
Al contrario, en mi infancia era como un buller. Siempre estaba haciendo pandillas y nos metíamos con los otros chicos... Supongo que para defender mi propia identidad me había convertido en el cuco. Estoy muy arrepentido. Eso fue en la primaria y la secundaria. Cuando fui a Bellas Artes, las cosas cambiaron. Es una educación mucho más permisiva, ya te enterás de que hay artistas homosexuales... Es distinto.
¿La búsqueda artística permite asumir la propia identidad?
No podés tener una expresión artística auténtica hasta que no asumas tu identidad. Es básicamente un problema de identidad y de libertad cultural. Cualquiera que disfrute de una sexualidad distinta, o simplemente que se quiera comprar un par de zapatos de taco alto sin ser mujer, que lo haga y que disfrute.
¿Cómo ve ese tema en España y en Buenos Aires?
Hay cosas que culturalmente en España están mucho más aceptadas. En España hay gente que ha trascendido eso y que es respetada por otras cosas. Acá sigue siendo el freak, aparte de dos o tres casos... El fenómeno Florencia de la V tampoco me parece acertado. Empezó muy bien, pero después, para ser aceptada, tomó un modelo de señora bien de Barrio Norte. Creo que la gente se tiene que integrar siendo como es.
En la época de Menem dejó de venir a la Argentina porque decía que Buenos Aires se estaba convirtiendo en una “Miami de cuarta”. ¿Cómo ve hoy acá la sociedad?
En este momento no tiene nada que ver con Miami. En esa época, personajes como Menem y Susana Giménez tenían un valor... Era como el triunfo de la grasa. Todas las chicas eran rubias. Yo iba a Florida y decía: “No puede ser, esto es Finlandia”. Ahora ya hay chicas morenas, empiezan por respetar el color de su pelo. Ahora veo que hay una generación joven muy interesante, con ganas de hacer muchas cosas, aunque veo que muchas veces las ganas superan la cultura o la experiencia. En este viaje he estado por varios ministerios y veo que hay una revalorización de la juventud… pero no saben nada. Hay que equilibrar un poco. Que no sea un mundo de becarias porque sino estamos jodidos.
¿Qué opina de los artistas locales? ¿Hay alguno que le interese?
Me gustan muchos artistas de aquí. Empezando por Kuitca. El grupo de Luna Paiva... Hay un grupito de jóvenes que me interesa, aunque desgraciadamente no sigo los nombres de todos. Pero creo que hay un lindo movimiento.
A partir de los murales que hizo para Alan Faena fue llamado “el Miguel Ángel de Faena”. ¿Qué opina sobre ese apodo?
Es gracioso, porque yo mismo decía que me consideraba como Miguel Ángel. En el Renacimiento, los artistas trabajaban para los príncipes o los papas. Alan es como un Medici, un Borgia. Me gusta cuando el arte tiene una finalidad. Pienso que el nacimiento del arte fue religioso. Los pintores, tanto los religiosos como los muy primitivos de las cuevas, o los celtas, usaban el arte como una especie de invocación religiosa, mística o mágica.
¿Faena tenía un pedido específico de cómo quería esos murales?
No, me dio bastante libertad. Quería ciertos elementos que para él tienen significado, como las rosas. Básicamente, son pinturas muy simbólicas. Puedo tener varios estilos, pero siempre considero que mi arte es simbólico.
Después de todo lo que ha vivido, ¿qué le genera adrenalina hoy en su cotidianidad?
Cualquier desafío. Me muevo solamente con desafíos. Por ejemplo, cuando Alfredo Arias me propuso hacer cosas para él, nunca había trabajado en teatro ni había diseñado vestuarios. Una vez que logro una cosa, ya pierdo totalmente el interés y tengo que empezar con otra.
¿Y qué sería un desafío en este momento?
Hacer algo que no hice. Lo que sea. Ahora, Alan Faena me propuso empezar a hacer una cosa que nunca hice, y eso me excita.
¿Se puede adelantar qué es?
No. Sí que es una cosa que no hice y que me tiene ocupado.
En la Documenta de Kassel de 2007 lo invitaron a Ferran Adrià como el gran creativo español. ¿Quiénes considera que son hoy los grandes creativos en España y la Argentina?
Hay muchas cosas a nivel creativo que me recuerdan películas como las del director francés Jacques Tati. Vas al restaurante de Ferran Adrià, te abre un plato, lo olés, te lo cierra y se acabó. Hay cosas que me parecen un poco ridículas. También, algunos artistas conceptuales, para quienes el discurso vale más que la obra. Yo creo que hay gente creativa en todo: en canto, en arte, en teatro, en música... Pero hay una cosa que no me gusta en este momento, que está muy mezclada con el comercio. Eso hace que admire a gente que son los mayores piratas del arte, pero que han entendido cómo es la historia. Están superconsagrados y lo que están haciendo es quitarles el dinero a los ricos. Damien Hirst, Jeff Koons y toda esa gente que hace producciones en serie. Me parece que hacen bien. El arte en este momento es una inversión, y está al servicio de las inmobiliarias. No sé aquí, pero afuera cualquier edificio tiene que tener un Koons, un Hirst o lo que sea. Si Costantini pone un Koons, el otro pone...
Es como una competencia.
Sí. Es como cuando hacían el Partenón y ponían la escultura de Zeus. Son los grandes emperadores invocando a los dioses.
¿Por qué dice que admira a Hirst y a Koons?
Son artistas mercenarios. Me gusta la imagen de estos chicos, que son superinteligentes. La obra de Hirst me interesa. Lo he conocido, y es como un hooligan.
¿Es arte si sólo se piensa en el comercio?
Creo que estos chicos hacen arte pensando en el comercio, pero lo que hacen no está mal. Es un arte que funciona. Antes las fortunas se heredaban, ahora hay muchas fortunas que han surgido de la creatividad. Los chicos de Silicon Valley que han inventado negocios, se han hecho ricos... El negocio también es un arte. Si considerás que la comida es un arte... ¿Por qué no considerar que una persona que hace un negocio creativo es un artista?
¿Qué quiere decir que es “un arte que funciona”?
Que funciona cuando sabés para qué está dedicado y lográs los fines de eso. A veces funciona en alguien que quiere dejar un mensaje. Otras veces funciona porque queda bien en los halls de los edificios. Creo que hubo una saturación del término “arte”, se banalizó. He visto tanta gente tan mamarracha que se define como artista... Tampoco me interesaba cuando el arte era una cosa muy selectiva, pero cuando la gente no consumía tanto arte podías ir a un museo tranquilo. Ahora tenés que hacer colas, pelearte con las madres, los chicos te pisan, ponen los chupetes en los cuadros... Por una parte, está bien que se popularice. Y por otra parte... ¿No era mejor antes?
Los artistas se convierten en una marca, de alguna manera.
Sí. Por ejemplo, Damien Hirst tiene una tienda online donde podés comprar millones de cosas. El pañuelo, la camiseta...
Koons diseñó carteras para Louis Vuitton con la imagen de la Mona Lisa...
Eso es vergonzoso. Yo les diría a esos chicos que disimulen un poco. Lo que hizo Louis Vuitton cuando empezó con Murakami, con Sephen Sprouse, era serio. Pero ahora es un mamarracho. Estuve hablando con una persona de Louis Vuitton y me dice: “De eso no vendemos nada, pero haciendo eso no sabés qué cantidad de carteras clásicas vendemos”.
Hace un rato me decía que lo que hacen Koons o Hirst le parece bien, y ahora me dice que es vergonzoso...
Me parece bien cuando está bien hecho. Hay artistas que trabajaron para Louis Vuitton e hicieron cosas lindas. Lo de Koons es muy feo. Es como el monedero que te están vendiendo dos calles más allá, en la Rue de Rivoli. Pero Koons hace cosas que me encantan.
¿Usted también se considera un artista que se ha convertido en una marca? ¿O una leyenda?
Una marca no tanto, tampoco una leyenda... Creo que me he convertido en algo que es muy raro, que a mi edad la mayor parte de mis seguidores son muy jóvenes.
¿Cómo se logra seguir siendo atractivo para las nuevas generaciones?
Supongo que porque nunca transé mucho. Nunca trabajé para grandes compañías, o para publicidad. Porque no me gusta, y hubiese podido ganar mucho…
¿Por qué no le gusta?
En general me gusta tener encargos. He hecho botellas de perfumes… Me entiendo siempre mejor con el dueño que con el publicitario, que siempre a la larga entorpece todo el proceso. En cierta forma ahora se está dimensionando lo de la publicidad, pero en un momento era: el jefe del mercado, el jefe de no sé qué, el jefe de no sé cuánto… Y veías que era toda una historia para sacarle más dinero al cliente, y no resolver las cosas para que duren más tiempo y facturar más. Creo que la publicidad ha llegado, en los años 80 y 90, a la delincuencia. En general siempre he trabajado con creadores.
El trabajo interdisciplinario es muy importante para usted. ¿Cuál es la clave para que funcione bien un equipo?
Básicamente es el respeto, cuando creés que esa persona tiene talento. He trabajado para músicos, directores de cine, diseñadores de moda, directores de teatro… Para gente que ya hace un proceso creativo, donde ahí encajo. Pero encajo de una forma donde yo pueda tener un diálogo con ese creador, porque ya tenemos un código común. Se interrumpe cuando ponés un publicitario en el medio. Porque distorsiona.
¿Qué recuerdos tiene del Di Tella?
Tengo recuerdos festivos. Yo era el más pequeño. Creo que no llegaba a los veinte y toda esa generación me lleva ocho, diez años. Era como un fan, más que otra cosa. Me hice amigo de todos. En ese momento, Alfredo Arias, Marilú Marini o Juan Stoppani eran como los Beatles. Gracias a Dios he terminado trabajando con casi todos.
¿Cree que hoy la oferta cultural de Buenos Aires es comparable con la de otras capitales del mundo?
Totalmente. Hay cosas muy atractivas. La gente en este país es curiosa de la cultura. Y le da mucha importancia al teatro. Creo que hay más teatro en Buenos Aires que en Nueva York, en este momento. Tenés desde el Gran Rex hasta un garaje en Palermo, en Villa Crespo, donde están representando obras. Agarrás un periódico y son dos páginas de teatro. Eso me parece muy importante.
De todos los ambientes que frecuentó, del mundo de los músicos, de los artistas… ¿Cuál es el peor?
Creo que el peor es uno que no hice: la ópera. Porque se hace de una forma muy mecánica, nunca hay tiempo para nada, entre ellos son muy jodidos y muy competitivos.
¿La competitividad es el peor enemigo para el trabajo en equipo?
Exactamente. Y mirá que he trabajado en equipos fuertes, como los de Pedro Almodóvar…
¿Cómo es su relación actual con Amoldóvar?
Bien. Estamos recuperándonos. Tuvimos una especie de divorcio y ahora estamos como poniéndonos a prueba. Fuimos amigos durante más de veinte años y un poco por un capricho nos peleamos, y fue una cosa que se desmelenó, fue creciendo…
¿Están volviendo a hacer trabajos en colaboración?
Sí. Hizo una muestra de sus películas, y le hice todos los carteles. Y ahora que hace una exposición de fotos, le hice toda la gráfica.
Al principio hablábamos de la transformación, y esto es una señal de que la amistad se puede transformar también.
También. Se tiene que transformar. Creo que cada cierto tiempo la persona tiene que resetearse y reinventarse.
En un momento dijo que Almodóvar había pasado de la comedia al drama porque dejó de salir y se había vuelto más introspectivo, y que había ocurrido lo mismo con su propio trabajo.
Eso es innegable. Llega un momento en que empezás a ver las cosas distinto. Y ya no te divierte pasarte borracho, lleno de cocaína… Después de cierta edad, el cuerpo no aguanta. La introspección viene porque no salís. El otro día nos reunimos con el grupo del Di Tella y a todos les dolía algo. Yo digo: “Esto es como el PAMI. Estamos viejos, chicos”. Es gracioso porque la época del Di Tella coincidió con lo que estaba pasando en Estados Unidos y en Londres, que fue la exaltación de la juventud. Entonces cuando ves el poder de la juventud con achaques...
Pero la capacidad creativa y el sentido del humor se deben mantener igual.
Igual, igual. Todo lo que está haciendo esta gente es más maduro, más asentado, pero siguen con la pasión. Por ejemplo, ves una actuación de Marilú Marini en estos momentos y decís: “No lo puedo creer. Esta mujer está poseída”.
Es un espíritu joven.
Es un espíritu joven. Y por eso creo que todos tenemos seguidores jóvenes. Y el Di Tella se sigue respetando. Fue una manifestación libre que tuvo una identidad, y eso es valioso.
¿Cómo se logra mantener joven el espíritu?
Tenés que luchar mucho. En mi caso, siempre trato de estar rodeado de gente joven. Acá solamente me reúno con los viejitos. En Madrid mis amigos mayores tienen cuarenta años, como mucho.
En Instagram tiene 58.000 seguidores. ¿Por qué le gusta tanto esa red social?
Porque es una comunicación puramente visual.
El éxito de esa red respecto de otras, ¿tendrá que ver con que la imagen es cada vez más importante?
Sí, cada vez más. Además, la imagen es la comunicación primitiva. El primitivo, antes de saber cómo se escribía bisonte, lo dibujaba.
El poder del símbolo, del que estábamos hablando.
Y volvemos al principio, exactamente.
Ha dicho que no le gusta tener demasiada información para poder desarrollar algo propio… ¿Cómo logra desconectarse?
Me encanta tener información de cosas del pasado, y hacerlas modernas. Lo que no me gusta es ver lo que están haciendo mis contemporáneos, porque me da miedo influenciarme. Tanto en gráfica como en arte, detesto las tendencias. Cuando estás muy informado de lo que están haciendo ahora, un chico en Los Ángeles o en Italia, hay cosas que empiezan a parecerse. En el arte de los jóvenes está pasando lo que está pasando en las ciudades, que es terrible: la globalización. Hace veinte o treinta años ibas a Ámsterdam y te encontrabas con Ámsterdam. Ibas a Italia, y te encontrabas con Italia. En este momento vas a cualquier ciudad del mundo y encontrás la misma tienda de Starbucks, de Zara, de H&M… Transforman los edificios viejos, les dan la identidad de esas cadenas… Es todo como un gran McDonald’s. El mundo se está transformando en un shopping. Hace poco estuve en Amberes. Llegamos a la plaza principal y no sabías si estabas en Rusia, en Italia, Denver, Colorado, Wyoming… Estaban todas las marcas que hay en todo el mundo. Acá, gracias a Dios, se conservan ciertas cosas por falta de dinero.
¿Cómo qué, por ejemplo?
Ves todavía un almacén… O un sitio maravilloso que se llama El rey del cepillo… También he ido a Aux Charpentiers… Ves tiendas que todavía conservan una identidad.
Pese a que se ha perdido mucho también. Muchos bares…
Imaginate lo que está pasando con El Molino… Pero por ahí es mejor que se quede así, antes de que lo agarre Starbucks y le pongan el logotipo arriba.
O sea que la transformación es importante, pero tiene que tener un límite.
Sí. No hay que transformar todo en un mismo modelo. Yo hablo de la transformación como evolución, no como imitación. Cuando hablo de que la gente se tiene que transformar, no es que tengan que ser todos como Britney Spears. Hay que encontrar la identidad propia, no tener miedo de asumir esa identidad.
1950
Nace en Quilmes, provincia de Buenos Aires. Desde muy pequeño, junto con su madre, frecuenta los principales teatros porteños
1964
Ingresa en la Escuela de Artes Visuales Martín A. Malharro, de Mar del Plata. Antes de cumplir veinte años comienza a frecuentar a la generación de artistas que expone en el legendario Instituto Torcuato Di Tella
1978
Tras diseñar varias de las tapas (hoy míticas) del rock argentino, como la de Artaud, de Spinetta, se muda a Nueva York, donde comienza a trabajar con Kenzo
1982
Se instala en Madrid, donde trabajará como director artístico de la discográfica CBS y luego con el director de cine Pedro Almodóvar
1989
Asume como director de arte de Vogue Italia
2004
Es reconocido en España con el Premio Nacional de Diseño
2012
Tiene una disputa legal con Almodóvar por los derechos de unos carteles (hoy trabajan juntos de nuevo)
El futuro
Después de exhibir en el CCK los vestuarios que realizó para Alfredo Arias y mientras trabaja en un nuevo encargo de Alan Faena, presentará en el Palais de Glace Transhispania, una exposición de fotografías publicadas por la revista madrileña Candy
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