Javier Cámara, el artista orquesta del cine español
Pedro Almodóvar lo definió como “oficinista” porque se puede convertir en cualquiera. Hoy se aleja de las comedias de culto y se luce en dramas taquilleros
MADRID
"Espera, me saluda una mujer", interrumpe la conversación y en la calle besa las mejillas de una absoluta desconocida. Es un mediodía de verano infernal y llega puntual a la cita en el sofisticado triángulo del barrio madrileño de Almagro, allí donde Pedro Almodóvar ubicó los decorados de Mujeres al borde de un ataque de nervios y Carne trémula. Actor carismático y popular, con el entusiasmo de un niño en un parque de diversiones ingresa en un palacete devenido hotel (Santo Mauro) y propone cómplice espiar el salón comedor, con sus arañas de cristal y cubiertos de plata. Belleza y excelencia. A esos dos adjetivos recurrió en su discurso de agradecimiento en los Goya, cuando recibió el premio al mejor actor del cine español.
Fue su amigo Almodóvar quien hace unos años le soltó un piropo que a Javier le costó comprender. "Eres como un oficinista", le dijo. Javier estrenaba un atuendo en el set. "Coño, me había comprado un abrigo precioso y como ya tenía confianza con él le pregunté qué me había querido decir, porque me sonó mal. Y él me respondió que era algo bueno: «Te puedes convertir en cualquiera. No tienes una característica fija, eres como Míster Potato. Yo te transformo». Ah, vale, lo arregló." Los amantes pasajeros, La mala educación y Hable con ella, allí donde compone al maligno Benigno, fueron las tres incursiones de Javier en el cine de Almodóvar, cuya influencia desborda lo cinematográfico y hasta le aconsejó aprender inglés. Entre la ficción y realidad, esta nueva lengua no sólo le abrió un universo profesional (La vida secreta de las palabras, por ejemplo, junto a Tim Robbins), sino que se convirtió en una línea clave del CV de este oficinista en el proyecto de David Trueba Vivir es fácil con los ojos cerrados, por la que obtuvo el Goya. Javier confiesa que desde hace algunos años la sonrisa no se le quita gracias al personaje de un profesor de inglés y latín obsesionado con conocer a John Lennon. Esta criatura diserta en clase, ante alumnos que no superan los 10 años, sobre la soledad del éxito.
Este último escenario es algo que él desconoce. Un amigo le manda un whatsapp porque quiere darle un abrazo antes de que viaje a Roma para filmar con Paolo Sorrentino (La gran belleza) y se refiere a otra amiga y también a Ricardo Darín: "Estuvimos dos meses pegados con él", dice este gran imitador del acento argentino, y habla del estreno de Truman, un himno a la amistad que compuso el director Cesc Gay y que entona junto con Darín. Es la historia de un hombre que cruza el océano para visitar a un amigo que atraviesa el último tramo de una enfermedad terminal.
Intérprete al cuadrado, a este último personaje, que además es actor, lo compone Darín. En una escena que pareciera ser la representación de una comedia de Molière, la criatura de Javier mira desde la platea a su amigo. "Entiendo su magia. Hay actores brillantes, pero él trasciende la pantalla y hace que todo sea sencillo, calmado, siempre con una sonrisa. Con él aprendí a pelear cada escena, a disfrutar cada diálogo".
En esta historia es más lo que no se dice que aquello que sí se dice.
Eso es muy de los hombres. Las chicas dicen qué tontos son los chicos que no hablan. El universo de Cesc es muy masculino y para las mujeres a veces parece infantil este vínculo. Cuando leí el guión le dije a Cesc que mi personaje no tenía conflicto. Después entendí que su rol es acompañarlo ante lo inevitable.
Dijiste en una nota que no te gusta que tus personajes mueran.
¿Dije eso? (risas). Ay, no lo sé. Me retracto exactamente tres minutos después de todo lo que digo. Debo hacer un examen de conciencia profundo… O debería decir la verdad. Dejar de crear un personaje.
¿Creás un personaje para las entrevistas? No parece que te incomodaran.
No, no es eso. Es curioso. Es que me gustaría entrar en otra dinámica, entrar en un diálogo. Me gustaría conocerte a ti. Preguntarte qué estás haciendo aquí, cómo está la Argentina. Me gustaría una conversación.
Excelencia, belleza y también la casualidad. "En la vida se junta todo. En eso consiste", resume. Fue la prestigiosa Real Academia de Arte Dramático de España quien lo aceptó para cincelarlo como intérprete y allí cursó mientras trabajaba como camarero y compartía su departamento con otros estudiantes. Poco antes de recibirse contrajo hepatitis y regresó a su pueblo para sanarse. Pero con 15 kilos menos y más que pálido, amarillo, debió volver a la capital cuando su compañía logró un espacio en una sala, donde representarían La cocina, de Arnold Wesker. El director le pidió al elenco que estuviese muy pendiente de Javier, por si llegaba a descomponerse durante la función. Ya después de los aplausos, en camarines, Santiago Segura ingresaba para felicitar a los actores y se detuvo ante Javier. "Es increíble cómo captabas la atención de tus compañeros. Eras el centro. Vamos a trabajar juntos alguna vez." Siete años después, con Torrente, el brazo tonto de la ley, se cumplía el vaticinio en una de las cintas más exitosas del cine en castellano de todos los tiempos.
"¡Prueba, prueba!", y acerca la bandeja con masas mientras bebe un café con hielo. A los 48 años, celebra que trabaja con directores de su generación, como Gay, Coixet, Trueba y pronto se lo verá de la mano de Félix Sabroso. "Me llegó la hora de trabajar con gente que habla de mis conflictos, de mi momento vital: la primera separación, los hijos, cambiar de país, las muertes, la madurez de verdad. Lo que significa tomar las riendas. Lo que significa ser, sin tener excusas."
Y como la vida consiste en esa olla de cocido donde todo se junta y revuelve, Javier interpretó en dos ocasiones a un profesor de literatura, y los versos de Antonio Machado fueron clave para sus personajes. En Vivir es fácil con los ojos cerrados se confiesa machadiano y en Los girasoles ciegos recita el soneto V, donde el yo lírico huye del triste amor. Sueña con algún día poder encarnar la vida del autor y, mientras tanto, busca la belleza y la excelencia, la rima y la precisión. A esas imágenes y a ese poeta acude para hablar de este viaje: "El camino está siendo precioso".
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