El 23 de marzo de 2004, tras permanecer seis días secuestrado, Axel Blumberg fue asesinado de un disparo en la sien por sus captores; su padre convirtió el dolor en un estandarte contra la inseguridad
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Un día como hoy, 18 años atrás, encontraban el cuerpo de Axel Blumberg, un estudiante de ingeniería de 23 años. Había estado seis días secuestrado y fue asesinado de un disparo en la sien luego de intentar escaparse. Su caso marcó un antes y un después en la política de seguridad del Gobierno gracias a su padre, Juan Carlos Blumberg, que se alzó en una cruzada contra la inseguridad. Su habitación, en la casa de Martínez, aún se mantiene intacta. La cama de una plaza tendida, la foto del viaje de egresados en la pared, el escritorio donde estudiaba con la computadora y su ropa en el placard. “Siempre voy a la habitación de Axel y le hablo. Uno lo extraña. Él era mi único hijo. Es terrible pasar por esto”, dice Juan Carlos.
Juan Carlos nos recibe en su hogar vestido con un sobrio ambo negro que deja entrever su estado anímico: un luto que se hizo carne. Trofeos exhibidos en una vitrina y cuadros de Axel de niño y joven que cuelgan en el living de una casa que pareciera haberse detenido hace casi dos décadas. El padre que movilizó a más de 100 mil personas ante la plaza del Congreso y Tribunales posee una apariencia rígida, imperturbable (que tal vez actúa como una especie de armadura para sobrellevar los embates de la vida); aunque no puede evitar emocionarse al hablar de su hijo: “Cuando a Axel lo secuestran y lo matan él estaba estudiando, le faltaban cuatro materias para recibirse de ingeniero y me ayudaba en la fábrica, hacía la liquidación de sueldos de los empleados. Me acuerdo que estando de vacaciones en Pinamar, entró en un concurso internacional sobre organización empresaria y ganó el primer puesto. El premio lo recibimos post mortem, fueron a Francia su madre Elena y la novia. Hablaba varios idiomas, era una luz. Así era él, muy activo.”, dice.
Juan Carlos, que hasta el momento de la tragedia era un vecino más de Martínez y empresario dedicado a la construcción de fábricas, se convirtió de la noche a la mañana en un referente de la lucha contra la inseguridad. Una semana después de que asesinaran a Axel, convocó a una marcha multitudinaria frente al Congreso exigiendo cambios urgentes en la política de seguridad: demandaba el endurecimiento en el acceso a la libertad condicional, penas más elevadas para la portación y tenencia de armas y el aumento de 20 a 35 años de cumplimiento efectivo de la pena de prisión perpetua.
“Por favor Blumberg déjeme terminar el mandato”
“La primera vez que lo vi a Néstor Kirchner le dije que me gustaría proponer algunas ideas para cambiar las leyes y él me dijo que el único que lo podía hacer era el Congreso. Por eso hicimos esa marcha frente al Congreso y juntamos 5.550.000 firmas. Aún las tenemos. Sacamos cinco leyes, que podrían haberse multiplicado, porque teníamos ideas. Me acuerdo que al principio yo no entendía nada, por eso me pregunté qué pasa en los distintos países cuando secuestran y matan. Hice una planilla con las penas y con eso fuimos a la comisión de legislación penal... y para nuestra sorpresa estaba integrada por parientes de los diputados que no entendían nada. Era un desastre. Teníamos reunión a las 10 de la mañana y llegaban a las dos de la tarde. Entonces llamamos a la televisión y vinieron las cámaras. Desde ese momento, no llegaron más tarde y vinieron todos”, cuenta.
-Pasaron 18 años desde el secuestro y la muerte de Axel. De la noche a la mañana, usted se convirtió en un referente en la lucha contra la inseguridad y encabezó marchas multitudinarias. A la distancia, ¿qué reflexión le generan aquellos primeros días tumultuosos?
-Creo que fui muy pelotudo. Yo en ese momento tenía tanto poder que podría haberlo apretado mucho más a Kirchner para conseguir muchas más cosas, más cambios.
-¿Y por qué piensa que no lo hizo?
-Porque uno era mucho más inocente, hacía las cosas con buenas intenciones. Pero si hubiese usado ese poder con picardía, hubiese podido cambiar muchas más cosas. Hacíamos marchas de más de cien mil personas e íbamos siempre con propuestas concretas. En ese tiempo, el gobernador de la provincia de Buenos Aires era Felipe Solá y el ministro de seguridad León Carlos Arslanián. No me olvido nunca de una reunión en la que les exigí aplicar “ya” el 911, ¡hasta en Paraguay lo tenían! No se podía demorar más. Y me acuerdo que les dije que lo hicieran porque sino “les iba a meter el dedo en el culo”. Sí, así les hablaba. Ese día Solá me pidió de hablar en privado y, la verdad, yo nunca vi una cosa igual. Entramos en una oficinita y el gobernador se arrodilló adelante mío y me dijo “Por favor Blumberg déjeme terminar el mandato”. Ése es Solá, que la gente lo sepa.
-¿Siente que quedó algo pendiente?
-Logramos muchas cosas, pero mi intención siempre fue bajar la edad de imputabilidad, algo que no logramos. Quería hacerlo como la tienen en otros países del mundo. En Alemania y Francia es 12 años, en Inglaterra 8 y en los Estados Unidos, depende de cada Estado, oscila entre los 8 y 10 años. ¿Cómo puede ser que acá sea de 18 años? Un tipo mata y se lo devuelven a la mamá. Esto es joda. Por eso trajimos un juez de Alemania, lo llevé al Congreso y luego de reunirse con ellos, vino a la Fundación y me dijo “¿Estos son los diputados y los senadores?”. No lo podía creer, porque no tenían idea de nada.
-¿Cómo hizo para juntar fuerzas y hacer esa tarea titánica en el medio de un duelo?
-Perder a un hijo es algo muy doloroso, pero uno tiene que transformar ese dolor en algo positivo. Vino al país un especialista en duelo y me explicó que ese proceso lleva mínimo tres años. Todos los días cuando llegaba a casa iba al cuarto de Axel y le contaba lo que había hecho y lo que podíamos hacer para mejorar el país. En la Argentina, lamentablemente, tenemos gente valiosa que la perdemos, como lo que pasó con Axel o compañeros de él, como Eric Goetz o Germán Bockelman, que se fueron con sus familias a vivir a Alemania. Me apena ver que echamos a la juventud que nos costó formarla.
-¿Cree que hay que apostar al país?
-Yo creo que hay que apostar a cambiar cosas en este país, pero lamentablemente tenemos gobiernos miserables. Yo lo conocí bien a Kirchner, tenía reuniones con él, y hablando mal y pronto, él no tenía idea de lo que era el mundo, como máximo había cruzado a Uruguay. Uno puede pensar que era un estadista, pero no. Yo le decía que deje de mirar para atrás. Seguro que cuando salía me putearía.
“Me gusta ir a su habitación y hablar con él”
Juan Carlos no escatima en elogios para describir a Axel. Habla de su facilidad para la música y su interés por la informática. También recuerda aquellos días de la infancia de su hijo en los que le dio una lección: “Las cosas hay que agarrarlas de chiquitas para que no lleguen a mayores”, le dijo.
“Axel era un chico muy inteligente, me acuerdo cuando empezó en el colegio alemán Goethe-Schule, cómo les enseñaban en el colegio a tocar los instrumentos. Yo nunca pude aprender música, era un tronco con el solfeo. Y me encantaba ver como les enseñaban un año armónica, otro flauta, violín y así aprendían todos los instrumentos. Él iba con su mamá al Colón”, cuenta.
“Una vez me pidió que traiga de los Estados Unidos las piezas para armar una computadora. Yo le preguntaba si no prefería que le traiga una IBM directamente. Y él me decía que no. Así que una tarde, volví de un viaje y le traje lo que me pidió. Al otro día a la mañana él había armado la computadora y andaba como un reloj”, recuerda Juan Carlos.
-¿Por qué mantiene la habitación de Axel intacta?
-Uno lo extraña. Él era mi único hijo. Es terrible pasar por esto. Me gusta estar ahí y hablar con él.
-¿Es cierto que, en Mendoza, una mujer le dijo que tenía un mensaje de Axel para usted?
-Sí. Una mujer se acercó en Mendoza y me dijo que tenía que darme un mensaje de Axel. Yo pensé que le faltaba un tornillo, pero la escuché. Ella me dijo, para que le creyera, que me fije en el cuarto de Axel, que en un cajón de la cómoda había un autito Ferrari al que le faltaban las ruedas. Fui, miré y tenía razón. Ahí estaba. El mensaje de Axel era que siguiera luchando y cuide de la mamá.
-¿Qué pasó con los condenados por la causa de Axel?
-José Díaz, que es quien lo mató, y Martín “El Oso” Peralta están en la cárcel de Chaco. El que era menor, Carlos Díaz, está en la cárcel de Ezeiza pidiendo salidas transitorias y libertad condicional, algo que logramos impedir gracias a una modificación que se hizo durante el gobierno de Vidal: desde entonces informan a la víctima si el preso pide este beneficio, para que puedan expresar ante el juez sus reparos. Me acuerdo que Carlos Díaz, en la reunión con el juez, después de estar 16 años preso, dijo que “el secuestro era un gran negocio”. Una persona que sigue pensando así, claramente, no puede salir.
En 2004, los secuestros extorsivos eran noticia todos los días. El 17 de marzo, mientras Axel estacionaba su auto en Dorrego 1500, Martínez, cerca de la casa de su novia, fue secuestrado por los hermanos José “El Negro” y Carlos Díaz. Los delincuentes se trasladaban en un vehículo conducido por el jefe de la banda, Diego “El Oso” Peralta. Los secuestradores exigieron a la familia un rescate de 50.000 pesos, que no llegó a concretarse. Axel estuvo cautivo seis días hasta que fue ejecutado de un balazo en la sien derecha, luego de ser recapturado por los delincuentes tras intentar escapar y ver el rostro de los malvivientes. Actualmente, solo cuatro de los 12 condenados por el caso continúan en prisión. Uno de ellos, Carlos Díaz, solicitó la libertad condicional. Y otro, Sergio Miño, cumplirá la pena en los próximos días.
-¿Alguna vez pudo hablar con los culpables del secuestro y asesinato de su hijo? ¿Le pidieron perdón?
-Una vez me llamó por teléfono Díaz, el que lo mató, y me dijo que se estaban inventando cosas sobre él. Yo le dije: “Mirá hijo de puta, vos secuestrabas dos personas por semana, así que no me vengas a joder”. Y le corté.
“Fui muy inocente”
A través de la Fundación Axel Blumberg, Juan Carlos canalizó su batalla contra el delito. Hoy siente gran satisfacción por haber podido ayudar a muchas víctimas de la inseguridad. “En Córdoba impulsamos el juicio por jurados. Hicimos el diagnóstico de la policía. De la Sota era una persona inteligente y capaz, si el hubiese sido presidente hubiesen sido distintas muchas cosas. Y se podrían hacer aún más si cambiamos las cabezas del país. También incentivamos el trabajo en las cárceles: el primero que hicimos fue el de recarga de cartuchos, después un taller de fabricación de borceguíes y guardapolvos. De esa manera, el que estaba en la cárcel aprendía un oficio que le iba a dar una nueva oportunidad cuando recuperase su libertad. Pero todo eso después se terminó”, dice.
-¿Qué pasó cuando se enteró que algunos de los que estaban presos por la muerte de Axel habían participado de mítines políticos?
-Le escribí una carta a Cristina Kirchner y ella me hizo reunir con Julio Alak, que era el ministro de Justicia. Él me pidió que no ataque más a Cristina con los medios y me prometió que los que estaban presos no iban a salir más. En esa reunión, también cuestioné el abandono del trabajo en las cárceles. No entendía cómo el director del servicio penitenciario, Víctor Hortel, que fue abogado del Pata Medina, había cerrado los talleres. Hacían murgas en las cárceles ¡y él se disfrazaba de hombre araña! Era de terror. A la salida de la reunión con Alak, Hortel estaba ahí. Cuando lo vi, le dije: “Decime, pedazo de pelotudo: ¿qué mierda tenés en la cabeza? Disfrazarte de hombre araña... ¿así pensás que vas a arreglar a los presos?”. Me acuerdo que el hombre se asustó, creería que le iba a pegar. Yo lo único que quería era decirle en la cara lo que pensaba de ese idiota. Después lo sacaron del cargo cuando fue la fuga de los 13 presos de Ezeiza.
-¿Alguna vez recibió amenazas?
-Más que amenazas: hace cinco o seis años, antes de la presidencia de Mauricio [Macri], me quemaron la fábrica. Alguien me dijo “vos seguí jodiendo que vas a terminar en una zanja”. Uno en la vida recibe golpes, por meterse y hacer cosas. Hay mucha mala gente.
-Usted tenía una imagen positiva muy alta, pero después hubo una especie de campaña de desprestigio de su persona. Lo acusaron de usurpación del título universitario de ingeniero, también se ventilaron algunos temas personales que nada tienen que ver con lo que sucedió con Axel. ¿Por qué piensa que sucedió eso?
-Me acuerdo que García, el intendente de Vicente López, me decía: “Blumberg vos no servís para política. Vos vas de frente y decís toda la verdad. Y así no se hace”. Yo me metí con aquel hombre del sur [Jorge Omar Sobisch] para ser candidato a gobernador, pero si no tenés un partido fuerte y plata nunca vas a llegar. Fui muy inocente. Me acuerdo que había hecho todo un programa de salud con Fernán Quirós, que era mi médico de cabecera y es el actual ministro de Salud de la ciudad. Yo pensaba en lo concreto. Después apoyé a Mauricio Macri.
-¿Hoy sigue apoyando a Mauricio Macri?
-Bueno, yo creo que el momento de él ya pasó y que tiene que dejarle el lugar a otros. Hoy necesitás gente que tenga pelotas. Una Patricia Bullrich, alguien que se juega. Yo estoy en contacto con ella, apoyándola. En estos tiempos necesitamos gente con mucho valor.
-¿Se presentaría nuevamente para un cargo político?
-Yo voy a apoyar desde donde me pidan. Puede ser desde la calle, no necesariamente uno tiene que integrar el gobierno. Me vino a buscar Espert para que sea intendente de San Isidro, pero yo le dije que se deje de joder, que estaba dividiendo y que así Juntos por el Cambio iba a perder. Milei también quiso varias veces hablar conmigo, pero mucha bola no le doy porque el tipo es medio loco, aunque también necesitamos gente así. Hoy veo que hay muchos políticos que son unos ladrones, que no piensan en el país. Hoy leí que somos uno de los países más pobres del mundo, lo único que crece acá son la villas y la droga. Es de terror.
-De lo que hizo en todo este tiempo, ¿se arrepiente de algo?
-Sí. Yo tendría que haber sido mucho más duro, hubiese conseguido muchas más cosas. Fui muy inocente y les creí a los políticos. Con el Presidente este [Alberto Fernández] habré tenido 20 reuniones. De esas, solo el cinco por ciento te deja hablar y de lo que te promete nunca cumple nada. No cumplió nada. Te lo digo redondo. Es un desastre. Un mentiroso. Ni quiero hablar de su pasado...
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