El rostro del concejal Mayor James Hayes refleja un profundo cansancio y, aun así, sonríe esperanzado. Lo hace a pesar del dolor, a pesar de las pérdidas irreparables, a pesar del fuego voraz que mantiene en vilo al mundo entero. Sus palabras, que resuenan lentas, transmiten calma y una confianza inquebrantable. Él confía en los hombres y las mujeres, en la valentía de aquellos espíritus resilientes que conforman su comunidad y en la capacidad humana de abandonar las diferencias individuales y las pujas de poder enceguecedoras para unirse en una causa superior: escuchar a la naturaleza y comprender que estamos atravesando un cambio de paradigma en el mundo.
Junto a un asombroso grupo humano, el Mayor lidera el equipo que hoy se encuentra trabajando en uno de los focos de incendios más grandes de Australia, ubicado en Snowy Valley, las tierras en donde ejerce su cargo. "El cambio climático es un hecho", asegura, "De por sí, los cambios forman parte del funcionamiento normal de nuestro planeta; las temperaturas terrenales han sufrido alteraciones desde siempre, dejando conocidas consecuencias como la extinción de los dinosaurios. Sin embargo, la superproducción de basura, los abusos, los excesos de gases dañinos están contribuyendo en la aceleración de un destino evitable".
Un hombre ordinario, una situación extraordinaria
A pesar de ser concejal, un cargo que se ocupa por 4 años, James siempre fue ante todo un hombre común, un ganadero de quinta generación de la pequeña ciudad de Adelong, que opera junto a su mujer una granja centrada en el pastoreo de ovejas, y en la cual tuvo que realizar arduos trabajos preventivos para resguardarla del fuego. Entre las emociones intensas y las angustias personales, desde el comienzo fue consciente de que como líder debía mantener la templanza y transmitir tranquilidad a su región ante los trágicos eventos.
"Ya van más de 600 000 hectáreas afectadas únicamente en nuestra región, no tiene precedentes. Mis funciones centrales en este momento son mantener la calma en una comunidad muy dolida, garantizar diariamente las provisiones de agua a la población– que debe ser hervida por ellos ya que no llega en condiciones óptimas – y asegurar que se sigan las reglas impuestas por el gobierno y que son implementadas a través de la policía, la armada, los bomberos, la ambulancia, el Rural Fire Service (bomberos voluntarios compuesto por los habitantes rurales), el Council Staff (que cada día salen a asegurar que todos tengan provisiones y a contener a los damnificados, entre otras actividades) y civiles autorizados, todo en un despliegue emocionante. Estamos muy orgullosos de todos los colaboradores y trabajadores rurales que entregan el alma por su gente".
La ayuda internacional
Para James Hayes enfrentar incendios es algo usual en Australia y, sin embargo, ninguna situación anterior había llevado al Primer Ministro - un hombre hoy muy cuestionado en su cargo - a declarar la section 44, la alerta máxima de emergencia que indica el pedido urgente de recursos, tanto para salvar localidades que parecían destinadas a extinguirse, remover la vegetación para crear fire breaks (abrir claros y caminos de tierra para detener el fuego), así como para colaborar con las evacuaciones sin caer en la desesperación. "La gente está asustada, pero no entró en pánico. Hoy puedo afirmar que las personas están a salvo".
En relación a la ayuda internacional recibida y en contraposición a ciertas voces de reclamos provenientes por fuera de Australia, James asegura que el apoyo fue extraordinario. "Todos los países capacitados para semejante operativo estuvieron presentes apenas les fue posible. Hay que tener en cuenta que el fuego se propagó a una velocidad inaudita. Entre las altas temperaturas, la baja humedad, las tormentas eléctricas secas - todo ello en contacto resinas, pinares y eucaliptus huecos – hizo que se generara un cocktail explosivo de rápida expansión y la reacción llegó cuando se tomó dimensión de su magnitud. Por otro lado, uno de los mayores impedimentos hasta el día de hoy ha sido el humo, que dificulta el avance y el trabajo".
Separados nos quebramos
Mientras habla de manera exclusiva para LA NACIÓN, James recibe llamados constantes y avisos de que es tiempo de partir. Allí, en Australia, son las 9 de la mañana del 13 de enero del año 2020. Los peores días han pasado, pero aun así el descanso no es posible, porque a pesar de permanecer controlado, el fuego sigue vivo y amplio. Para el concejal cada minuto es preciado y transcurre en un puro presente en donde la acción es la protagonista, él sabe que los impactos políticos, emocionales y psicológicos llegarán con el tiempo, una vez que los días más oscuros hayan pasado. Asimismo, él asegura que la tragedia suele arribar de la mano de una enseñanza, siempre que estemos dispuestos a observar, escuchar y atender el aprendizaje.
"Me cuesta mucho ver a nuestra gente tan dolida, es muy complejo de enfrentar y trato de no quebrarme con ellos porque hoy es necesario mantener la frente en alto y seguir. Nosotros estaremos bien, a pesar de que hay daños irreparables en la fauna y la flora, todo se regenerará, pero para ello hay que unirse y ocuparse", asevera.
"Necesitamos transitar juntos este cambio de paradigma porque este escenario se repetirá. Localmente, debemos mejorar las rutas de acceso, evitando centralizaciones, realizar más incendios controlados para prevenir aquellos que no lo son y, por sobre todo, educar. La educación, sin embargo, debe impactar a nivel mundial: no se trata únicamente de no tirar un papelito al suelo (lo mínimo indispensable), sino tratar de reducir los consumos innecesarios, reciclar sí o sí, no cocinar demás para luego tener que tirar la comida y apostar urgente al uso de autos ecológicos, entre otras actitudes que podemos implementar como individuos. Y como especie humana, unirnos, es el único camino y creo en él. Con la unión nos fortalecemos, separados nos quebramos", concluye con aquella leve sonrisa esperanzadora que lo acompañó desde el comienzo.
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