Jóvenes y adolescentes: ¿llamadas? ¡No!
Si bien el teléfono móvil es casi una extensión de su cuerpo, las nuevas generaciones raramente lo usan para llamar a otro de la manera tradicional. Incluso recibir una llamada sin previo aviso puede resultarles por demás invasivo y hasta molesto, y la primera reacción suele ser la de no responder. Si la llamada proviene de alguno de sus allegados lo interpretan como una urgencia o algo importante que merece atención inmediata, pero de otra forma lo ven como una intromisión en su intimidad.
Hoy, los jóvenes y adolescentes son muy cuidadosos de su espacio personal y si bien el celular es la principal herramienta que tienen para comunicarse, adoptaron una nueva manera de hacerlo que está muy lejos de ser el escuchar una voz en el teléfono “en vivo y en directo”.
“Los jóvenes utilizan el celular para comunicarse, pero a través de otro tipo de espacios”, dice Verónica Rodríguez Celín, directora de la consultora Quiddity. Y aclara que según los estudios realizados por su agencia con jóvenes de 18 a 25, para un 73% Whatsapp es la aplicación más utilizada, y sus comunicaciones suelen ser mediante mensaje de texto o de voz. “El Whatsapp es una red que no solo usan para tener una comunicación diaria sino también para compartir sus gustos, a través de videos, música, además de los memes, que se volvieron la forma de comunicación por excelencia para ellos, con la que se sienten muy representados. Son los espacios donde vuelcan cuáles son sus sentimientos, sus necesidades y las cosas que les pasan”, explica.
“Uso el teléfono para ver videos o para usar redes sociales y escuchar música. Me comunico básicamente por Whatsapp, pero algunas veces también por el chat de Instagram. Mayormente mando mensajes de audio ya que siento que es algo más personal, nunca una llamada por teléfono excepto que sea algo muy urgente. Creo que al tener Whatsapp la facilidad de mandar audios, superó el hacer llamadas porque la otra persona lo puede escuchar cuando puede, cuando tiene tiempo y no hay necesidad de coincidir para hablar. No me es cómodo hablar por teléfono y mucho menos si es por mucho tiempo”, dice Catalina Boggini, de 16 años.
Coincide Alejandro Dub, de 19, quien asegura que suele usar mucho el celular para redes sociales, escuchar música y cada tanto para pedir comida. También en que la principal forma de comunicarse es por Whatsapp y algunas veces por Instagram. “Me gusta más comunicarme por mensaje escrito, si tengo algo muy largo para decir uso los audios, pero solo si es necesario. Casi nunca lo uso para llamar, solo en urgencias. Me parece que todo se puede hacer más rápido y fácil por mensaje. Cuando alguien me llama por teléfono siento que es por algo serio o inmediato. No me molesta porque la mayoría de las veces que me llaman es para algo importante, pero no me gustaría que me llamen si es para algo cotidiano”, explica.
La llamada casi no forma parte de la forma que tienen las nuevas generaciones para comunicarse. “Ellos creen que es invasivo que los llames por teléfono y los jóvenes marcaron la tendencia sobre la necesidad de avisar primero que vas a hacer una llamada, eso es fundamental. Si no tenés un vínculo claro o muy fuerte o no hay una necesidad, la llamada no es bienvenida”, asegura la directora de Quiddity. “A diferencia de otras generaciones como los que hoy tienen arriba de 30, que pasaban horas hablando por teléfono, en especial cuando eran adolescentes con sus amigos”, aclara. Para los adolescentes de hace 15 o 20 años, las largas conversaciones a través del teléfono fijo eran algo natural, incluso tiempo después cuando llegaron las líneas de teléfono celular, trataban de tener las mismas marcas de telefonía con su grupo de amigos para habilitar las líneas gratuitas. “Todos esos espacios se fueron rompiendo, pero tiene mucho que ver con que las conversaciones de manera virtual son mucho más gráficas o iconográficas ahora, y los jóvenes se expresan más a través del meme o de emojis. Tienen un vínculo de ida y vuelta y encuentran una forma de expresarse mucho más directa a través de lo escrito y utilizando códigos que son muy propios de esta generación. Ellos consideran que para hablar hay que encontrarse y, en ese sentido, son muy del encuentro”, sostiene Rodríguez Celín.
“Mis parientes suelen hacer eso de llamar de la nada, pero las personas de mi edad no lo hacen. Creo que cuando te mandan un mensaje tenés tu tiempo para verlo y contestar cuando puedas, en cambio cuando es una llamada significa que ‘te estoy llamando ahora, me tenés que atender ahora’. No me gustan, incluso me asustan porque pienso que es algo urgente”, asegura María Florencia Guzmán de 18 años. “Me comunico a través de Whatsapp e Instagram, si es algo corto lo escribo, pero si quiero hablar más mando un audio. No hago muchas llamadas, solo para cuestiones precisas, por ejemplo, si me tengo que encontrar con una amiga para preguntarle dónde está, pero no para hablar por mucho tiempo. Creo que hacer una llamada es invasivo, yo siempre que quiero llamar a alguien le pregunto primero para no ser desubicada y no llamar de la nada, salvo que sea algo súper urgente”, agrega.
Según el estudio realizado por Quiddity sobre el uso de aplicaciones, Whatsapp está a la cabeza en el segmento que va de los 18 a los 25 años, luego sigue Instagram y Facebook (con un 64% y 61%) y también You Tube (23%) juega un papel importante, y después aparece Tik Tok (11%) como cuarta aplicación, pero bastante más distante de las otras. Además, de acuerdo a lo relevado, los jóvenes y adolescentes son de tener muchas aplicaciones. Si la población general tiene bajadas unas 15 apps, en este segmento tienen 25, que se centran en redes sociales, que es el núcleo de comunicación y entretenimiento, plataformas de streaming como You Tube, Netflix, y, por último, aplicaciones de geolocalización que puede ser un Google Map o Waze.
“Uso el celu para jugar, para hablar con mis amigos y con mi familia”, dice Juan Bautista Ithurrart, de 15 años, quien también se inclina por el Whatsapp e Instagram cuando quiere comunicarse. “Me molesta mucho que me llamen por teléfono porque puedo estar jugando al fútbol, o directamente acostado y ni ganas de hablar con alguien. Prefiero que me manden un mensaje de texto o un audio, pero no me gusta que me llamen, me incomoda, solo haría una llamada en un caso de emergencia”, añade.
Nuevas costumbres
Está claro que las nuevas generaciones tienen otras maneras de entablar una comunicación con sus allegados. Sin embargo, para Alejando Schujman, psicólogo especialista en adolescentes y familia y escritor, en este caso, las pantallas son usadas como un escudo. “Para los adolescentes es mucho más fácil comunicarse a través del teclado. Hace ya varias décadas que la virtualidad es usada como estrategia para evitar el uso directo del manejo de conflictos interpersonales, esto quiere decir: la posibilidad de leer por arriba, de clavar el visto, de dejar al otro en espera, de manejar los tiempos de las respuestas. Todo esto evita la sobre exposición, de esta manera, el llamado directo es vivido como una invasión al espacio personal”, explica el especialista.
Para el escritor, las nuevas generaciones normalizaron el cuidado del espacio del otro a través de la virtualidad, se trata de una norma de buena costumbre, que para Schujman tiene ver más con un mecanismo de protección y de preservación en una dificultad de estas generaciones del manejo de las emociones y de la comunicación.
El psicólogo asegura que la enorme diferencia con las generaciones anteriores es que antes se disponía un tiempo para hablar por teléfono con la pareja, con la familia, con un amigo, ahora en el modo multitask alguien está contestando Whatsapp, con los mails abiertos, las notificaciones que entran por distintos canales y entonces un llamado del otro cuando es de la forma tradicional implica atención plena. “Yo no puedo hablar por teléfono y a la vez estar haciendo otra cosa”, este es uno de los principales motivos que para Schujman incide en el rechazo generalizado de las nuevas generaciones hacia las llamadas.
“Además de la preservación del espacio de intimidad, que es una sobre preservación, desde mi punto de vista. Y una nueva manera de comunicar donde hay escasísimos recursos de puesta en palabra y de manejo del conflicto”, enfatiza. Esa molestia que genera la llamada directa, la comunicación aquí y ahora con el otro, tiene que ver también con que la responsabilidad afectiva se experimenta de otra forma en la virtualidad. “Esto de que, con un click, bloqueo y desbloqueo, pongo y saco personas de mi universo como si fueran objetos en góndola y no seres humanos que sienten, y tienen emociones”, reflexiona. Algo que sin duda resulta mucho más difícil si se trata de una llamada convencional en la que hay una persona del otro lado escuchándonos aquí y ahora.
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