Fue la primera influencer, en un tiempo sin redes sociales ni filtros. Es que en los años 70 todas querían ser como Jane Birkin, esa inglesa delgada como un junco, que había conquistado París –y a Serge Gainsbourg, el enfant terrible del cine francés– con su imagen sensual y frágil, esa sonrisa perfecta y su voz siempre a punto de romperse. Ícono de estilo –convirtió en hito fashion sus shorts, sus minifaldas y ese inconfundible flequillo– desde que apareció en la tapa de Vogue (1969) con su figura etérea y cierto aire de ambigüedad sexual, Jane devino en la representación viva de una época. Cantante, actriz, sex bomb… con los años también sería un arquetipo de belleza femenina que marcó el siglo XX y la inspiradora de una cartera de lujo que lleva su nombre y es una de las más vendidas de la historia: el famoso modelo Birkin de Hermès.
LA REINA DEL SWINGING LONDON
Nació en Londres, el 14 de diciembre de 1946, en una familia de artistas. Comenzó su carrera como modelo y enseguida pasó a interpretar pequeños roles en cine. Así fue como conoció a John Barry, quien le dio su primer papel en Passion Flower Hotel, en 1965. Poco después se casaron y de esa relación nació Kate, su primera hija (1967). Cuando tenía 20 le llegó su gran chance con Blow Up, de Michelangelo Antonioni, película que la ubicó en el centro de la escena del Swinging London, alcanzó status de clásico, resultó galardonada en el Festival de Cannes y la puso en la mira de productores y directores (nadie permaneció ajeno frente al impacto de su desnudo total en la pantalla).
De un solo paso, entró a París por la puerta grande. Hizo un casting para la película Slogan, de Pierre Grimblat, y en el set conoció a Serge Gainsbourg, quien la hizo llorar en la prueba de cámara. Jane consiguió el papel y, en ese instante, inició una apasionada historia de amor con Serge que cambiaría su destino. Ella tenía 21 años, una hija y estaba divorciada. El cantante, compositor y pintor era el más brillante y controvertido de los artistas franceses, y le llevaba veinte años. "Yo sólo era una chica famosa y él era un genio", evocó Jane en una entrevista.
LA PAREJA DE MODA
Fueron célebres enseguida: eran talentosos, modernos, irreverentes, alternaban entre la noche parisina y la londinense, aparecían en las revistas y conocían al tout de la bohemia francesa. Pero el punto máximo de fama les llegó en 1969, cuando grabaron juntos la canción "Je t’aime… moi non plus", en la que Jane sacó a la luz todo su erotismo en esa voz quebradiza, tenue, que fue su marca distintiva (originalmente, Gainsbourg había compuesto esta canción para Brigitte Bardot, con la que también tenía una relación, pero ella se negó a interpretarlo por el explícito contenido sexual de la letra). El tema apareció en el disco Jane Birkin-Serge Gainsbourg y fue censurado en muchos países como España, Inglaterra e Italia, pero aun así fue un hit: vendió un millón de copias en unos meses. Semejante éxito tuvo su correlato mediático y publicitario: la pareja y su amor sin inhibiciones se tornaron omnipresentes, sus fotos juntos tapizaron los medios del mundo y pese a que los dos tuvieron otras relaciones antes y después, ese vínculo –tortuoso, desgarrado, casi destructivo– se transformó en una marca de la cultura pop. Es que la relación entre la chica cool inglesa y el rebelde artista francés fascinaba a todos porque tenía la apariencia de una fantasía perfecta. En 1971 nació la única hija que tuvieron juntos: Charlotte Gainsbourg. Y, en 1975, Jane y Serge volvieron a hacerse notar con su arte –y volvió la polémica– con la película Je t’aime… moi non plus, dirigida por él, en la que Gainsbourg pone de relieve el costado más andrógino de Birkin.
Doce años duró ese amor sin límite. Doce años de esa couple perfecta que atraía como un imán. A principios de la década del 80, Jane abandonó a Serge (según la leyenda lo dejó agobiada por su carácter impredecible) y se mudó con el director de cine Jacques Doillon, con quien en 1982 tuvo a su tercera hija: Lou.
UNA INFLUENCER, LA PRIMERA
Después de separarse de Serge, las cosas no fueron fáciles para Jane, quien estaba decidida a volar por cuenta propia. Gainsbourg siguió siendo su productor musical, incluso le compuso varios temas que eran auténticas odas a su amor por ella ("las mejores canciones que me escribió Serge fueron las que me hizo cuando lo dejé"), y mientras Jane se concentraba en impulsar su carrera como actriz, la moda la llevó –acaso sin que Jane se lo propusiera– a la cima del mundo: su figura, su look y su sensualidad fueron inspiración para varios diseñadores. Fue justamente en esa misma época cuando Jean-Louis Dumas, director ejecutivo de Hermès, coincidió con Jane en un vuelo de París a Londres. Ella dejó en el asiento de al lado la canasta de mimbre que llevaba por bolso y, ante la sorpresa de Dumas, le contó que no conseguía una cartera de cuero amplia, que realmente le gustara y dibujó sobre un papel cómo sería su bolso ideal. Cuando el avión aterrizó, el hombre ya sabía que una de sus próximas creaciones llevaría el nombre de la cantante y actriz británica y así, en 1984, la renombrada casa francesa lanzó al mercado la Birkin Bag, ese objeto de deseo para la que hoy hay lista de espera.
En 1990, Gainsbourg le volvió a dedicar un disco de amor: Amours des feintes. Fue el último. Serge murió el 2 de marzo de 1991. Pocos días después, Jane le dedicó un conmovedor concierto en el casino de París y, cuando terminó su actuación y el público enmudeció de la emoción, dejó el micrófono en el suelo a modo de despedida al que fuera su gran amor. "Serge me fue fiel artísticamente hasta su muerte", dijo ella en varias ocasiones (según el mito, ella pasó tres días encerrada con el cuerpo de él y Serge se llevó a la tumba el muñeco de la infancia de Jane, que fue tapa de uno de sus discos).
Estaba destrozada, y menos de una semana después murió también su padre, David Birkin. El mundo de Jane se desmoronó. Sus dos superhombres ya no estaban. Era tanta la tristeza que escapó durante varios años de la vida pública y se dedicó a las causas humanitarias. La influencia de Gainsbourg fue tan fuerte para Birkin (él la moldeó como artista según su deseo) que recién en 1998 Tuvo coraje y fuerzas para volver a grabar y editó su primer disco sin Serge.
TRAGEDIA EN PARÍS
No todo en la vida de Birkin fue glamour, escenarios, viajes y lujo. El 11 de diciembre de 2013, a los 46, Kate Barry (fruto de su único y breve matrimonio como el compositor John Barry, autor de la mítica sintonía de James Bond y de la banda de sonido de África mía, entre otros filmes), apareció muerta en París. Había caído desde el cuarto piso de su elegante departamento y la policía confirmó que estaba cerrado por dentro y que encontraron antidepresivos en su habitación. Era fotógrafa, tenía un hijo de 28 años y, desde adolescente, coqueteaba con las drogas y el alcohol. La prensa mundial habló de suicidio.
La muerte de Kate fue demoledora para Jane. No tenía consuelo y se culpaba. Pero antes de que pudiera hacer su duelo, sufrió otro golpe durísimo cuando le diagnosticaron una leucemia, que logró vencer tras dos años de tratamientos. "Los médicos han conseguido frenar la enfermedad, y cuando me dijeron que estaba curada pensé que después de salir de esa, tenía que reaccionar; ser útil en algo. Así que salí de mi rincón y volví a ver a la gente, lo cual está bien porque siempre he sido un animal social. Reviví, vaya", confesó Birkin entonces.
RENACER
En septiembre de 2020, una renacida Jane Birkin publicó su nuevo trabajo discográfico, Oh, pardon, tu dormais, un homenaje a los amores de su vida. "Es un alivio no tener una relación amorosa hoy en día, porque termina transformándose en una droga", explicó. Además, llevaba años transcribiendo parte de su apasionante y agitada vida en unos diarios íntimos que fueron publicados, también en 2020, en Inglaterra. Se trata de dos volúmenes (Munkey diaries y Post-scriptum) en los que repasa sus romances, el recuerdo de Gainsbourg y la relación con sus hijas, entre otros temas, y que abarcan varias décadas de su existencia. Muchísimo material que también tuvo su versión discográfica en un álbum con música de Étienne Daho que rememora esos años locos de los que ella fue genio y figura.
El ejercicio de memoria de Birkin llega hasta 2013, cuando la trágica muerte de su hija interrumpió su introspección. Pero Jane sigue componiendo y colabora con distintos artistas como Caetano Veloso, Manu Chao, Bryan Ferry y Francoise Hardy. Sabe mejor que nadie que muchas de sus heridas cicatrizarán en forma de canciones. "Contar una historia amorosa no deja de ser una ingenuidad –consignó–. Los diarios íntimos no se escriben para ser leídos en vida del autor. Pero yo tuve la tentación de publicarlos. Con los años, creo que habría escrito otras cosas para ser publicadas. Y seguramente no expondría estas historias que, viéndolas con la perspectiva del tiempo, ahora parecen irreales".
Pese a los duros momentos que vivió y las adversidades, Jane Birkin nunca perdió el humor. "No se olviden que soy inglesa. No sería nada sin el humor inglés. Y, en el fondo, no sé si cambiamos mucho a lo largo de los años. Creo que sigo siendo la misma chica de cuando tenía 12, pero con sesenta y pico de años más encima". Palabra de Birkin, quien el pasado 14 de diciembre cumplió 74.
Edición Fotográfica: Alejandro Querol