James Hewitt: el amante canalla
Mantuvo un romance con Lady Di y hay quienes aseguran que sería el padre del príncipe Harry. Ocupa, en el Reino Unido, el puesto número 37 entre los más odiados. En esta entrevista explica, entre otras cosas, por qué intentó vender las cartas de amor de la princesa por la escandalosa suma de 10 millones de libras
James Hewitt renguea. El aventurero oficial de la guardia que aparentemente le movió el piso a la difunta Diana, princesa de Gales, se ve ahora decididamente tambaleante. Pero insiste en que no ha sido baleado por los fanáticos realistas enfurecidos por su intento de vender las cartas de amor de Diana a cambio de 10 millones de libras, y en que tampoco ha sido mordido por el agente de los tabloides disfrazado de rata que lo persigue cada vez que sale sigilosamente a la calle (Hewitt es, para muchos, una verdadera rata en lo que a su papel de amante se refiere). En cambio, aduce que se dañó la pierna mientras se entrenaba para un reality show deportivo de la TV. Esa es la pequeña trampa de la celebridad de la que Hewitt no puede -o no quiere- escapar: más de una década después del final de su aventura amorosa con la princesa, todavía sigue mordiendo el anzuelo de los medios.
Mi velada de conversación con Hewitt me dejó carradas de chismes: qué es lo que piensa del príncipe de Gales y de la reina, cómo la dianamanía le arruinó la vida, y cómo ahora está pensando -y su plan tiene un verdadero toque dianesco- irse de Inglaterra a trabajar para la Cruz Roja en Africa. Ah, y cómo le gustaría convertirse en un miembro del Parlamento por el partido tory (conservador). He- € witt, vale la pena acotar, fue declarado por votación el inglés que ocupa el número 37 entre los personajes más odiados de Gran Bretaña, ganándole incluso a Sting. Pero, me pregunto, ¿no será más bien una víctima de la injusticia en vez de una rata canalla? ¿No podría ser un dócil cervatillo, atrapado en la mira de las escopetas de la prensa sensacionalista? ¿Acaso un hombre al que Diana adoraba puede carecer por completo de encanto?
De entrada, el hombre no produce buena impresión. Se queja del programa de Canal 4, Confessions of a Cad, donde lo entrevistaron: "Me prometieron más de diez veces que quitarían cualquier cosa que no me gustara -dice-. Las preguntas debían ser acerca de mí ahora, no sobre mis ex novias y otros temas poco relevantes".
Los textos explícitos de las cartas que Hewitt, el gran jinete, le enviara a "una de sus mejores montas" han sido eliminados de la versión del programa, y su abogado no ha firmado el documento que autoriza la emisión. "Nunca hablé de ella (la princesa) de esa manera (sexualmente)", afirma Hewitt.
Pero, ¿si se lo decía otro colega militar, usted lo negaba?
"Bueno, si alguno me hacía el comentario, sólo podía responderle que sí. Uno puede hablar en broma de una mujer, y si la gente no entiende una broma... bueno, yo no puedo hacer nada."
Resulta extraordinario que después de todas las acusaciones y escándalos, Hewitt todavía no advierta que su grosería es un delito. Sin embargo, eso lleva a plantear por qué tanta gente toma cualquier comentario injurioso contra la pureza de Diana como algo peor que un crimen de guerra. Diana, el mayor icono de la celebridad, ha usurpado el lugar de Dios: no se puede blasfemar contra ella. Y entonces, por mencionar las necesidades sexuales de la princesa, Hewitt no para de ser condenado por los medios (naturalmente, después de repetir con todas las letras cada bocadillo picante).
¿Por qué será que el culto a Diana tiene tantos fieles, muchos más, por ejemplo, que el de Marilyn?
"No sé -responde Hewitt- estoy demasiado próximo para saberlo. En cualquier caso, era adorable, una persona muy especial."
¿Fue el amor de su vida?
"Fue un amor difícil. No quiero negar que la conocí muy bien." Eso es un tímido, sí. Hewitt no se ha casado. ¿Sus relaciones han sido complicadas porque el espectro de Diana aún flota sobre él? "Sospecho que sí -responde-. Algunas mujeres son muy cautelosas. Otras se sienten atraídas por eso mismo, lo cual es poco saludable." Le pregunto cómo hubiera sido su vida si no hubiera conocido a la princesa. "Muy diferente", responde, con sonrisa melancólica. De hecho, no hubiera sido expulsado de su regimiento ni hubiera tenido "que poner a prueba la lealtad" de sus amigos, ni "hubiera trastornado a mi madre".
Aunque niega haberse convertido en un paria social, se lo ve herido. "De no ser por mi relación con Diana, tal vez sería simplemente un oficial común, inadvertido, pero al menos mi vida sería más placentera, más simple. No culpo a Diana, sino al perverso interés de los medios."
¿Y por qué no consigue trabajo, en vez de pasarse los días jugando al polo y yendo solo a los bares? "Me postulé, pero me han rechazado. No he podido encontrar un trabajo normal, tener una vida normal, con relaciones normales."
Es una rata, pero en el sentido que no deja de girar sobre una ruedita, dentro de su propia jaula: no consigue trabajo a causa de su notoriedad, y se apoya en ella para financiar su ocioso estilo de vida. Acepta haber cometido "demasiados errores". Cuando le señalo que James Gilbey y otras pasiones de Diana tienen vidas anónimas y equilibradas, replica: "Bueno, ¿y entonces por qué no fue a entrevistarlos a ellos?" Pero es Hewitt quien escribió libros sobre Diana, el que intentó vender sus cartas, el que aparece en la TV hablando de ella; aunque muchos dicen que es sólo un señuelo para distraer la atención de Carlos, que es la verdadera rata canalla. "Por supuesto que preferiría ser un rey, y creo que soy útil para distraer la atención, pero a la familia real no le importo un rábano."
Alega que le hubiera entregado las cartas a Carlos, gratis. "Si me hubieran hecho llegar un mensaje del Palacio de St. James, me hubiera puesto un traje y les hubiera dado las cartas. Pero no pienso dejarme tratar como un sabueso mojado después de un día de caza, que termina encerrado en el canil. Nadie puede decirme qué debo hacer con esas cartas, que son mías." Y agrega: "Por mí, Carlos podría tener seis esposas o casarse con un burro", mientras haga un buen trabajo por el país. Cuando le pregunto si le parece que eso es lo que hace Carlos, esboza una sonrisa burlona: "Creo que la monarquía podría mejorar en muchos aspectos. La sociedad ha cambiado. Ya no somos obedientes. No pueden imponernos esa antigua moralidad y disciplina".
Para saber más
www.royal.gov.uk
http://theinternetforum.co.uk/rf/diana4.html
The Sunday Times/LA NACION(Traducción: Mirta Rosenberg)