Se perdieron teatros, palacios, parques, hoteles y edificios de autor; algunos habían sido erigidos durante la época colonial, mientras que otros fueron inaugurados pocos años antes de ser demolidos
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Se derrumbaron 33 manzanas, en total, más de 900 edificios, de los cuales unos 200 tenían valor patrimonial. Así lo calcularon especialistas -historiadores y aficionados- quienes, a falta de un catastro oficial, se dedican a compilar registros y a sacar cuentas aproximadas de todo aquello que la Ciudad perdió cuando se trazaron la 9 de Julio y sus dos colectoras, conocidas en conjunto como “la avenida más ancha del mundo”.
Antes de su traza, que comenzó en la década del 1930 y terminó a mediados de los ‘80, en esa amplia arteria de asfalto de 140 metros de ancho por 3,7 kilómetros de largo se erigía otra ciudad, hoy perdida, con palacios, templos, teatros, pasajes y plazas. Vecindarios enteros demolidos, de los que hoy solo quedan archivos históricos y recuerdos familiares.
“Cuando uno camina por la zona no lo dimensiona, pero la lista de pérdidas patrimoniales es interminable. Cuanto más busco en los archivos, más cosas encuentro. Muchos de los edificios que se perdieron no eran considerados de valor patrimonial al momento que fueron derribados, pero hoy sin dudas lo serían“, comenta el licenciado Bruno Correia.
Errores de cálculo, cambios de planes y grandes inversiones perdidas
El primer proyecto de la “Avenida Norte-Sur”, después llamada 9 de Julio, data de 1895, pero recién en 1912 se aprobó la Ley Nacional N.º 8.855, que le permitió al municipio de Buenos Aires expropiar las propiedades de las manzanas comprendidas en el plano. En ese entonces, la idea era abrir una vía de 33 metros de ancho, la misma extensión que tiene la Avenida de Mayo. No fue hasta principios de los ‘30, durante la intendencia de Mariano de Vedia y Mitre, que surgió el proyecto definitivo, encabezado por el ingeniero De la Paollera, que proponía ensanchar la avenida 107 metros más.
Además de protestas vecinales, el cambio de planes generó conflictos entre los empresarios de la construcción y el gobierno porteño. “Hasta 1930, mucha gente construyó edificios teniendo en mente el proyecto vigente, de 33 metros de ancho, pensando: ‘Cuando pase la avenida por acá, mi construcción va a tener más valor por estar al lado de la avenida’. Y sus construcciones terminaron siendo víctimas del cambio de proyecto. Un ejemplo es el Mini Kavanagh, en avenida Córdoba y Cerrito, que ya tenía en uno de sus costados la chapa de numeración que decía 9 de Julio para cuando la avenida llegara hasta ahí. La empresa constructora del ingeniero Rodolfo Cervini y de los arquitectos Sánchez, Lagos y de la Torre apostaron a levantar el edificio -igual al Kavanagh pero de menores dimensiones- y, menos de 30 años después, se los tiraron abajo. No cayó con la primera etapa de demolición, sino en la segunda, a mediados de la década del ‘40″, explica Correia.
La misma historia se repitió con el Bazar Bignoli, Artes 300 y Cuyo, actuales Carlos Pellegrini y Sarmiento. La tienda de cuatro pisos no solo es considerada una pérdida relevante por su valor edilicio -fue diseñada por el renombrado arquitecto italiano Scannone- sino por su valor histórico. “Era uno de los bazares más importantes de la ciudad. Además de tener una cúpula espectacular, tenía publicidades hasta en Europa. Tenían productos de fabricación propia y otros importados de Milano”, cuenta Alejandro Daniel Machado, investigador especializado en arquitectura de autor y administrador de los blogs Arquitectos Italianos en Buenos Aires y Arquitectos Franceses en Argentina. Las dos páginas tienen catalogados más de 2500 edificios históricos.
Recuerdos de la colonia: la historia que se perdió
Para Machado, la cercanía que solía tener la 9 de julio con el río es un indicador de la cantidad de edificios con valor patrimonial que se perdieron durante el trazado de la avenida. “Buenos Aires se hizo del río para adentro. Contando desde la altura original del agua, sin incluir Puerto Madero, que no existía, la 9 de Julio está en la línea número 10, en la altura 1000. Esto significa que la avenida atravesó el casco histórico de la Ciudad. Era obvio, entonces, que se iban a perder muchísimos edificios históricos”, explica.
Entre los más relevantes, los historiadores destacan la Jabonería de Vieytes, escenario de la Revolución de Mayo. Los investigadores indican que en esta casa colonial de dos plantas, la cual se cree que estaba ubicada en Lima y Venezuela, se reunían de manera clandestina los planificadores de la revolución del 25 de mayo de 1810. El dueño del local, Juan Hipólito Vieytes, es considerado por Felipe Pigna “uno de nuestros primeros economistas, un hombre extraordinario, amigo de Belgrano”, y además el primer periodista criollo.
Otra edificación considerada una gran pérdida para la historia nacional es la parroquia de San Nicolás de Bari, de 1767, que estaba ubicada donde hoy se encuentra el Obelisco. El templo no solo fue la primera parroquia de la ciudad de Buenos Aires, sino que, además, fue donde se izó por primera vez en la ciudad la bandera nacional, el 23 de agosto de 1812.
Según los expertos, debido a su ubicación, la iglesia estaba destinada a ser demolida. “Estaba condenada por donde la miraras. Había tres proyectos enormes que se le venían encima: la Diagonal Norte, el ensanchamiento de la avenida Corrientes, y la 9 de julio. No podía zafar”, suma Correia. La parroquia fue demolida en 1931 y fue construida nuevamente en Av. Santa Fe al 1364. Su nueva sede abrió en 1936, el mismo año en que se inauguró el Obelisco.
Además de calles icónicas, parques y pasajes, al menos cuatro teatros fueron derribados para construir la avenida. El más importante fue el Teatro de la Comedia, de 1891, ubicado sobre la calle Artes (hoy Carlos Pellegrini), entre Cuyo (hoy Sarmiento) y Cangallo (hoy Perón). Allí se estrenó en 1903 la obra M’hijo el dotor, de Florencio Sánchez, y, un año después, ¡Jettatore!, de Gregorio Laferrére.
A esta pérdida se sumó la del Teatro del Pueblo (Artes 340), el Teatro Sarmiento (Cangallo 1040) y el Teatro Buenos Aires (Cangallo 1053). El primer Luna Park -ubicado en Corrientes, entre Cerrito y Pellegrini- también hubiese tenido el mismo destino si no fuera que fue demolido pocos años antes para dar paso a la Diagonal Norte.
Entre las casonas de mayor opulencia, se encontraba la residencia de Saturnino Unzue, frente a la Plaza Libertad, en Cerrito, entre Paraguay y Marcelo T. de Alvear. La casa, inaugurada en 1916, fue construida por el mismo arquitecto que diseñó el Palacio Errázuriz, actual Museo Nacional de Arte Decorativo, el francés René Sergent. Su decoración interior estaba inspirada en los estilos de los palacios de Luis XIV, Luis XV y Luis XVI.
También sobre la plaza Libertad, se erigía otra de las grandes joyas arquitectónicas perdidas por el trazado de la avenida 9 de Julio: la residencia del militar, diplomático y escritor chileno Alberto del Solar y su familia. Su construcción, a cargo del arquitecto Froger, se inició en 1899. Para 1960, la residencia que heredó su familia tras su fallecimiento y la casa de sus vecinos Unzué habían sido derribadas.
Correia también destaca entre las grandes pérdidas la casa-estudio del arquitecto Alejandro Bustillo, en Posadas al 1053. El imponente edificio tenía ocho pisos. Los primeros funcionaban como oficina, mientras que en los superiores funcionaban como casa familiar. “Estaba justo al lado del Pasaje Seaver, que también fue demolido. El pasaje también fue una pérdida enorme porque era una de las pocas calles de Buenos Aires que tenía escalera. La otras que quedan están en La Isla, en Recoleta”, afirma.
El puñado de edificios “salvados”
Entre los edificios comprendidos en la traza de la avenida, es posible destacar cuatro que, por diferentes razones, fueron salvados de la ola de demoliciones. El más célebre es la antigua sede del Ministerio de Obras Públicas, más conocida como MOP, donde actualmente funciona el Ministerio de Desarrollo Social. Este coloso de 22 pisos y 93 metros de altura es el único edificio con dirección sobre la Avenida 9 de julio.
El MOP, primer rascacielos porteño financiado por el Estado, fue inaugurado en septiembre de 1936, casi un año antes de que empezaran las obras de la “Avenida Norte-Sur”. Luego de avanzar sobre las primeras cinco cuadras -desde Tucumán hasta Bartolomé Mitre-, las obras se estancaron. Recién fueron reanudadas a mediados del ‘40.
El avance de la avenida y su ensanchamiento tuvieron más de cuatro etapas, separadas entre sí por períodos de paralización. Entre 1979 y 1980, las obras finalmente llegaron hacia su límite norte, el empalme con la avenida del Libertador.
“La Embajada de Francia -Cerrito 1399- se salvó por ser la Embajada de Francia. Los franceses le dijeron al gobierno: ‘No, esto no se tira’. Y, como la avenida estaba llegando a su final, tampoco era tan necesario tirarlo abajo. Y así es como el Four Seasons se salvó, porque cuando la avenida dobla para esquivar la Embajada de Francia, deja atrás toda una franja de terrenos, donde se encuentra el hotel”, cuenta Correia.
El investigador también destaca un cuarto edificio que se salvó de la demolición que generalmente, dice, no es tomado en cuenta. Se trata de la Iglesia del Sagrado Corazón de María, sobre la calle Lima, frente a la Plaza Constitución. “La avenida 9 de julio llega a esa zona en la década del 70. Es muy claro que alguien pidió que no la tiraran abajo. Mirando la traza, se ve que tampoco era tan necesario demolerla”, suma Correia.
En un video de un programa televisivo de la época, publicado por el Archivo General de la Nación, se puede inferir que la demolición del templo era un tema del que la opinión púbica discutía. “Con muy poco esfuerzo, esta iglesia puede ser salvada, porque justamente en esa zona es donde la avenida 9 de julio toma una curva para embocar la parte de Montes de Oca. así que creo que esta situación podría ser contemplada. Es una obra de arte. Mantiene reliquias que hacen a la ciudad misma”, argumenta el locutor.
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