Jorge Carrión. "Intento que la nostalgia nunca me paralice"
"La paradoja es evidente: la biología -y no la tecnología- está acelerando la digitalización del mundo", se lee en la entrada del 24 de marzo de Lo viral, donde el escritor y periodista Jorge Carrión (Tarragona, 1976) reconstruye la evolución de la pandemia, desde fines de 2019 hasta mayo de este año excepcional. Autor de la tetralogía de ficción Las huellas (conformada por Los muertos, Los huérfanos, Los turistas y Los difuntos), es además autor de varios libros de no ficción, como Teleshakespeare, Librerías y Barcelona. Libro de los pasajes, al que sumó el flamante Contra Amazon, también publicado por Galaxia Gutenberg. Actualmente, Carrión trabaja en varios proyectos. "Con María Jesús Espinosa de los Monteros, la directora de Podium Podcast, estamos definiendo los seis temas de los seis capítulos de la segunda temporada de Solaris, ensayos sonoros –dice desde Barcelona, donde vive con su mujer y sus dos hijos y desde donde teletrabaja-. Después de hablar del tiempo acelerado, las plataformas, la cultura de la terapia, la inteligencia vegetal, los géneros fluidos y el Big Data, vamos a apostar por otras cuestiones igualmente relevantes y del todo contemporáneas. Con el dibujante Javier Olivares estamos terminando una novela gráfica sobre mundos librescos del siglo XX, que publicará el año que viene Salamandra. También estoy ultimando una novela de ciencia ficción, sobre inteligencias artificiales, mi novela más extraña y arriesgada". Para Carrión, el ser humano es una mezcla de memoria y futuro, de nostalgia y proyectos. "Intento encontrar un equilibrio. En estos días de pandemia he recordado los tiempos en que era posible viajar. Es raro este momento histórico: si te va mal, no puedes hacer lo que siempre ha hecho el hombre, emigrar. Pero intento que la nostalgia nunca me paralice, sino todo lo contrario. A menudo las claves del futuro se encuentran en el pasado".
-¿Cómo surgió Lo viral y por qué elegiste la forma del diario, un diario de la pandemia que se inicia cuando aún esta no existía como tal?
-Durante los primeros días se impuso, simplemente, la necesidad de escribir. Era raro vivir una cuarentena. Estábamos a mediados de marzo. Supongo que anoté las fechas en que escribía cada fragmento por la conciencia de estar viviendo algo histórico. Pero el diario no hubiera tenido mayor interés, supongo, si no se me hubiera ocurrido, en cierto momento, crear una suerte de diario retrospectivo, una reconstrucción cronológica. Todos buscábamos sentido a lo que estaba ocurriendo y decidí que, ya que tal vez no exista en la realidad, tal vez podría existir en un libro. Porque fue entonces cuando supe que el texto podría ser un libro. Empieza a mediados de noviembre, cuando quizás el virus infectó al primer humano, en Wuhan; y acaba en mayo, cuando empieza en España la terrorífica Nueva Normalidad.
-¿Tenés una opinión sobre la multiplicación de diarios de pandemia que hubo en estos meses y sobre las acciones de artistas y escritores desde el inicio de la pandemia?
-La verdad es que no tenemos todavía datos que indiquen esa multiplicación. Se han publicado pocos diarios sobre la pandemia, muchos menos de los que yo pensaba. El de Fang Fang, el de Andrés Felipe Solano, el de Gonçalo Tavares, algunos más ensayísticos y filosóficos, el mío. A ver qué ocurre en los próximos meses. Pero por supuesto que cada cual es libre de escribir sobre lo que considere oportuno. Y durante todos los grandes fenómenos históricos contemporáneos se publicaron libros en tiempo real, desde la Revolución Mexicana o la Guerra Civil Española hasta el 11-S. Sobre el arte y las intervenciones públicas, sobre todo en redes sociales, en cambio, es mucho más difícil opinar, porque sí que ha habido miles. Creo que durante estos meses se ha abierto el mercado de la gestión cultural, se ha globalizado. Hasta ahora era un requisito casi indispensable viajar a un festival o a una universidad de otra ciudad para poder participar en un evento; ahora se ha normalizado participar a distancia.
-¿En qué se parecen el virus y las empresas de tecnología digital?
-En los últimos veinticinco años, que son los de la historia del concepto "viralidad digital", las corporaciones tecnológicas y las plataformas se han multiplicado viralmente. Han diseñado un sistema muy complejo, absolutamente perverso, para que dependamos de ellas. El virus de Covid-19 nos ha recordado que somos biología, en una época en que todo parecía poder ser controlado digitalmente. Incluso el futuro: sabemos el tiempo que va a hacer durante las próximas horas, si sol o lluvia, y estábamos seguros de que las grandes ferias y festivales no serían cancelados. Pues lo han sido. Y el nuevo orden climático hace que el tiempo atmosférico sea cada vez más variable. Tenemos que lidiar de nuevo con la incertidumbre.
-Pronto llegará a las librerías argentinas Contra Amazon, ¿qué reúne y por qué "contra"? ¿Qué representa Amazon?
-Es una antología de los mejores textos que he escrito sobre librerías y bibliotecas de todo el mundo durante los últimos siete años, desde que publiqué Librerías y empezó a traducirse. El texto que le da título es un manifiesto, pero también contiene una entrevista con Alberto Manguel en la Biblioteca Nacional, viajes a Nápoles y Capri, Miami y Tokio, ensayos sobre bibliotecas de ficción, como "La biblioteca de Babel" de Borges o una crónica sobre las librerías y bibliotecas de Seúl, que incluye una entrevista con Han Kang, la autora de la excelente novela La vegetariana. Elegí a Amazon porque es la gran plataforma que perjudica a las librerías, pero podría haber sido Netflix o Google. Amazon es la empresa total, porque no solo distribuye todo tipo de objetos; también produce series o brinda servicios de almacenamiento en la nube. Es un pulpo con infinitos tentáculos. Su último invento es halo, esa pulsera que te controla físicamente y emocionalmente, ese Big Brother en miniatura. Si te la regalan, como diría el maestro Cortázar, eres tú el regalado.
-¿Qué cambios forzará la pandemia en la industria editorial? ¿Y qué cambios no forzados deberían pensarse?
-La pandemia nos ha enseñado que no tiene sentido perder demasiado tiempo pensando en el futuro. Pero entre las tendencias del presente encontramos, sin duda, una fuerte inyección de capital en el sector de creación de contenidos audiovisuales, un incremento de los índices de lectura y una caída de los ingresos de la gente. Todo apunta hacia la precarización del sector editorial. Y hacia algún tipo de forma de suscripción a los libros físicos, como el que ya existe con los audiolibros o los ebooks. Porque lo físico, pese al avance imparable de lo digital, sigue siendo muy importante. Después de los encierros, en todas las ciudades del mundo los lectores han vuelto a las librerías.
-Se dice que durante estos meses aumentaron mucho los "consumos culturales". ¿Es un modo correcto de relacionarse con la cultura?
-Contenidos, consumos, productos: el vocabulario neoliberal se ha impuesto en el ámbito de la cultura. ¿Tiene sentido rebelarse contra él? Yo lo hago, mínimanente, hablo de obras o de lectura; pero a menudo me traiciono y adopto esa terminología. El purismo no tiene sentido. Vivimos en el capital. Todos somos mestizos. Todos leemos libros y vemos series, vamos al cine o a museos y vemos vídeos en YouTube o colgamos fotos en Instagram. Es importante conocer la lógica de los algoritmos. Aunque yo no piense en mi "consumo cultural" en términos de cantidad, sino de calidad y de placer y de estímulo intelectual, no hay duda de que desde los productores o los políticos sí se piensa cuantitativamente. El paradigma está cambiando. Cada vez pesa más el número de seguidores o de visitas.
-¿Cómo fue la experiencia de la revista cultural por WhatsApp?
-Curarnos, que nació en una conversación por Zoom con Omar Rincón, Paty Godoy y Pere Ortin, tuvo tres números, especialmente diseñados para ser leídos por esa red extraña, masiva, secreta, y cuando superó los cinco mil teléfonos, fue desactivada por la compañía. Ahora la estamos rearticulando. Volveremos pronto, tras encontrar al aliado tecnológico ideal para poder activarla de nuevo. Nos interesa imaginar otras formas de periodismo, en las que la curación o el humor dialoguen con nuevas estructuras formales. Lo hemos llamado el "periodismo guasá".
-¿Tu trabajo como crítico cultural le quita tiempo al escritor de ficciones?
-En mi cabeza no existe una frontera clara entre todo lo que escribo. Se trata de una zona promiscua, porosa, que intento mantener lo más despierta y activa posible. Los artículos, los ensayos, los guiones del podcast, mis clases en el Máster en Creación Literaria, las novelas, todo converge en un mismo laboratorio de lecturas, que intento que sea lo más creativo e inconformista posible. Me fascina el hilo invisible que une una idea, una experiencia, con un texto. Nunca sé si será de ficción o de no ficción.
-Fuiste uno de los primeros en señalar la importancia social de las librerías. ¿Ese sector es hoy una especie en peligro?
-Sin duda, porque todas las especies, por naturaleza, pueden desaparecer. Pero yo les veo futuro. Incluso cuando, dentro de un par o tres de décadas, probablemente se haya impuesto la lectura digital. Desde la aparición de los supermercados, hace casi un siglo, el vino se puede comprar en ellos; pero las bodegas y las tiendas de vinos, bien seleccionados y curados, siguen existiendo. Supongo que lo mismo ocurrirá con las librerías. Se redimensionan. Se vuelven cada vez más cercanas, humanas, imprescindibles. Más prescriptoras. Más táctiles. Cuando nos hartamos de la pantalla, vamos a los cafés, a los museos, a las librerías.
-¿Cuál es hoy la tarea principal de un crítico cultural?
-Cada cual tiene que encontrar la suya, según sus intereses, su sensibilidad, su formación. O sus maestros. Los míos son Walter Benjamin o Susan Sontag, que no solo leyeron la literatura clásica y la contemporánea, que no solo trabajaron el ensayo filosófico; también analizaron la producción cultural de su época. Incluso aquello que no era considerado digno de la crítica cultural: los juguetes, la publicidad, la pornografía. En mi caso, en los últimos años, mis intereses han ido de la literatura, el cómic, el arte contemporáneo o las series de televisión hacia los diálogos entre cultura, ciencia y tecnología; y los algoritmos. Recientemente he escrito sobre Twitter, Netflix o los memes.
-¿Cuál es tu mirada sobre la llamada "cultura de la cancelación"?
-El poder de los enjambres de Internet ha llegado para quedarse. Está en tensión con el poder de los influencers. Es decir, en Internet se reproduce, por tanto, la tensión entre la masa y el individuo, entre los colectivos políticos y las figuras intelectuales. En un nuevo contexto, feminista, postcolonial, ecológico. Es de una gran complejidad. Para opinar, supongo, habría que mirar caso por caso. Pero cada ejemplo es, siempre, un síntoma de un mal mayor.