Jorgelina Aruzzi. “Al público le lleva un tiempo quererte, conocerte”
Llega con lo justo a la entrevista en el Paseo La Plaza. Pero sin perder la sonrisa pícara que la caracteriza. En unas horas Jorgelina Aruzzi volverá a hacer reír a la platea de la Sala Pablo Picasso con La verdad, la comedia que protagoniza con Juan Minujín y que es una de los éxitos sostenidos de esta temporada. "Una obra francesa a la que le pudimos dar nuestra impronta nacional", destaca la actriz que en los últimos años cobró una popularidad mayor a partir de Susy Ximena e Inés Sosa, sus personajes en Educando a Nina y 100 días para enamorarse que calaron hondo de la mano de su histrionismo particular. "La infidelidad es un tema cultural. Mientras más querés enmascararla más se ve", dice a propósito de la obra que presenta a un mentiroso compulsivo (el Martín de Minujín) que un día le propone a su amante Ana (Aruzzi) y al resto de sus afectos (su esposa, su mejor amigo) empezar a decirse la verdad. Lo cual, por supuesto, dispara una serie de graciosos equívocos a su alrededor. "El problema no solo es la fidelidad o infidelidad dentro de una pareja", ahonda en el tópico la ganadora de un Martín Fierro en 2012 por El hombre de tu vida, "sino también la mentira como recurso para mediar entre el deseo y lo que debés hacer. Como se hace para conciliar ambas cosas".
–En ese sentido, ¿cómo jugaron en tu vida la verdad y la mentira? ¿Sos de las que prefieren la verdad aunque duela? ¿O recurriste más a la mentira piadosa?
–Como todos miento. Pero soy de las que creen que la verdad a veces es más cómoda que la mentira.
–Al revés de lo que suele decirse. ¿Por qué?
–Porque la verdad no tiene trampas. Evitás el miedo a que te descubran. Obvio que si una amiga está por ir a una fiesta y está con un vestido horrible le digo que es divino si no tiene la opción de cambiarse. De todos modos, aún así, prefiero que conmigo digan la verdad y decir la verdad yo también.
–O sea, la verdad sería más cómoda porque diciendo la verdad no te hacés cargo de lo que le duele a otro.
–Es que yo no sé si mintiendo cuidás al otro del todo. Me parece que primero te cuidás de no decir la verdad.
–Pero en lo de evitar el sufrimiento, digo.
–Lo que pasa es que hay diferentes tipos de mentiras. Por ahí puede ser más cruel para alguien darse cuenta de que le mintieron que le digan la verdad de una sola vez.
–¿Te tocó sufrir alguna gran mentira en tu vida?
–Por ahí conmigo misma. La automentira.
–¿Cuál fue la mayor automentira que te hiciste?
–Que estaba todo bien cuando en realidad estaba todo mal por no querer afrontar un gran cambio en el estilo de vida.
–¿Es algo que te pasó con tu ex pareja?
–No me refiero a un caso en particular. Pero me parece que la automentira es lo más cruel.
–¿Y la gran verdad que lograste poner sobre la mesa, que más te costó descubrir?
–Ser yo misma.
–¿En qué momento te pasó?
–Después de ser madre. A mis treinta y pico. Se jugaron ciertas cosas ahí de tomar las riendas y dejar de complacer a otras personas. Ya no tenés más tiempo que perder, tenés menos paciencia para los demás. Por ahí te invitan a una fiesta y decís: "No. La verdad que quiero estar con mi hija". Hay menos paciencia para inventar versos.
–Trabajás desde muy joven. Pero recién en los últimos años tuviste un salto en la popularidad. ¿Por qué creés que te llevó más tiempo?
–Bueno, cada uno tiene su público, su estilo de actuación, su fisique du rol. Culturalmente por ahí a las mujeres nos cuesta un poco más si no das en bolas en una tapa. Por ahí por eso me llevó más trabajo. Y después también al público le lleva un tiempo quererte, conocerte. Tengo un estilo particular. Influye también en qué programa estás o cómo llevás tu vida privada.
–¿Cuál fue tu momento bisagra?
–Tengo varios. De cuando apenas empecé: Chabonas, el programa de sketches que hicimos con Mariana Briski y Florencia Peña. Después: Amor Mío, Chiquititas, El hombre de tu vida, Educando a Nina, 100 días para enamorarse. O cosas propias como La madre impalpable o lo de Niní Marshall, que fue inolvidable.
–¿Por qué?
–Fue la mejor obra que hice en mi vida. Por ella, por su talento, por sus personajes, por lo que logramos armar. Pero también por lo que sucedía en el teatro. Nunca viví algo así. Cómo se hacía presente el amor por Niní. El aplauso siempre de a pie. Nadie sacaba un teléfono. Gente grande y también gente joven. Una vez vino una chica que vino con su mama grande y me dijo: "Ella te quiere saludar, cree que sos Niní Marshall" (risas). Esa obra fue para mí lo más lindo y lo más cercano al amor y al teatro.
–Da la impresión de que era un papel que estaba esperando que vos lo hicieras.
–Sí. Lo sentí un poco así. Me junté con la hija. Vino a ver una obra que hice antes para conocerme. Se encontró con mi hija Ámbar. Me contó el vínculo que tenía con su madre y vio el vínculo que mi hija tiene conmigo. Mucha sintonía. El teatro se caía de amor cada vez que representábamos la obra.
–Al igual que Niní, tenés un estilo histriónico muy reconocible. ¿De dónde nació?
–No sé bien. Es cierto que mi familia era muy histriónica. Si bien no tenían nada que ver con lo artístico eran muy de ponerse a actuar. Por ejemplo, nos visitaba una vecina y apenas se iba y cerraba la puerta, la empezábamos a imitar. Todos: mi papá, mi abuela, mi mamá. Había una observación del otro que rozaba un poco la maldad y la gracia. Una cultura familiar. Cuando en mi casa se contaba algo se contaba con todo: los gestos, la mirada, el tono de voz. Por ahí la anécdota era nada, pero todo lo que le agregábamos hacía que valiera la pena.
–Siempre destacás lo bien que se llevan con el papá de tu hija Ámbar, de quien te separaste hace unos años. ¿Cuál fue el secreto para llevarse bien?
–Lo que pasa es que después de que pasa el enojo y la turbulencia, el amor se transforma. Y si sos una persona sana y el otro también, prevalece el amor por el hijo que tuviste. Y nosotros nos hacemos la gamba, nos cambiamos los días si es necesario. Somos flexibles. Él es productor y entonces entiende. Y ambos entendemos que es bueno para nuestra hija.
–Tenía seis años cuando se separaron, una edad que puede ser difícil. ¿Cómo hicieron para que no le afecte?
–Mostrarle que nos respetamos, que nos queremos más allá de ya no ser pareja. Seguir haciendo cosas juntos como familia. Que podamos tomar un café o hacer un paseo juntos. Ella nos ve separados pero en armonía.
–Parece increíble pero ya entramos en la recta final del año. ¿Qué visualizás como desafío a futuro? ¿Algo más dramático tal vez?
–Sí. El drama me encanta y no hice tanto. Pero tendría que ser un drama componiendo al personaje, como siempre me gusta hacer. A eso aspiro. ¡Veremos!
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