Juan Carlos Pallarols: el artista de plata
Es uno de los orfebres más importantes de la Argentina y ha trascendido las fronteras. Su taller es visitado por reyes, príncipes y presidentes. En esta entrevista, su historia, contada por él mismo, punzón en mano
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A su taller de la calle Defensa llegan reyes, príncipes y presidentes. También, coleccionistas, hombres de negocios, turistas y gente que, sencillamente, sabe apreciar lo bueno. Todos lo hacen atraídos por el aura que irradia la obra de este eximio platero, sexta generación de orfebres, artífice de objetos únicos e irrepetibles, de una belleza que suele conmover.
Soperas forjadas a martillo en una sola pieza, cinceladas y grabadas a mano; bandejas, platos, cubiertos, guiseras, jarros... Pero también facones, cuchillos, mates, platería gauchesca, arte litúrgico y los ya célebres bastones de mando presidenciales.
Claro que si él mismo tuviera que elegir su pieza favorita, ésa sería, sin duda, el cáliz que realizó especialmente para la Misa por la Paz que el papa Juan Pablo II celebró en Buenos Aires en junio de 1982, una obra de enorme significación en un momento muy especial –y doloroso– para el país.
Merecidamente, hace tiempo que el nombre, la marca Pallarols, traspasó nuestras fronteras, a fuerza de talento, de empeño y de haber logrado concebir un gusto y un estilo típicamente argentinos.
Desde niño, y como un juego, Juan Carlos Pallarols (1942) aprendió el oficio al amparo de su padre, Carlos, y de su abuelo, José, dos excepcionales orfebres vinculados a la platería argentina desde inicios del siglo pasado.
Los orígenes de la familia en el oficio se remontan a 1750, en la ciudad de Barcelona. Pocas cosas parecen haber cambiado desde entonces.
Con las mismas técnicas y las mismas herramientas, conservadas por centurias, una decena de oficiales, aprendices y alumnos comparte, ahora de este lado del océano, en el porteñísimo barrio de San Telmo, los secretos de los metales nobles bajo la batuta de este orgulloso continuador de la tradición familiar.
Visitar el lugar es un placer para los ojos y para el espíritu. Seguir el proceso por el cual el metal va tomando nuevas formas al compás de martillos, cinceles, buriles, bancos de estirar, crisoles y fraguas es como asistir a un alumbramiento. El proceso puede llevar días, semanas, meses y a veces también años. Porque, como dice Pallarols, el secreto de este oficio es trabajar cada pieza a mano y en forma absolutamente exclusiva.
"Nunca repetimos una obra, y siempre la hacemos a medida de la persona que nos la solicita –dice el orfebre–. El trabajo nace a partir de una primera charla con el cliente; a veces la gente se acerca al taller sin saber exactamente qué busca." Luego, en el diálogo, van surgiendo las ideas, los motivos, que se van volcando en bocetos hasta dar con el diseño deseado o soñado.
"Así llegó hasta aquí Máxima Zorreguieta", recuerda Pallarols. "Ella personalmente dibujó ante mí el diseño que quería para la bandeja de presentación de los anillos durante la ceremonia religiosa de su casamiento."
El motivo, que incluía los monogramas del príncipe Guillermo y de Máxima por separado, y también entrelazados, así como los símbolos de los dos países con sus escudos nacionales, además de flores de cardo por la Argentina y tulipanes por Holanda, fue aprobado por la reina Beatriz y realizado por Pallarols, único detalle argentino, junto con la música de Piazzolla, en una ceremonia religiosa tan impactante y emotiva como estrictamente holandesa.
Las anécdotas matizan la conversación con Pallarols, un hombre que hace lo que ama y ama lo que hace.
De un bolsillo saca una pequeña tarjeta personal: es del rey de España. Atrás tiene anotado en tinta "Juan Carlos" y el número de su teléfono celular.
La escribió con una lapicera de plata cuya textura imita una trama de tientos de cuero crudo, uno de los diseños exclusivos que Pallarols realiza para la firma Dupont de París.
"Es la misma con que firmó en mayo pasado el acta de casamiento de los príncipes Felipe y Leticia", dice, no sin orgullo, el orfebre.
El peso de la tradición
El punzón de Pallarols es hoy uno de los más importantes del mundo. Pero su historia no fue fácil ni todo se le dio servido en bandeja (de plata, obviamente), como se podría llegar a pensar. Ciertamente, el peso de la tradición le facilitó el aprendizaje del oficio. Lo mismo que ocurre ahora con su hijo Adrián, digno continuador de la saga familiar, y lo que –confía– ocurrirá en el futuro con algún nieto. O nieta. Porque Pallarols dice que nada lo ilusiona más que pensar en sumar mujeres a la empresa familiar.
"Durante años estuvo con nosotros una hermana de mamá. Era excelente, y trabajó en el taller hasta el día de su muerte", recuerda Juan Carlos. Claro que ahora sueña con incorporar una auténtica Pallarols.
Juan Carlos aprendió en el taller de su padre, en Lomas de Zamora, todo lo que sabe. "Empecé a ir a los 4 años. Para mí era un mundo mágico. A los 12 ya hacía piezas complicadas. De pronto levantaba la vista y veía que entraba Perón u otros personajones de aquella época", rememora.
"De a poco, mi padre me empezó a confiar trabajos, a desnudar los secretos de la profesión, a empaparme de la mística de la orfebrería y sus instrumentos", recuerda hoy. La vida parecía transcurrir por su propio impulso, hasta que, muy pronto, el precoz platero tuvo la oportunidad de aprender que en este oficio también se puede perder.
"Lo descubrí cuando le encargaron a mi padre construir el sarcófago de Eva Perón. Era una obra impresionante. La tapa era de plata, como si fuera una gran cama, con un mantel todo labrado, debajo del cual irían treinta y cinco o cuarenta baldosas de oro y plata, cada una representando a un sindicato. Otro de los requisitos era hacer una tapa de una sola pieza, porque la intención era levantarla todos los años para ver sus restos embalsamados", recuerda.
Ese trabajo exigió dedicación completa y una gran inversión, y, cuando ya estaba bastante avanzado, la revolución del ’55 dejó a Evita sin sarcófago y a los Pallarols con un serio problema económico. "Papá nunca llegó a cobrar ni un peso por ese trabajo, a pesar de que todo su capital fue destinado a esa obra. Nos costó ni más ni menos que nuestra querida casa de Lomas de Zamora."
Sin complejos
De allí en más, la pasión de Pallarols se confundió con la necesidad. Casi siempre, ganaba la segunda.
"Tuve que salir a hacer changas para poder sostener mis estudios en Bellas Artes. Hacía mil trabajitos en otros rubros para sobrevivir sin prostituir mi oficio."
Hasta que un día, leyendo una biografía de Dalí, descubrió que al genial catalán lo obsesionaba cómo difundir su obra. "Contaba que una vez se cruzó con un lisiado que lo increpó para pedirle algo y ahí Dalí se dio cuenta de que ésa era la manera de pedir: sin complejos, casi a los gritos. Yo empecé a hacer lo mismo: a moverme, a no esconderme ni esperar a que me vinieran a buscar. Comencé a viajar y a mostrar lo que hacía, y así logré que afuera me reconocieran antes que acá."
¿Qué hace falta para ser un gran platero? Pallarols no lo duda: pasión. "Pero mis maestros me decían que para ser un verdadero orfebre también había que demostrar que se podía repetir una pieza con la misma perfección siempre, porque una vez le sale a cualquiera... Ahí está la técnica."
Hoy Pallarols tiene un sello, un estilo que lo identifica, aquí y en el mundo. "Recibí influencias, pero hice mi propia síntesis. Estoy seguro de que ya no soy ni catalán, como mis antepasados, ni un producto típicamente de estas tierras. Mi obra es un cruce de culturas y estilos, pero yo siento que lo que hago es muy argentino."
Su padre le decía: "Tratá de ser el mejor y en el año 2000 te van a meter en una vitrina".
No se equivocó.
Por Carmen María Ramos
Para saber más www.pallarols.com.ar
Arte en movimiento
Mates, cuchillos, monturas, emprendados y otras piezas excepcionales de Juan Carlos Pallarols pueden verse en Espacio Ag-Arte del Plata, un espléndido local donde funcionó la casa Rhoder´s, en Marcelo T. de Alvear, frente a la plaza Libertad. El objetivo de este ámbito cultural –según su director, José Piñeiro Iñíguez– es mostrar obras y artistas que, en su conjunto, representen un arte muy nuestro.
"Buscamos reunir en un mismo espacio distintas expresiones del arte argentino moderno y contemporáneo –pintura, escultura, orfebrería y textiles– , con la idea principal de reflejar la identidad a través de la calidad."
Espacio Ag-Arte del Plata llevará la muestra de Pallarols y una colección de pinturas de Jorge Frasca a Europa durante el próximo octubre. Primero se exhibirán en la embajada argentina en París, para luego seguir rumbo a Portugal.