El nado sincronizado, como el boxeo femenino que estuvo prohibido durante infinidad de años
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Así como el boxeo femenino estuvo prohibido durante infinidad de años en los Juegos Olímpicos (en realidad también el fútbol, las pesas, el ciclismo, el waterpolo y tantísimos otros deportes solo podían ser practicados por los hombres), la familia olímpica todavía genera un par de casos contrarios: los varones no pueden participar del nado sincronizado y la gimnasia rítmica.
En Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, el 45% de los deportistas fueron mujeres, un porcentaje insuficiente para llegar a una igualdad absoluta de género, pero, al mismo tiempo, una cifra récord: hace 100 años, las mujeres apenas llegaban al 10% de las participantes olímpicas. Además, en Londres 2012 por primera vez todos los países, hasta los más conservadores, como Qatar y Arabia Saudita, permitieron participar, al menos, a una de sus deportistas. Datos positivos que contrastan con lo que suele ocurrir por fuera de los Juegos: la cobertura mediática histórica de los deportes femeninos, en relación con los masculinos, nunca superó la marca del 8,7%. Y en Estados Unidos, en 1999, llegó a ser del 1,6%.
En Londres 2012 se estrenó el boxeo femenino y el círculo se cerró: todos los deportes que tenían participación masculina pasaron a tener sus variantes femeninas.
En Londres 2012 también se estrenó el boxeo femenino, que hasta entonces no figuraba en el cronograma, y el círculo se cerró: todos los deportes que tenían participación masculina pasaron a tener sus variantes femeninas, incluso los que se estrenaron posteriormente en Río 2016, como el seven de rugby para hombres y para mujeres. Es cierto que, hilando fino (o no tan fino), en el boxeo hay 10 categorías para los hombres y 3 para las mujeres, y que en el levantamiento de pesas los muchachos forzudos tienen una categoría más que las chicas, pero ya pueden ser considerados detalles que hacen a esos deportes. Lo poco sabido es que los hombres no pueden hacer nado sincronizado ni gimnasia rítmica.
Al principio de los tiempos deportivos, el nado sincronizado, uno de los deportes más estéticos de los Juegos, era de hombres y de mujeres juntos, una variante mixta. Hasta que en los años 40 se determinó que debían competir por separado y la variante masculina lentamente fue entrando en el olvido, a tal punto que en Los Ángeles 84, los primeros Juegos en los que hubo nado sincronizado, solo se abrió la categoría femenina. Eran tiempos en los que había muchos más deportes para hombres que para mujeres y se intentó achicar la brecha con esta especie de ballet acuático.
Por supuesto que, a pesar de no ser olímpico –ni tampoco ser permitido en los Mundiales de natación–, algunos hombres se animaron a los prejuicios (al estereotipo homosexual) y se dedicaron, casi en soledad entre su género, al nado sincronizado. El rebelde, el líder de esta resistencia, fue Bill May, un estadounidense que ganó varios torneos de su país (donde le permitían competir en parejas con chicas) y que a comienzos del siglo XXI le pidió al Comité Olímpico Internacional que le permitiera, a él y a los hombres en general, competir en las pruebas de Atenas 2004.
El COI le dijo que no porque el suyo era un deporte “exclusivo para mujeres” y May se retiró a los 26 años y se dedicó a hacer acrobacias en el Cirque du Soleil, a cambio de US$100 por noche. En 2015, sin embargo, la Federación Internacional de Natación permitió hombres por primera vez en los Mundiales y May (ya un veterano de 36 años) volvió a lo que nunca había querido dejar, el nado sincronizado, y fue campeón del mundo.
En el Mundial de Rusia 2015 se anotaron 38 parejas de mujeres y 6 parejas mixtas, curiosamente la mayoría de países conservadores: Turquía, Japón, Ucrania, Italia, Rusia y la ganadora, Estados Unidos, con la pareja de May y Kristina Lum Underwood. La gracia a cargo de ella y la fuerza a cargo de él fueron un desafío de coordinación entre dos cuerpos con energías distintas. Y lo que antes era como un baile de sirenas ahora permite ver cierto halo de sexualidad.
Lo que no se sabe es cuándo el nado sincronizado para parejas, ya autorizado en los Mundiales de natación, llegará a los Juegos Olímpicos. Por lo pronto, no será en Tokio 2021, pero lo seguro es que, durante mucho tiempo, Argentina no tendrá representación masculina. En Río 2016 vimos a las mellizas rosarinas Etel y Sofía Sánchez, pero si la pregunta es cuántos jóvenes argentinos se dedican al nado sincronizado, la respuesta es... ninguno. Así que si algún hombre no sabe a qué deporte dedicarse (o quiere introducir a su hijo en alguno), aquí tiene una garantía inmediata de ser el primero en algo.
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