NUEVA YORK.– John Oliver se identifica más como comediante que como periodista. Sin embargo, pocas figuras del periodismo de hoy pueden jactarse de conseguir despertar el interés del público en temas de actualidad internacional, algunos tan áridos como las criptomonedas, complicados como la situación en Venezuela o incluso mucho más serios de lo que parecen a primera vista, como los concursos de belleza.
Desde hace cinco temporadas, Oliver se presenta en la pantalla de HBO con su programa Last Week Tonight , en el que cubre las noticias de la semana y dedica un informe más largo a un tema de importancia periodística, pero que no necesariamente figura en la agenda de los medios en esos días. Su estilo de humor sarcástico y su forma de comprimir explicaciones sobre cuestiones complejas en monólogos enunciados con la rapidez de una ametralladora son la cobertura de chocolate perfecta para tentar al público con los informes extensamente investigados por su equipo. En un momento en el que el periodismo está en medio de una transformación cuyas consecuencias son difíciles de predecir, un comediante británico triunfa con una forma atractiva, pero sustanciosa de informar.
En un teatro a dos cuadras de las oficinas de HBO en las que Oliver recibe a LA NACION revista se está representando Network, obra escrita por Paddy Chayefsky. Este visionario texto –que tuvo su versión cinematográfica dirigida por Sidney Lumet en 1976 (se estrenó en la Argentina como Poder que mata)– está centrado en los conflictos entre los valores del periodismo tradicional y la idea de las noticias como un entretenimiento esclavo de los caprichos del rating. Más de cuarenta años después, Network volvió a Broadway con un elenco liderado por Bryan Cranston (Breaking Bad), porque su planteo está más vigente que nunca.
La noticia vista como espectáculo tuvo su punto de quiebre en los Estados Unidos en los 90, cuando eventos como la persecución televisada del fugitivo O.J. Simpson confirmaron que un noticiero también podía ser un entretenimiento de masas. Esto provocó un cambio no solo en la forma en la que se presentan las noticias, sino también en qué tipo de temas se tratan; los policiales le ganaron la pulseada del minuto a minuto a la política internacional (con excepciones como guerras y ataques terroristas).
Con la aparición de internet y, más tarde, de las redes sociales, el periodismo ha tenido que enfrentarse a nuevos desafíos. En ese contexto surgieron programas de comediantes devenidos analistas y cronistas de la realidad que buscan una forma de acercar temas cruciales al público más entretenida que la tradicional, pero sin quedarse en lo superficial. Uno de los ejemplos más exitosos de la TV norteamericana fue The Daily Show, estrenado en 1996, conducido por Jon Stewart, quien estaba secundado por varios corresponsales. Entre ellos surgieron figuras que luego tuvieron sus propios programas, continuadores de esta línea de periodismo y comedia, como Stephen Colbert, Trevor Noah, Samantha Bee y Oliver, quien se destacó aportando su punto de vista extranjero sobre las noticias. "Tener la visión de alguien de afuera siempre ayuda –explica Oliver, quien se graduó de la Universidad de Cambridge–. El hecho de que sos percibido como un extranjero no bien abrís la boca es una debilidad que podés convertir en fortaleza. Pienso que tiene más sentido que me ocupe de historias internacionales tan interesantes. Es más fácil de aceptar para el público norteamericano cuando digo, por ejemplo, que tenemos que hablar sobre la India. Aunque decir con un acento británico que tenemos que hablar sobre la India está un poco cargado de implicancias". El remate de su respuesta, con risa incluida, es un claro ejemplo del estilo que Oliver despliega en Last Week Tonight, cuya sexta temporada se puede ver en la Argentina los lunes, a las 21.30, por HBO. El conductor se toma muy en serio los temas que trata, pero siempre les impone la perspectiva de un humor que se concentra en las ironías y aspectos ridículos de la política y la cultura.
"A veces, el humor es un punto de entrada más fácil que solo presentar datos duros. No hay nada que me guste más que leer una nota larguísima de la revista The New Yorker, pero no todo el mundo tiene el tiempo o las ganas de hacerlo. A través de la comedia podemos convertir lo difícil de tragar en algo un poco más apetecible. Tal vez no tenés ganas de leer un montón de notas llenas de información sobre las criptomonedas porque se te hace un lío en el cerebro, pero si encontrás una forma de espolvorear un poco de azúcar sobre eso es más sencillo meterse en la cabeza de la gente", reflexiona.
Mientras los noticieros le prestan poca atención a la política internacional (un mal que no se restringe a la televisión de los Estados Unidos), Oliver y su equipo trabajan con una combinación de rigurosidad periodística y humor para convencer al público de la importancia que tiene estar informado sobre lo que está sucediendo en el mundo.
"Los estadounidenses parecen tener un nivel básico de interés en la política israelí, aun si es relativamente superficial –comenta el conductor–. En general, es más fácil hablar de Israel que de Venezuela. Lo más difícil para nosotros es, por ejemplo, decir: ‘Presten atención a las elecciones en México, porque son muy importantes’. A veces empezás desde un nivel muy rutinario de información que la gente no entiende. Hubo tan poca cobertura de las elecciones en México o en Brasil, dos grandes eventos del año último, que es difícil vendérselo al público. En parte, porque los norteamericanos tienen mucho en qué pensar en este momento, así que no hay demasiado espacio para que digan ‘cuéntenme qué les está pasando a otras personas’. Así que hay que demostrarles que es importante que conozcan estas cosas".
Last Week Tonight tuvo en distintas ocasiones segmentos dedicados a la Argentina. Algunos fueron más extensos, como uno dedicado a las negociaciones con los fondos buitres, y otros más breves, como una referencia a un tuit de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (ambos se pueden ver por YouTube).
La importancia que le da Oliver a la política internacional tiene que ver con la noción básica, pero desatendida, de que lo que pasa en otros países sirve para aprender ciertas lecciones antes de que sea tarde. "Una de las cosas que aprendimos de las elecciones en México en nuestra investigación es que esto es lo que sucede cuando las instituciones no se sostienen –dice Oliver–. Lo mismo con Venezuela y los Estados Unidos, en donde se dice ‘¡qué bueno que las instituciones siguen de pie!’. Bueno, es así hasta ahora. Las instituciones no se mantienen de pie solas, sino porque la gente las sostiene. Ese es un punto muy general que queríamos dejar en claro al público de acá: van a necesitar auditar y monitorear la salud de las instituciones norteamericanas porque están bajo ataque como no lo estuvieron en mucho tiempo".
Nada parece estar fuera del alcance del humor, ni aun las situaciones más graves, porque el conductor considera que es la mejor forma de lidiar con los conflictos. "Amo la comedia, así que me parece que todo se presta para ella –dice el conductor al responder por qué la política parece proveer tan buen material para el humor–. Los momentos más dolorosos de la vida se prestan para la comedia. No depende tanto de cómo ves el mundo, sino de cómo interactuás con él. En política, hay personas que se presentan como indestructibles y a veces reírse de ellas es la única forma de irritarlas. Ramzán Kadyrov [presidente de Chechenia] es un hombre muy fuerte y estaba profundamente molesto por una nota que hicimos cuando perdió a su gato. Ese es uno de esos momentos en los que pensás: ‘No estoy seguro de que seas tan poderoso como parece’. Que te moleste algo así es para mí un signo de debilidad y no de poder".
Esta insistencia en hacer humor a costa de líderes políticos mundiales le ha costado al comediante, de 41 años, ganarse enemigos poderosos, algo que no parece preocuparlo demasiado. "Estoy protegido, no solo por la primera enmienda de la Constitución norteamericana, sino también porque estamos en una señal de televisión que no tiene comerciales, así que podemos hacer básicamente lo que queramos porque no hay presión de los anunciantes. Honramos el lujo de tener ese tipo de libertad corriendo los límites un poco y a veces eso nos mete en problemas. Hicimos enojar a algunos líderes internacionales, por ejemplo, Rafael Correa, de Ecuador, no es mi fan y Ramzán Kadyrov también se enfureció. Creo que no puedo ir a Chechenia por el momento. No estaba en mi lista de lugares para ir, pero hubiera sido lindo tener la opción", dice Olivier, riéndose.
La tumultuosa era Trump
Oliver reconoce que junto con su equipo se propusieron evitar tratar la que sea la "polémica de la semana" en torno al gobierno estadounidense. Es una decisión sobre cómo encarar la información y no tiene que ver con la visión muy crítica que mantiene Oliver sobre el presidente del país en el que vive desde hace 15 años. "No puedo pensar en la forma en que haya manejado algún incidente que me parezca admirable, y en términos de políticas todavía es muy prematuro para saber si algo funciona –dice Oliver ante la pregunta sobre algún aspecto positivo que pueda señalar del gobierno de Trump –. Él va a decir que el aumento del empleo tiene que ver directamente con los recortes a los impuestos que realizó, pero eso no es verdad. No se pueden atribuir los logros de ese recorte a los impuestos por al menos cinco años".
Según el conductor, una de las ventajas de Last Week Tonight es que al llegar siempre tarde a los temas, por emitirse cuando ya terminó la semana, pueden decidir llegar aún más tarde, desechar la noticia como primicia y enfocarse en investigar a fondo. "A veces, hay que esperar para ver si la solución que se le dio a un problema es un éxito o un fracaso. En lo que respecta al gobierno de Trump, es más fructífero prestar atención ahora a las cosas que hicieron más que a las que nos preocupa que podrían hacer. Esperar a tener la información correcta para que no te puedan retrucar. Pueden decir que no están separando chicos de sus familias, pero si conseguís un reporte del gobierno que lo confirma no pueden contestar eso", explica, haciendo referencia a la forma en que trataron en su programa el tema de la separación de padres y niños inmigrantes, sobre el cual hubo poca información cuando la situación recién se conoció en los medios de comunicación.
Aparte de tener una visión periodística, involucrarse en las investigaciones de los temas y su tratamiento humorístico, Oliver se fue convirtiendo con la experiencia en un muy buen entrevistador. Según él, sus charlas con figuras como Edward Snowden y el Dalai Lama son parte de una búsqueda de conseguir la opinión de la persona que sea "la experta definitiva sobre cierto tema".
Incluso, el comediante demostró cómo el espíritu del entrevistador perspicaz se apoderó de él cuando, a fines de 2017, estuvo como moderador de un panel en una función de la película Mentiras que matan y le preguntó a Dustin Hoffman por las acusaciones de acoso sexual en su contra, que se habían hecho públicas poco tiempo antes. Oliver rompió el pacto implícito que indica que en ese tipo de eventos la charla se mantiene amable e inofensiva y no dudó en decirle al actor que sus disculpas públicas habían sido insuficientes. Insistió e insistió ante la incomodidad de Hoffman. No lo pudo evitar porque, lo acepte o no, hace rato que el comediante se convirtió en periodista.
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