Jo Nesbo, el escritor noruego que reversiona a Shakespeare... y además rockea
Dime qué deporte practicas y te diré cómo eres. Esta máxima podría explicar la personalidad de Jo Nesbø. Su actividad vital es escalar. Eleva sus rodillas, eleva sus ideas, palpa el terreno escarpado, palpa las cicatrices de la violencia, toma distancia de la civilización, toma distancia de las normas y de la buena conducta. En soledad, lejos de la tecnología y cerca del peligro, en la naturaleza salvaje encuentra su hábitat natural. Trepa y asciende metros sobre el nivel del mar y también trepó posiciones en la lista de los astros del futbol noruego, como en los rankings de venta de discos con su banda Di Derre y fue un líder de las finanzas nórdicas. Siempre más, siempre hacia arriba, la contienda –sin rival– es, desde hace algunas décadas, la narrativa. Escritor best seller, planta una nueva estaca en su carrera para volver a tomar impulso: su propia versión de Macbeth, en clave posmoderna, y en breve El heredero (ambas editadas por Penguin Random House). Estas dos novelas están alejadas de un andarivel sólido que cruza océanos y atraviesa cincuenta idiomas: la saga del detective Harry Hole, que ya lleva once.
Nesbø está en Grecia escalando y escribiendo. Comienza el invierno en su Noruega natal y se quedará a orillas del Mediterráneo hasta fin de año. Se despide por teléfono de un conocido mientras en simultáneo recibe otra llamada para realizar la entrevista con LA NACION revista. Un minuto después, llama él y se presenta. Afable, piensa cada respuesta y tras ese silencio comienza a hilvanar sus ideas sobre la tragedia y la oscuridad que habita dentro de cada uno de nosotros. La editorial Hogarth, fundada por Leonard Woolf, el marido de Virginia Woolf, convocó en 2016 a un grupo de autores para que, en clave de novela, revisitaran los clásicos de William Shakespeare. Margaret Atwood realizó su versión de La tempestad; Jeanette Winterson, de Cuento de invierno; Gillian Flynn, de Hamlet; y Nesbø, de Macbeth. Esta última está ambientada en los setenta, en un mundo autoritario, y en una ciudad donde el Jefe de Policía, un tal Keneth, quien acaba de morir, sembró el miedo y condujo la vida de los habitantes con mano de hierro durante un largo período. Un inspector llamado Macbeth, popular, valiente y adicto a diversas sustancias, y su pareja, la regenta de un sórdido casino, Lady Macbeth, buscarán tomar las riendas del nuevo orden.
–¿Le ofrecieron reescribir Macbeth o usted pidió a la editorial trabajar con esta tragedia?
–Generalmente, no escribo nada que no sea una idea propia y cuando me ofrecieron el proyecto al principio, me negaba, pero después dije que sí, si me daban Macbeth.
–Macbeth comienza con tres brujas o hermanas fatídicas, personajes sobrenaturales y demoníacos. ¿Cómo fue para un autor siempre realista abordar estos elementos?
–Las tres brujas han sido un problema, un misterio y una paradoja para muchos expertos en Shakespeare. Hay algunas teorías que sostienen que estos elementos se añadieron luego. En un comienzo, tenía un plan que consistía en dejar afuera a las tres brujas, pero cuando empecé a escribir, las necesitaba. Por eso es una obra maestra. Arribé a la idea de tener tres brujas, no como fuerzas sobrenaturales, sino como personajes verdaderos y llegué a convertirlas en aquellas visiones que tiene una persona cuando está drogada.
–Ellas trabajan para un narcotraficante, Hecate. Las adicciones aparecen a menudo en su obra.
–Sí, creo que a través de la adicción aparece una pregunta fundamental sobre la libre voluntad. ¿La tenemos o no? La mayoría de las personas piensa que la posee. Pero, si bien todos tenemos esa capacidad de elegir diferentes opciones dadas las mismas circunstancias, por qué se elige aquello que hace daño. Es todo una cuestión de química en nuestro cerebro y el proceso de elegir siempre es complicado. Las adicciones, por lo tanto, son un espacio donde podés preguntarte si somos esclavos o si tenemos libre albedrío.
–Lady Macbeth es un personaje icónico sobre la ambición y manipulación. En su novela hay detalles morbosos que Macbeth le pide a su mujer que no le cuente, pero usted provee otros y crea una criatura aún más cruel.
–Macbeth es la obra más corta de Shakespeare y aún así tenés la sensación de que es una historia muy larga. El motivo es porque hay mucho subtexto y mucho que no es contado en la pieza. En un solo verso de Shakespeare, Lady Macbeth dice que si ella tuviera la oportunidad de ser reina, se sacaría el bebé de su pecho y lo aplastaría contra la pared. Con esa sola línea se abre una puerta, una posibilidad para contar toda una historia nueva. No fue difícil. Es divertido y es un privilegio. Admiro y respeto a Shakespeare, pero no le temo. Es un narrador de historias como tantos otros. No hay nada como una historia perfecta. Es una obra maestra, pero no es perfecta.
–Uno de los versos más famosos de la obra es El sonido y la furia, el mismo que toma William Faulkner para su novela célebre. Quizá, en especial en el caso de la saga de Harry Hole, sintetice la atmósfera de estas novelas y quizá haya puntos en común entre ambos héroes.
–Posiblemente lo que tienen en común Macbeth y las novelas de Harry Hole es que hay un personaje presentado como un protagonista desde el comienzo. Macbeth es un soldado valiente al que le ha ido bien en una batalla. Solo toma diez segundos saber que esta historia es sobre él, y eso mismo ocurre con Harry Hole. Cuando los lectores han elegido a su protagonista es muy difícil persuadirlos de que abandonen a ese personaje. Quieren ir con él a toda partes, como en Breaking Bad o en El padrino. Lo mismo me pasa con Harry Hole, que, como Macbeth, es un asesino, como la misma gente que persigue. Esto lleva a un debate moral muy interesante, porque no todo es blanco y negro y le tomás simpatía a ese personaje.
–¿Cómo lidia personalmente con la escritura de estas historias tan crueles, tan violentas? ¿Afecta también su estado de ánimo?
–A veces lo afecta, sí. Ser escritor es una cosa extraña porque encontrás placer en escribir sobre hechos y circunstancias con los que no te daría placer lidiar en tu vida real. A veces me hago esa pregunta: ¿por qué quiero ir ahí? ¿Por qué quiero pasar tiempo allí? Siento curiosidad sobre la parte oscura del hombre. Creo que esa es la tarea del escritor: poner la luz en esos rincones de la psiquis donde generalmente te mantenés alejado. ¿Somos capaces de matar? ¿Nos enseña la sociedad a no ser malvados? Estas son preguntas interesantes, aunque la ficción no te da respuestas, solo te ayuda a plantear preguntas.
Hay muchas vidas dentro de una. Nesbø es el protagonista de una biografía ecléctica que probablemente, si se tratase de ficción, un editor le pediría acotar o focalizar en alguna de sus etapas donde siempre fue líder. Jugador profesional de fútbol, estrella del equipo Molde, su carrera en el deporte culminó cuando se rompió los ligamentos. Desolado y rabioso, se alistó en el ejército y durante tres años, en el norte de Noruega, en la parte más gélida del país, se dedicó a culminar los estudios del colegio, que había postergado por los entrenamientos y los partidos. Fue en el ejército donde comenzó a tocar la guitarra y dejó el cuerpo militar para estudiar Economía. A los pocos años de egresado, se convirtió en una personalidad del mundo bursátil y por las noches despuntaba el vicio de la música, que incluso lo posicionó como una estrella del pop local. Al poco tiempo, un sello editorial le propuso escribir un libro. Pidió una licencia de seis meses y se subió a un avión rumbo a Australia. En esas treinta horas que unen Oslo con Sidney, ideó la trama y al personaje que lo sigue hoy como una sombra. Al llegar al hotel, con el jet lag de aquel viaje tedioso, comenzó a escribir.
El murciélago, Cucarachas y Petirrojo fueron las primeras entregas de las peripecias de Harry Hole. Petirrojo es un homenaje a su padre. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Stalin amenazaba Noruega, su papá se alistó en el ejército aliado de Hitler para contrarrestar el poder ruso, y sobrevivió a Leningrado.
Otra novela de esta saga es El leopardo, una obra que fue destripada por la crítica, acusada de su regodeo en la tortura y de su violencia extrema, una lectura que enardeció a su autor.
–Hay una tesis elaborada por el psicólogo y profesor de Harvard Steven Pinker que sostiene que el ser humano es en la actualidad menos violento en comparación con su conducta en el pasado. ¿Está de acuerdo con esta tesis?
–No conozco la obra de Pinker. Pero creo que soy optimista. No sé si la gente es menos cruel o más civilizada. Sí hay en la actualidad menos personas asesinadas en guerras que en toda la historia de la humanidad. Si mirás los porcentajes o los riesgos de ser asesinado, pareciera que el mundo va por una dirección correcta. La crueldad es también una pregunta sobre la oportunidad: si crecés en una sociedad donde la crueldad es premiada, verás que se incrementa.
–El señor de las moscas [de William Golding]fue uno de sus libros preferidos de su infancia. Los niños también pueden ser malvados.
–Sí, ese libro me impactó. Antes, por la tapa y la ilustración: la cabeza de un cerdo atravesada por un palo en un charco de sangre, y luego por esa historia que abre ese debate tan interesante.
La comunicación se corta y el escritor, quien se ha extendido en el tiempo pautado, llama para continuar. Nesbø es más que un novelista. Es un contador de historias. Imagina mundos, quizá porque ha vivido en tantos microcosmos diferentes y en todos ellos ha obtenido una medalla. Aunque se considera optimista y confía en la civilización, teme por la salud del planeta.
–¿A qué le teme o a qué le teme más: al terror sobrenatural o al terror que un ser humano puede ocasionar?
A volverme loco. Esa es una de las razones por las cuales la historia de Macbeth me golpea tanto. Es la historia de un hombre que se va volviendo loco y yo quiero ser cuerdo.
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