Jakub Sanko fue finalista de El gran premio de la cocina, tiene un restaurante al que está tratando de reinventar para sobrevivir a la pandemia y es influencer gastronómico. Con 44 mil seguidores en Instagram, las marcas lo invitan a viajes y le piden que las promocione, pero él acaba de encontrarle un sentido inesperado a su participación en la red social.
El 17 de mayo, día de la visibilidad LGTB, hizo un posteo que batió todos los records de corazoncitos: casi 5000 me gustas tuvo la publicación de la foto de su casamiento con Mariano, su marido argentino, su compañero de vida y también su socio en Berna Beer, un restaurante cervecería con sabor a Eslovaquia en el barrio de Colegiales.
"Entre todas las cosas mágicas que me pasaron en la vida, recién ahora, a los 30 años, estoy empezando a entender un poquito cómo es esto de mostrarse abiertamente a los demás", confiesa Jakub. "Como tengo mucho impacto en el público, con personas que no me conocen, decidí que además de recetas voy a empezar a hablar más sinceramente, a mostrar a mi pareja, formada por dos chicos y a mi familia. Desde que lancé la pelota, veo que el juego se abrió y ahora recibo muchos mensajes de chicos y chicas que tienen historias parecidas a la mía y me preguntan cosas: cómo salí del closet, cómo hice para superar tantos obstáculos, cómo sané las partes más oscuras de mi vida", cuenta Jakub, ya totalmente decidido a dejar para más tarde la charla sobre el restaurante.
Muchas personas homosexuales y de identidades diversas, ocultan su necesidad de contarle al mundo "soy lo que soy". Por eso Jakub, que ya liberó el grito y está feliz de vivir en Argentina, donde pudo hacerlo sin que nadie lo persiga, quiere allanarles el camino, especialmente a los más jóvenes.
En Eslovaquia, si bien la situación hacia la homosexualidad no se compara con otros países como Rusia o Medio Oriente, donde es perseguida por la ley, lo que hay es una desaprobación social muy grande todavía, una homofobia y una discriminación que vuelve difícil para las personas poderla identificar temprenamente y mostrarla sin temor.
"Justo hoy hablé con mi hermana que está en Praga y me contó que un amigo de ella, de 26 años recién, salió del armario. Ni su papá ni su mamá hasta ahora sabían quién era él. Y eso es muy terrible para cualquier persona", comenta. "Todos tus primeros amores y tus primeros fracasos no los contaste, los viviste en soledad. Eso me pasó a mí, cuando a los 11, 12 años, por no tener con quien hablar, entré en un mundo que a veces es muy peligroso para los chicos y chicas. Porque nosotros no les contamos a nuestros padres y muchas veces nos ponemos en situaciones riesgosas. Cuando finalmente le contamos a nuestras familias ya estamos en la punta del glaciar, ya pasamos por mucha oscuridad antes", relata.
Jakub recuerda que en Eslovaquia, donde creció en una familia formada por su mamá y su hermana, porque su padre se había ido de la casa y no volvió a verlo hasta los 24 años, su niñez y su adolescencia fueron difíciles de sobrellevar.
Yo no me daba cuenta de que en la primaria me hacían bullying por gay. Pensaba que era porque como soy muy tranquilo los chicos se burlaban. En realidad, se daban cuenta de que soy gay y como eso no estaba aceptado, era el raro. En la secundaria, decía que me gustaban las chicas y cuando quise conocer chicos no sabía como, tuve que ir a un sitio de citas que había en la televisión, donde me expuse a un hombre grande que mintió su edad. Por suerte quedé en verme en una plaza y cuando me dí cuenta me escapé. Pero al llegar a casa no tenía a quien contárselo y fue muy difícil", recuerda.
También pasó por un abuso: la necesidad de trabajar y la inocencia de los 14 años lo llevó a creer en un adulto sin escrúpulos. "No tenía forma de trabajar en un empleo formal por mi edad, pero necesitaba ayudar en casa con la plata, así que acepté la propuesta de un chico que manejaba una camioneta. Me dijo que yo sería su asistente y al día siguiente íbamos a hacer un viaje a otra ciudad. Recién hoy tantos años después me doy cuenta de que no llevaba carga. En medio de la ruta paró y me violó", cuenta ya entre lágrimas.
Relatar una violación es una forma de reparar, de no seguir siendo víctima, de empoderarse. Por eso, Jakub sigue adelante y agradece la escucha. "Nunca lo conté a un periódico y todavía no lo dije en mis redes, pero hoy, que ya sané esas heridas, creo que si puedo ayudar a un solo chico o chica a que no tenga que atravesar todos estos peligros que yo viví, vale la pena", asegura.
El lugar de los padres
El otro costado vulnerable, el de crecer sin un papá y tener una mamá que buscaba compensarlo con una severidad exagerada, también ya pudo sanarlo.
"Yo no culpo a mi mamá, ella también es en cierta forma víctima de una sociedad plagada de homofobia. Cuando se dio cuenta de que yo estaba enamorado de un chico, ya a los 15 años, me quitó el teléfono por un año y me prohibió salir salvo para ir a la escuela", recuerda. "¿Cómo me pudiste hacer esto a mí?, me decía, pero jamás se preguntaba cómo estaba yo. Ella le temía al desprecio de sus vecinas", comprende.
Ya viviendo en Praga, siendo un cocinero autodidacta y asistiendo a la facultad de abogacía, un día Jakub se rencontró con su papá. Ambos queriendo recuperar el vínculo empezaron a compartir viajes por los castillos de Europa del Este, los museos y distintos centros turísticos cercanos a la ciudad. Fue a los 24 años que decidió contarle su verdad, un mediodía soleado, después de un almuerzo al aire libre. Cuando, después de dos copas de vino, temblores y bastante sudor, lo soltó, se encontró con un padre que le decía que estaba todo bien y respiró. "Mi miedo era que él se sintiera mal, que pensara que fracasó al tener un hijo gay y que me rechazara después de haber recuperado un vínculo que tanto nos había costado construir", asume, evocando esa sensación de culpa que no debiera tener sustento.
Hasta que, final o comienzo, feliz, conoció un día a quien hoy es su amor, su compañero de ruta. Mariano fue por un día a recorrer la ciudad de Praga pero se encontró con Jakub. Como en la película Antes del amanecer solo pasaron juntos una noche y no pensaban volver a verse. Pero Mariano un día lo contactó por Skype y así iniciaron una relación a la distancia. Hasta que en Navidad, le informó su decisión: "Viajo a verte. Voy con mi mamá".
Y ahí empezó esta nueva etapa porque desde ese día no se separaron más. "Viajamos con su mamá, que es todo para él. Y lo entiendo porque ahora ella para mí, también es todo", sonríe.
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Jakub en Praga ya tenía una posición económica estable, un piso, un empleo, aunque había dejado la universidad. No le gustaba la educación formal, le cansaba ir a clases, sentarse horas delante de un profesor, aunque tenía un puntaje alto y había ingresado sin ningún problema. Ya había decidido dedicarse a la cocina, su pasión y tenía una vida relativamente armada en su país. El problema era que no había lugar para Mariano. El casamiento igualitario no es una opción, con lo cual no tenía forma de radicarse allí legalmente.
Entonces decidió lanzarse a la aventura del amor y venir a la Argentina. Ahora es un porteño con acento que habla casi a la perfección y toma mate.
Atravesar la cuarentena
Su sueño cumplido, el de ambos, fue comprar el fondo de comercio de un restaurante en el barrio de Colegiales al que bautizaron Berna Beer y que funcionaba antes de la pandemia como un foco alimenticio, cultural. Un lugar para juntarse con amigos y donde, Jakub también pudo darse el gusto de oficiar como anfitrión de cenas a puertas cerradas. Lo que a él le gusta es cocinar, deleitar a los invitados con sus recetas. Sencillas pero con un sabor especial.
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También participó de un programa de tele que le dio cierta fama y lo posicionó como influencer en Instagram, faceta que está dedicado a reinventar como parte de su negocio. En cuarentena, todas las noches hace vivos con entrevistas y cuenta algo de su historia, todo entre sus recetas y las experiencias de sus invitados.
Por el cierre de los últimos dos meses tuvo que dejar ir a su empleado, había conseguido otro empleo fuera del ámbito gastronómico, y espera recuperarlo cuando se pueda reabrir el local. "Nos complementábamos un montón, es tan difícil encontrar un buen equipo en este rubro que es una pérdida muy grande", lamenta. "Pero no tengo para pagar los sueldos, apenas llego a la mitad del alquiler, y no funcionó abrir la cocina para hacer delivery. Por eso ahora estoy probando otra idea", cuenta.
Como todos los viernes enseña una receta en su canal de Instagram, sus seguidores pueden encargar sus porciones para que Jakub les cocine y les envíe el pedido al día siguiente. Él junto con Mariano se encargan de repartir los pedidos dentro del barrio.
Con respecto a la posibilidad de tomar un crédito para pymes a tasa cero, el emprendedor resolvió que no va a endeudarse. No sabemos cuándo podremos volver a abrir.
"Hay que buscar una forma para poder sobrellevar este momento. Ya no voy a tener lleno el lugar, hace dos meses que no lo tengo lleno. Mi ambición es, por el momento trabajar lo que pueda para tapar agujeritos".
Pero con mucha esperanza, aclara, porque sabe que siempre hay luz al final del camino. "Yo sé que cuando termine todo esto la gente va a volver a los restaurantes para celebrar".
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