Así piensan los adolescentes que se acercan a Clubes TedEd para contar cómo ven el mundo hoy
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Desde muy chiquito la tecnología llama mucho mi atención. Entender cómo funcionan los mecanismos detrás de las cosas es algo que ocupa gran parte de mi curiosidad. Cuando un juguete se me rompía, lo desarmaba e investigaba para entender cómo es que funcionaba y ver si lo podía arreglar. A base de cinta, “La Gotita” y un poco de fuerza, lograba que muchos de mis juguetes tuvieran una segunda oportunidad.
Aunque esto no siempre era así. A veces, simplemente no se podían arreglar y, era entonces, que imaginaba cómo reinventarlos y, así, crear nuevos juguetes. Poco a poco los muñecos articulados pasaron a tener engranajes, mecanismos más complejos y pilas. Hasta que un día llegó mi primera computadora.
Al principio, esa compu la usaba solo para jugar Minecraft. Buscando juegos nuevos fui dándome cuenta de que no podía jugar a todo lo que quería. Tenía 11 años y mi computadora, que hasta ese momento había sido lo más para mí, de repente ya no lo era más. Tenía la llave para jugar a lo que quisiera, pero no podía.
Como necesitaba entender qué era eso que me lo impedía, empecé a meterme cada vez más en este nuevo mundo, desconocido para mí pero que, de alguna manera, me estaba llamando.
Con todo lo que aprendí investigando en Internet, le hice una “radiografía” a mi computadora: el procesador es el cerebro, la mother los huesos, la RAM es la memoria, la placa de vídeo es la visión y la fuente es como su estómago. Con todas las piezas en su lugar, empezaba a entender qué era aquello que la limitaba. Los resultados del análisis fueron contundentes: si quería jugar sin límites, necesitaba otra computadora.
Así es como me di cuenta de que la forma de entender a la tecnología era descubriendo cómo funciona, qué la compone y qué usos se le pueden dar. Nuevamente: desarmando, re-armando, investigando. Hoy, que ya entiendo un poco más que a los 11, desarmo en mi cabeza la tecnología actual, para entenderla mejor e imaginarme cómo reinventar la del futuro.
¿Qué vamos a poder hacer con la IA?
¿Cómo debemos relacionarnos con las redes sociales?
¿Qué podemos esperar de la robótica?
Todas preguntas para las que hoy no tengo respuesta.
La tecnología del futuro
Cuando hoy escuchamos hablar sobre la tecnología del futuro, ¿no les pasa que solo hay dos voces? O un apocalipsis total o una utopía perfecta. Que los robots nos matan y dominan a lo Terminator, o que la tecnología soluciona todos nuestros problemas de la vida cotidiana, como en Los Supersónicos.
La verdad es que no tengo ni idea qué es lo que va pasar. A mí me gusta pensar en distintos futuros posibles, distintos roles de la tecnología en escenarios inimaginables. Pero para ver todas esas alternativas necesitamos desarmar lo que hay hoy y entender cómo funcionan las piezas, mirar su código fuente. Si hacemos eso vamos a poder relacionarnos mejor con la tecnología hoy y sacarle un mayor provecho, pero también vamos a poder reimaginar y quizás influenciar el futuro que deseamos.
Es obvio que nadie quiere que nos dominen los robots, pero, por otro lado, yo creo que los problemas nunca van a dejar de existir. Y está bien que así sea, porque lo que necesitamos es que esos problemas se vayan modificando con el tiempo, para que podamos crear nuevas soluciones que nos lleven a nuevos futuros posibles. Para que eso suceda debemos mantenernos lo más cerca posible de la tecnología. Está en nosotros como jóvenes hacernos todas estas preguntas, cuestionarnos, incomodarnos e identificar las problemáticas que queremos cambiar.
Así como cuando yo era chico y jugaba con mis juguetes, a desarmarlos, ver cómo funcionaban, entenderlos y reinventarlos, nos invito a hacer lo mismo ahora. Desarmar las tecnologías actuales y su uso para entender cómo funciona y aprender todo aquello que no sabemos para, poco a poco, ir construyendo las piezas de esta máquina que es el futuro.
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