Jacques Bedel, un outsider consagrado
"Estuve viendo tu cuadro y me di cuenta de lo que le pasa: es tan inquietante que la gente no se quiere complicar la vida". Eso le dijo a Jacques Bedel un amigo psicoanalista a mediados de la década de 1990 luego de que el artista y arquitecto lo consultó por un problema insólito. El doble rechazo sufrido por La noche herida, una pintura que representaba un paisaje atravesado por un enorme tajo que había quedado fuera de la preselección en dos concursos –con jurados muy distintos– impulsados por Jorge Glusberg desde el Museo Nacional de Bellas Artes.
"¿Sabés por qué no aceptan este cuadro? Porque es buenísimo. Es extraordinario. No tiene nada que ver con los tajos de Lucio Fontana, porque nunca se le hubiera ocurrido un cuadro como este", se dijo a sí mismo Bedel, con una confianza absoluta en su propio talento. Ni siquiera quiso llevarse la obra del museo, para volver a probar suerte meses después en el siguiente concurso. Y a la tercera venció: ganó en 1996 el premio adquisición de la Universidad de Palermo.
No era que lo necesitara. Para entonces no solo había remodelado junto a Clorindo Testa y Luis F. Benedit el edificio que hoy aloja el Centro Cultural Recoleta, sino que además ya acumulaba en su currículum una larga lista de importantes reconocimientos. Entre ellos, nada menos que el Gran Premio de Honor Itamaraty de la XIV Bienal de San Pablo (1977), obtenido junto al célebre Grupo de los Trece, también promovido por Glusberg desde el Centro de Arte y Comunicación (CAyC).
Fundada hace cinco décadas, esta institución jugó un rol clave en el desarrollo del conceptualismo en la Argentina, en el empleo de nuevas tecnologías en el proceso creativo y en la discusión sobre la identidad del arte latinoamericano. Su sede de Viamonte 452 será reabierta por la galería Walden en abril, durante la Semana del Arte, y en septiembre alojará una muestra de Bedel, uno de los pocos sobrevivientes del grupo que también representó al país –como Grupo CAyC– en la Bienal de Venecia de 1986.
A los 71 años, sin embargo, el consagrado Bedel se sigue considerando "un outsider de la comunidad artística". "Nunca me bancaron, soy intratable", reconoce uno de los artistas más políticamente incorrectos de la escena local. Basta mencionar que, a propósito de la reciente intervención de arte urbano sobre la fachada del Recoleta, advirtió que esta "no es un lienzo para hacer cosas malas" y que la ilustración del diseñador rosarino conocido como Yaia le recuerda "a los carteles de los hoteles alojamiento en la salida de los pueblos".
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