Los veinte años transcurridos desde la trágica muerte de John Kennedy Jr. y su mujer Carolyn Bessette en un accidente aéreo sirvieron para hacer brillar su estrella aún más. No sólo perdieron la vida dos jóvenes promesas, también murió con ellos un sueño: el de revivir una época dorada, la era de Camelot, como describieron los norteamericanos los años de presidencia de su padre John F. Kennedy y su mujer Jackie.
La memoria del tan querido John John, algo así como un príncipe de Nueva York, y la enigmática Carolyn perdura entre nosotros. Abogado y editor –fundó la revista de política y lifestyle George–, John Kennedy Jr. se casó con la relacionista pública de moda en una ceremonia secreta para cuarenta personas celebrada en 1996 en Cumberland Island, una pequeña isla del estado de Georgia a la que sólo se accedía en barco. Tan hermético resultó el evento que muchos de los asistentes fueron convocados sin saber que se trataba de una boda. Algunos miembros de la familia Kennedy ni siquiera fueron participados para no alertar a la prensa y los fotógrafos.
Tras el sí, quiero, Mr. & Mrs. Kennedy se fueron de luna de miel a Turquía y navegaron por el Egeo a bordo del crucero Althea. Desde el principio de su noviazgo, el soltero de oro –que había conquistado el corazón de Madonna, Daryl Hannah y Sarah Jessica Parker– y Bessette impusieron su estilo en la sociedad neoyorquina. Él era un Kennedy y representaba la realeza americana y ella era una chica refinada, bajo perfil y con un estilo único.
EL FINAL MENOS ESPERADO
Tenían 38 y 33 años cuando el Piper Saratoga, un avión monomotor, que piloteaba él durante una escapada de fin de semana a la casa de verano familiar desapareció en medio de la noche y la niebla en Cape Cod, el 16 de julio de 1999. Tras una intensa búsqueda, tres días después se encontraron los cuerpos de la pareja y de Lauren Bessette, la hermana de Carolyn, que se había sumado al trip.
Al momento del trágico accidente, los rumores de crisis apuntaban contra su matrimonio. Lo cierto es que para entonces ya habían dejado huella. John, como un hombre con un verdadero compromiso por hacer el bien, y Carolyn, como un ícono de moda siguiendo los pasos de su suegra, Jackie Kennedy.
Con su inolvidable pelo dorado, sus fascinantes ojos azules y su vestuario minimalista, Bessette encarnó a la perfección el estilo de Manhattan, que aún hoy es inspiración para tantas mujeres, entre ellas la duquesa de Sussex y la actriz Kristen Bell. O el diseñador Alexander Wang, fascinado por los años 90 con los slip dresses y las cintas para el pelo, tomó prestada su estética para su última colección.
En palabras de la diseñadora Gabriela Hearst: "Hay una inteligencia que se refleja en el estilo de Carolyn. Había una profundidad extrema en ella que atraía a John y al mundo entero. Un tesoro escondido que nunca conoceremos".
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