Javier Gentile (57) tenía 26 cuando se mudó a Punta del Este. Hacía dos años que se había recibido de arquitecto en la Universidad de Buenos Aires y se ganaba la vida como dibujante en un estudio porteño. "Un día, viene Juan Ricci, que también trabajaba ahí, y me dice que necesitaba sacar tres dibujos para una reunión que tenía con un cliente al día siguiente. Hago los dibujos, él sale para la reunión y gana los tres proyectos. Eran para Federico Álvarez Castillo, que en aquel entonces se ocupaba de la imagen de las marcas Mango, Diesel y Motor Oil", recuerda el favorito de Susana Giménez sobre aquellos días cruciales de 1989 en los que su destino cambió para siempre.
Ganar implicaba mudarse a Punta del Este y Javier no lo dudó. "Era joven y no tenía mucho que perder. Juan me preguntó si me animaba a venirme a trabajar acá, con él, y le dije que sí. Él era un creativo increíble, un genio de la decoración y necesitaba un arquitecto", nos cuenta en La Linda, un café de Manantiales, en donde tiene lugar esta charla. "Al mes, ya estábamos instalados por acá, a unas pocas cuadras. En aquel entonces, Manantiales era un pueblo de pescadores", añade Javier, autor de La Tertulia, la chacra que la diva de la televisión tiene en Garzón, y puso a la venta hace un tiempo.
UN ESTUDIO "BOOM"
Durante más de dos décadas, Javier y su hermano, Gerardo (también arquitecto), trabajaron codo a codo con Ricci, el decorador más adorado del Este. "Juntos, ambientamos desde una misa en Obras Sanitarias hasta hoteles alojamiento, como el Riglos, en Caballito, y el Etc.Etc, en el Bajo Belgrano" –rememora, divertido–. "Gerardo estaba a cargo de las obras en Buenos Aires, yo de los proyectos en Uruguay y Juan iba y venía". El estudio se llamaba Arquitectura Ambientada y fue un éxito hasta mediados de los años 2000, cuando Juan, que ya estaba muy enfermo (murió en junio de 2008, en Madrid), propuso disolver la sociedad para no arrastrar a sus socios hacia un conflicto de herencia. "Juan no quería que tuviéramos problemas con su familia. Empezamos solos, sin un mango. Todo lo que acordamos en los veintitantos años que duró nuestra sociedad, lo cumplimos…", dice, emocionado.
–Ricci era un referente de la decoración. ¿Cómo fue trabajar a su lado?
–Él era la cara visible del estudio, un fanático y un genio del color. Gerardo y yo trabajábamos detrás de las bambalinas. Llegamos a tener 20, 30 obras por año en Punta del Este, más las de Buenos Aires. Trabajábamos sin parar. Los clientes nos llamaban para hacer los locales comerciales de sus marcas, de ahí pasábamos a las fábricas y de ahí a sus casas. Fueron años increíbles, en una obra llegamos a manejar trescientos empleados.
–Al principio de tu carrera, ¿te imaginabas que te iba a ir tan bien?
–No. Vengo de una familia de laburantes: mi padre murió a los 38 años. Era comerciante, tenía una casa de artículos para el hogar en Quilmes. Mamá se dedicó toda la vida a la docencia [fue maestra de Carlitos Tévez en Fuerte Apache]. Mi abuelo y mi tío eran arquitectos y yo siempre supe que iba a seguir su camino. Mi lugar de juego estaba debajo del tablero de mi abuelo, tenía mi casita de autitos ahí.
–¿Qué ves cuando mirás para atrás?
–Soy de los que creen que todo tiempo pasado no fue mejor. Tengo los ojos puestos en el presente y en el futuro.
Con Fernanda nos da mucho placer recibir amigos en casa. Nos gusta compartir lo que tenemos con la gente que queremos
EL ARQUITECTO DE SUSANA
Su historia con Susana empezó en 1998. "Fuimos a concurso con otros tres estudios para hacer la escenografía del programa y ganamos. El primer año hicimos algo muy net; el segundo, le propusimos una escenografía a lo Versace que le encantó, y la tercera fuimos por una onda palaciega. En esos años, además, le decoramos la casa en Barrio Parque y le hicimos la reforma y la decoración de su casa en Tortugas, que después se quedó Huberto Roviralta. Un par de años después, me llamó para hacer una reforma en La Mary, su chacra en Rincón del Indio", cuenta Javier, quien, junto a Ricci, decoró el departamento de Franco Macri en Terrazas de Manantiales, hizo las famosas fiestas de fin de año de la familia durante una década y ambientó la boda de Daniel Scioli y Karina Rabolini.
En 2012, Susana llamó a Javier con un plan: había comprado un campo de cien hectáreas en la localidad de Garzón y quería que "su" arquitecto le construyera una casa sobre una roca. "Le propuse hacer algo grande, lindo y con el espíritu de un rancho, pero sofisticado. No me parecía hacer una casa moderna en el medio del campo", cuenta Gentile y agrega: "Susana ama la arquitectura mexicana y así fue cómo llegamos, juntos, a la estética Santa Fe. Ella estuvo muy involucrada en el proyecto de La Tertulia".
–La casa está construida sobre una roca.
–Sí, era una locura. Tuvimos que rellenar toda la cima para crear una superficie plana. [Se ríe]. Como quería hacer una pileta también, dinamitamos una roca que usamos, después, para construir la casa. Susana sabe dónde quiere llegar, pero te deja trabajar con libertad.
–Prácticamente no va a La Tertulia. De hecho, la puso en venta hace unos cinco años.
–Le quedó lejos, está a 80 kilómetros de La Barra. La terminó de desanimar el robo que tuvo: metieron un camión de culata y le robaron todo. Fue en julio o agosto del año pasado, ella estaba en Australia. Además, le fue mal con unos caseros y se hartó.
–Le está costando venderla. Empezó pidiendo 10 millones de dólares y ahora, dicen, que pide bastante menos.
–En Uruguay es difícil vender. La casa, además, está en un lugar que aún se está desarrollando. Hay que tener mucha plata para poder comprarla y justificar la inversión. Creo que está pidiendo 4,6 millones de dólares ahora. Mi pálpito es que la va a vender y que va a recuperar su inversión.
Vengo de una familia de laburantes. Mi padre era comerciante y mamá se dedicó toda la vida a la docencia
HOGAR, DULCE HOGAR
Javier y su familia –está casado con Fernanda (52) y tienen dos hijos: Paloma (16) y Santino (14)– se mudaron a La Yunta, la chacra con la que el arquitecto había soñado durante tanto tiempo, en 2013. "La obra demoró cinco años. La encaramos durante la temporada baja de la construcción, que es desde diciembre hasta Semana Santa", confía el arquitecto, quien dio rienda suelta a su creatividad para su proyecto más personal. "Arranqué con la idea de una cruz, con circulaciones principales en los brazos. Los que vivimos en Uruguay sabemos cómo son los vientos y un plano en cruz me daba la posibilidad de tener varios patios donde buscar reparo. El norte también se cuida mucho: es la orientación con más calor durante el invierno y es allí donde proyecté los cuartos de la familia. Los de los huéspedes miran al sureste: son los más frescos durante el verano", explica Javier, que proyectó techos altísimos, que doblan la altura mínima, para que sus hijos crezcan con "libertad espacial".
–¿Qué significa esta casa para vos?
–Es el ejercicio de mi libertad. Es una casa vivida, que no pasa desapercibida. No creo en los espacios minimalistas: creo en los espacios que te acogen, en los que te sentís protegido. Es ecléctica, colorida y sorprendente.
–Dicen que con tu mujer son grandes anfitriones…
–Nos da mucho placer recibir amigos en casa. Nos gusta compartir lo que tenemos con la gente que queremos.
–¿Cómo se conocieron?
–Nos presentó un amigo en común hace veinte años. Al principio, yo no quería saber nada: estaba solo y bien. Me convenció de conocerla una vez que viajé a Buenos Aires y nos enganchamos. Ella iba y venía hasta que un día dejó el cepillo de dientes y listo. [Se ríe].
–¿Qué te enamoró de ella?
–Su corazón. Fernanda es médica. Tengo muchos amigos médicos y siempre digo que tienen el mismo corazón que los docentes: son distintos.
Esta casa es el ejercicio de mi libertad. No creo en los espacios minimalistas: creo en los espacios que te acogen. Es ecléctica, colorida y sorprendente
A Susana [La Tertulia] le quedó lejos. La terminó de desanimar el robo que tuvo. Además, le fue mal con unos caseros y se hartó
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