Joël Dicker, el escritor dorado
Comparado con Vladmir Nabokov, Philip Roth y hasta con David Lynch, el autor suizo de 31 años, que vende millones y ha recibido algunos de los premios más prestigiosos, también modela. “No me siento raro por emparentarme con marcas”, afirma
Tiene 31 años, pinta de galán de cine y una actitud abierta frente al mundo. El escritor suizo Joël Dicker –prueba de que, a veces, las palabras bestseller y talento coinciden–, se ha convertido en una sensación, y no sólo literaria, desde que, en 2012, publicó La verdad sobre el caso Harry Quebert, un vertiginoso thriller ambientado en los Estados Unidos –y su primera novela editada en español– que vendió tres millones de ejemplares y que se tradujo a 38 idiomas.
Fuera del papel, en 2015 protagonizó la campaña publicitaria The DS writer, para dos nuevos modelos de la línea DS4 de Citröen, con un miniguión de su autoría. Fue su manera de echar por tierra la idea de que los escritores viven rodeados de polvo y libros, y demostrar que pueden tener glamour, y, al mismo tiempo, de desplegar su faceta como actor, ya que, antes de convertirse en superventas, asistió a un curso de artes dramáticas en Francia.
También asoció su imagen a Swiss Airlines, durante el lanzamiento en Suiza de El libro de los Baltimore, su nueva novela, que acaba de lanzar Alfaguara en la Argentina. Entonces, el público lo vio descender, vestido de traje, por la escalinata de un avión para terminar calzándose una gorra de piloto y, de paso, dar por cumplido, según contó, un añorado sueño infantil. “No me siento raro por emparentarme con marcas, ya que Émile Zola escribía anuncios y John Steinbeck fue rostro de un whisky. De todos modos, rechazo nueve de cada diez ofertas que me llegan y sólo trabajo con las que me hacen sentir algo especial”, dice el autor cuya nueva obra ya encabeza los rankings de los libros más vendidos en Francia y España.
Al teléfono desde Ginebra, donde reside, un afable Dicker le dice a La Nación revista que se siente halagado por los elogios y el éxito que ha cosechado hasta ahora: “¿Por qué no habría de estarlo?”, señala quien ha escrito seis novelas de las cuales se han publicado tres. La primera, Los últimos días de nuestros padres, fue galardonada en 2010 con el Premio de los Escritores Ginebrinos, mientras que La verdad... consiguió el codiciado Leí Prix Goncourt des Lycéens, de la Academia Francesa.
En El libro de los Baltimore, el autor trae de vuelta a Marcus Goldman, el exitoso escritor que en La verdad... se enfrentaba al pánico de la página en blanco, al tiempo que se empeñaba en desentrañar el asesinato de una chica de 15 años, para limpiar el nombre de su mentor y amigo Harry Quebert –quien equiparaba boxeo con literatura–, y que ahora –alternando el pasado y el presente–, hace un recuento de las vivencias compartidas con sus adorados primos, con los que solía formar la banda de los Goldman. En 488 páginas, sumerge al lector en la historia de una familia unida por los afectos y dividida por los celos, el dinero y los secretos. Mientras los Goldman-de-Montclair –a los que Dicker pertenece– llevan un estilo de vida más bien corriente, el de los Goldman-de-Baltimore, transcurre entre mansiones fastuosas, autos último modelo y vacaciones de lujo.
El libro abre cuando el primo Woody –deportista, enigmático y encantador— está por entrar a prisión. Marcus viaja hasta Baltimore para pasar esas últimas horas con él. A la narración se suma una intricada historia con Alexandra Neville, una popular cantante. Amistad, amor, mezquindad, pasión, redención y rivalidad transitan por un texto que, a pesar de algunos momentos previsibles, ofrece una escritura deliciosa y unos personajes que perduran, más allá de la última página.
Dicker decidió situar, tanto El libro de los Baltimore como su novela anterior, en los Estados Unidos porque es un país que conoce bien: desde que tenía 3 o 4 años pasó los veranos en casa de familiares, en Stonington, un pueblo del condado de Maine. “Desde entonces, siempre he vuelto. Para La verdad... no quería hacer algo que ocurriera en Suiza, que fuera muy cercano, por eso la ambienté allá y la escribí en primera persona. Me pareció que podía resultar algo real”, explica. También dice que Marcus Goldman no es su alter ego, aunque sea un escritor exitoso, reflexivo y atractivo, como él. “Es un tipo muy diferente. Casi lo único que tenemos en común es la edad”, aclara.
Hijo de una bibliotecaria y de un profesor de francés, Jöel es el segundo de cuatro hermanos –tres varones y una mujer– y el único escritor de la familia. “Comencé a escribir a los 4 o 5 años. Mis padres me inculcaron el amor por los libros, pero el amor por la escritura provino de mí mismo. Escribo porque me gusta contar historias. Cuando era más chico, también me gustaban la pintura y la música. En un momento descubrí la escritura... Ahora ocupa toda mi vida”, declara. Tenía apenas ocho años, cuando su gusto por la escritura y su curiosidad por el mundo salvaje lo llevaron a fundar una revista llamada La Gazette des Animaux (La revista de los animales). “Era una publicación de pocas páginas sobre animales y naturaleza. Funcionaba por suscripción y duró siete años”, detalla Dicker, al que por entonces el periódico La Tribune de Genève nombró el editor en jefe más joven de Suiza y que también recibió el premio Cuneo a la Protección de la Naturaleza.
Contrariamente a lo que podría pensarse, este escritor considera que lo que escribe no es thriller ni suspense, sino más bien novela psicológica o, en todo caso, simplemente narrativa. Por La verdad sobre el caso Harry Quebert, recibido en los EE.UU. con elogios –“La gran novela estadounidense es escrita por un europeo”, según la revista editorial británica The Bookseller– lo han comparado con Vladmir Nabokov y Philip Roth. “Me halaga, porque ambos son buenos escritores, y los he leído, pero mis influencias van por otro lado: Romain Gary, Marguerite Duras, Fiódor Dostoyevski; ellos han sido realmente quienes me marcaron”, asegura.
Al leer El libro de los Baltimore, es imposible no percibir en el aire cierto dejo de A sangre fría, de Truman Capote. Algunos dicen que lo que escribe Dicker les hacer pensar en Twin Peaks, la serie de David Lynch. “Me gusta mucho Capote, gracias. Y en cuanto a la serie de Lynch, no la he visto, así que no podría opinar”, subraya un escritor que aún no se siente del todo seguro como tal. “Estoy al comienzo de mi carrera. El que haya tenido éxito no significa que me sepa este oficio al revés y al derecho. Tengo 30 años y estoy tanteando el tipo de libros que quiero escribir. Pero lo veo como algo bueno: si puedo, estaré hasta los 90 años aprendiendo. Ese plan me entusiasma.”
Antes de ser rechazado por algunas editoriales y de dedicarse por completo a la escritura, Dicker se graduó como abogado de la Universidad de Ginebra, aunque nunca trabajó como letrado. “Me parecía muy interesante, pero luego escribir se convirtió en mi actividad. Escribo todos los días, todo el día”, afirma. Según dice, todos los personajes de El libro de los Baltimore tienen un significado especial para él. “No sólo Marcus Goldman. Me siento muy unido a todos, entre otras cosas, porque yo los creé.” De niño, admite que él mismo era una cruza entre Woody y Hillel. “Era muy deportista (practicaba atletismo) y a la vez era un intelectual. Pero yo no tenía el carácter ni el desenfado de Hillel. Era más calmo.”
Otra saga familiar, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, se cuenta entre sus lecturas favoritas. “Mi madre me regaló el libro cuando era adolescente y desde entonces siempre lo tengo a mano. Me encanta cómo está escrito”, dice. En cambio, no se siente próximo a sus pares europeos actuales. “En realidad, no conozco a muchos escritores de hoy. Me gusta David Foenkinos, aunque, definitivamente, es Romain Gary el autor que me acompañará siempre. Su estilo es único”, sostiene.
En su nuevo libro, a través de los personajes Marcus y Alexandra, Dicker se refiere a dos aspectos muy valorados en la actualidad: el éxito y la fama. “Vivimos en un mundo muy complicado. La fama pareciera ser lo más importante para la gente y hay quien cree que realmente lo es –analiza–. Yo lo lamento, y espero que mi generación sea capaz de cambiar esto, la obsesión por el dinero y el éxito.” El propio escritor debió aprender a lidiar con eso, a domarlo. “A veces puede ser una experiencia maravillosa, pero tenés que hacer algo con ello. Por ejemplo, yo realmente estoy tratando de crear un puente con otras cosas que también me gustan, como escribir música y dibujar. El ser capaz de que diferentes hilos creativos se encuentren creo que es lo mejor del éxito, además de hacer contactos para llevar a cabo el montón de ideas que tengo en mi cabeza. Es una oportunidad en la vida y espero sacarle el máximo provecho”, manifiesta.
Con material idóneo para la adaptación, es natural que ya esté en marcha una película de La verdad.... Llegó a decirse que la posibilidad de rodar el cadáver de una Lolita arrojado en el jardín de un profesor acusado de asesinato había seducido al director Ron Howard. “Hubo rumores, pero en realidad no será él quien la dirija. Lamentablemente, no puedo adelantar quién lo hará, por un tema de confidencialidad.” ¿Y ya compraron los derechos de tu nuevo libro, para un film? “¡Aún no se filma el primero! –se ríe–. Por supuesto, me atrae la idea de que mis libros sean llevados al cine, pero diría que se trata de un libro a la vez. Veremos qué pasa.” Por el momento, trabaja en una nueva novela y escucha ofertas.