Un error involuntario nos condujo hasta esta fantástica entrevista. La semana pasada publicamos un reportaje sobre "la guerra de los Enthoven", el enfrentamiento público de dos prestigiosos pensadores franceses, padre e hijo, que tuvo repercusión en todo el mundo. El hijo, Raphaël, escribió una novela en tono autobiográfico donde desnudó obscenamente a los integrantes de su familia que son, en su mayoría, personas reconocidas por el gran público. Los hay filósofos, representantes del progresismo francés, periodistas, psicoanalistas de prestigio e incluso una ex primera dama. Describió escenas íntimas y no tuvo piedad con el uso de los calificativos. Su padre, Jean-Paul (71), que estaba en ronda de prensa presentando también una novela, no pudo evitar referirse a este libro "abominable". Y se declaró "de luto":
"He decidido romper toda relación con mi hijo. Ha escrito un libro abominable, contra mí, contra nuestra familia. Nunca pude pensar que mi vida cayese tan bajo, contada por mi propio hijo", declaró. La relación entre padre e hijo tiene condimentos "literarios" que potencian su enfrentamiento, motivo por el cual esta pelea hizo eco en todo el mundo. Es una vieja historia, de más de veinte años atrás, que aún los persigue: los dos fueron pareja de Carla Bruni. Jean-Paul la presentó en la familia y Raphaël –que estaba casado– tuvo una aventura con ella cuando aún era la pareja de su padre. Todo sucedió en dos meses que, para el mundo, parecen inolvidables. El affaire fue inocultable, ya que al poco tiempo Carla quedó embarazada. La mujer de Raphaël, una joven periodista llamada Justine Lévy, hija de un reconocido filósofo íntimo amigo de Jean-Paul, también hizo catarsis literaria y publicó una novela donde contó su triste experiencia. Los franceses la hicieron best seller: vendió 110 mil copias en menos de un mes y fue traducida al inglés, alemán y español. Siete años después, Carla dejó a Raphaël para irse con Nicolas Sarkozy y convertirse en primera dama de Francia.
Tras la publicación de la última novela de Raphaël, Le Temps Gagné, distintos medios de habla hispana (incluidos suplementos literarios de diarios españoles) cometimos el error de asegurar que el autor había calificado a su padre de "asqueroso" cuando el adjetivo en realidad estaba dedicado a la segunda pareja de su madre, a su padrastro, un afamado psicoanalista. Jean-Paul, que está de novio con Patricia della Giovampaola, se comunicó con la redacción de ¡HOLA! Argentina. Nos disculpamos con él, fue extremadamente comprensivo y generoso, y nos concedió esta entrevista donde revela parte de su genialidad, habla de su última novela –Lo que le gustaba a Blanca–, un thriller erótico fascinante, y cuenta, además, detalles de su vida a los que había echado llave hace mucho tiempo.
–Su última heroína, Blanca, es una mujer absolutamente irresistible y sexualmente compleja. ¿Por qué siempre construye sus novelas sobre figuras femeninas?
–Mire, usted sabe mi edad, yo nunca estuve en una guerra, no fui militante político, nunca me psicoanalicé… De manera que la única forma que tuve de conocerme en la vida fue a través de las mujeres. Ellas me enseñaron todo lo que sé de mí mismo. Las mujeres son infalibles para hacernos saber si somos valientes o cobardes, leales o desleales. De manera general, creo que cuando estamos frente a una mujer interesante siempre hay una novela que empieza.
–Lo escuché decir en una entrevista que no tiene imaginación, que usted "pone su caballete donde vive". Al mismo tiempo, veo que críticos y lectores suelen asociar a sus personajes, en todas sus obras, con personas reales. ¿Cree que estas asociaciones benefician a sus novelas?
–Las personas hacen proyecciones, se imaginan que tal persona que describo es alguien conocido de mi entorno. Es un error absoluto. Marcel Proust, sobre quien escribí mucho, tenía una buena respuesta para esto: cuando le preguntaban si tal personaje representaba a tal persona, él decía "muchas llaves para una sola cerradura". En realidad, todos mis personajes existen de alguna manera, pero existen como los personajes mitológicos que tienen cabeza de caballo y cuerpo de pájaro, están compuestos de distintos elementos. En mi último libro, el personaje de Blanca existe, se trata de una mujer que me contó su historia y a partir de ahí yo hice esta novela. Pero, créame, mi novela no tiene personas identificables. Odiaría hacer una novela "de una llave", lo creo obsceno, la literatura no está hecha para eso.
–Hay un pretendido voyeurismo en quienes buscan asociar personajes con personas.
–Lo sé, no me shockea, ni me indigna, sólo me defiendo. Hay muchos escritores que funcionan así, pero no es mi caso. Hay novelas célebres como Lo rojo y lo negro, de Stendhal, donde los hechos que se narran son reales, sucedieron, pero hoy a nadie le interesa quiénes fueron sus protagonistas.
–En su caso, como hay muchas personas conocidas en su vida, eso hace que estas asociaciones, verdaderas o falsas, tomen otra dimensión. No descubro nada con lo que estoy diciendo, usted ya lo vivió con otras novelas con otros personajes.
–Su alusión es transparente. Usted hace referencia a que mi nombre está asociado al de una mujer que fue una modelo famosa y que se casó con un presidente de la república. Ella también fue la compañera de mi hijo, con quien tuvo a un chico que se llama Aurélien. Hoy esta persona, a quien no tengo ganas de nombrar, es simplemente la madre de un adolescente que adoro. Eso es todo. Lo que pasó hace veinte años, hasta a mí me cuesta recordarlo… ¿Hasta cuándo va a durar esto? Hubo decenas o centenas de artículos escritos sobre esta relación, libros enteros… Yo di vuelta la página. Es todo. Lo que puedo decirle es que se trata de una criatura que no me inspira en absoluto cuando escribo.
–Su novela está cargada de sexo en un momento en el que no podemos tocarnos, saludarnos, abrazarnos, darnos la mano… ¿Escribió Lo que le gustaba a Blanca durante la pandemia?
–En Francia, el confinamiento empezó el 15 de marzo y mi novela estaba escrita tres meses antes. Pero es increíble lo que está pasando: con la pandemia, de golpe, hombres y mujeres descubrieron que ya no podían tocarse. Imagino que la tasa de infidelidad conyugal fue de las más bajas durante este período. Casi nadie debe haber ido a ver a su amante durante la pandemia. Los hijos concebidos en este período formarán una generación que no dudará de la identidad de sus padres. Si esta pandemia dura mucho más y los humanos tomamos el hábito de no abrazarnos, no darnos la mano, no darnos abrazos, sería una calamidad.
–Cuando se preparaba para descubrir su novela, sucede esta polémica con su hijo que en todo el mundo se presenta como un "cisma familiar". Una búsqueda rápida en Internet revela que sus declaraciones sobre Raphaël y su nuevo trabajo tuvieron eco en todo el mundo. Se han escrito artículos al respecto en Inglaterra, España, Uruguay, Estados Unidos… ¿Lo sorprendió semejante repercusión?
–Estoy estupefacto por que mi hijo Raphaël, que eduqué y adoré, eligiese escribir una novela tan transparente e indecente. Me da mucha pena, esto me provoca gran tristeza. Este libro tuvo mucho eco en el mundo por la identidad evidente de los personajes que ponía en escena. Mi amigo Bernard-Henry Lévy (filósofo y escritor), Carla Bruni, yo mismo… Esto excita a las personas. No es la virtud literaria del libro que hizo que tuviera repercusión. Lamento que mi hijo Raphaël, que es un muchacho excepcionalmente inteligente, haya recurrido a este efecto mediático. No hablo con él ahora y no lo voy a hacer por mucho tiempo. Creo que estuvo mal asesorado por editores ávidos de vender copias en detrimento de su reputación. En general las crisis de adolescencia tienen lugar en la adolescencia: que quiera matar a su padre en la adolescencia es formador, pero que espere a cumplir 45 años para hacerlo me parece ridículo. Reaccioné al artículo que publicaron ustedes porque dijeron que me llamó "asqueroso" cuando en realidad usó ese calificativo para su padrastro. Soy uno de los personajes más cuidados en el libro de Raphaël, donde dice cosas extremadamente severas sobre su padrastro, a tal punto que su padrastro fue a los tribunales, lo demandó por difamación y pidió una indemnización por cien mil euros. Todo esto se decidirá en la Justicia. No puedo soportar que digan que fui asqueroso con mi hijo. Lo adoré, hace unos años publicamos un libro juntos (por Diccionario amoroso de Proust). ¡Nadie escribe seiscientas páginas con alguien asqueroso!
–Que usted y su hijo compartan la misma profesión ya los convierte en potenciales competidores. Muchos críticos dicen que lo que hizo su hijo con este último libro es lo que en psicología llaman "matar al padre", liberarse definitivamente de la tutela para volar libremente. ¿Usted no lo cree así?
–Hay muchas personas que trabajan de lo mismo y no tienen necesidad de matarse unos a otros. Que un hijo quiera emanciparse de su padre es algo bueno. Soy amigo de la libertad, de la autonomía, no me molestaría para nada. Pero creo que hay un tiempo para cada cosa. Cuando Raphaël me quitó la novia, eso ya fue un parricidio. No veo la necesidad de hacer otro veinte años más tarde…
–Cuando hablan de esta pelea entre padre e hijo, todas las crónicas, en todo el mundo, sin excepción, hacen mención a la relación que tuvieron, usted y Raphaël con Carla Bruni. ¿Qué sentimientos le genera esto?
–Mire, voy a ser muy simple: Carla Bruni cruzó mi vida muy brevemente, no voy a fingir que no sucedió lo que sucedió, pero a partir de ahí construyó una historia de amor con mi hijo. Esto pasa en la literatura, es un mito muy conocido, son cosas que suceden… No digo que las apruebo. Si pudiese volver a empezar, haría todo lo posible para no cruzarme en el camino de Carla Bruni. Pero sucede que una tarde unos amigos nos invitaron a comer a un restaurante y algo pasó… Y ese algo tuvo consecuencias de las que seguimos hablando veinticinco años más tarde. Es loco. En los últimos veinte años todos conocimos mucha gente, usted también, tuvimos amores… ¿por qué hace falta que esta historia vuelva, sin cesar, sobre mis espaldas?
–Usted lo sabe bien: no sólo por el conocimiento de Carla Bruni, sino también por lo que sucedió con su hijo.
–Sí, lo sé perfectamente. Pero no deja de sorprenderme cómo lo recuerdan los medios. Yo tengo que hacer un ejercicio de memoria para recordarlo. Es todo.
–Patricia, su mujer, es una mujer imponente, de gran estilo, que suele participar activamente en nuestra revista. Usted, a quien insisto en presentar como un experto en mujeres, ¿cómo definiría a Patricia?
–Patricia, en mi vida, es un milagro. Es la criatura más maravillosa que haya encontrado. Transformó mi existencia. Tiene dos virtudes: es amiga de la vida y también de la bondad. Es el corazón más puro que conozco. Día a día me pregunto qué hice para merecer este favor. Es un milagro que dura porque es la mujer más vivaz, la más dotada para la felicidad, aunque en su vida haya conocido pruebas difíciles. A cada uno de nosotros, en un momento de nuestras vidas, se nos concede un privilegio. No sabemos bien qué hicimos para merecerlo, pero llega e intentamos estar a la altura. En mi vida, Patricia es este privilegio.
–¿Cuál es su relación con Argentina? ¿Ha venido con Patricia? ¿Y antes de conocerla? ¿Conoce nuestra literatura?
–Todos los franceses tenemos una pasión extraña e irracional con Argentina. Los argentinos también tienen pasión por Francia. Mucho antes de conocer a Patricia, viajé a Argentina para visitar a Borges. Fui a su casa de la calle Florida. En uno de mis libros, Saisons de papier, de 2016, cuento mi largo encuentro con Borges, fue un momento muy importante para mí porque yo tengo una admiración total por él. Recuerdo que hablamos de Víctor Hugo. "Lo detesto, lo único bueno que hizo Víctor Hugo fue una pieza de teatro que se llama Les Brigands", me dijo. Con timidez, me permití corregirlo: "Maestro, dije, Les Brigands no es una obra de Víctor Hugo, la escribió el alemán Friedrich Schiller". Y Borges, muy suelto, me respondió: "¿Ve? Víctor Hugo ni siquiera es autor de su mejor trabajo". [Ríe]. Luego nos volvimos a ver en París. Todo esto para decirle que la Argentina y su literatura son importantes en mi vida. Es un país que impresionó e inspiró a muchos autores. Amo a Argentina por su literatura, por su fútbol y por Patricia, que tiene pasión incontrolable por su país. Si escribo una nueva novela, creo que Argentina podría ocupar un lugar importante. Tengo una buena historia que sucede allá, voy a trabajarla. También tengo una visión, veo mi libro en esa librería fantástica que era un viejo cine.
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