La magia del jacarandá: todo sobre el árbol que tiñe la ciudad en primavera
El jacarandá o tarco (Jacaranda mimosifolia) es un árbol nativo de las yungas, la selva nubosa de Salta, Jujuy y Tucumán, y los hay también distribuidos naturalmente en Entre Ríos. Además, es autóctono del Uruguay y del Paraguay. "Tarco" es el nombre que le daban los indígenas que habitaban el noroeste del país; "jacarandá" es un nombre de raíz guaraní.
La floración más llamativa se produce sobre las ramas desnudas de hojas, en primavera. Las copas se cubren de corolas de un tono difícil de definir –entre celeste y lila–, que cambia según la mirada, la luz del momento, el fondo del cielo azul o encapotado y la expresión de los genes de cada ejemplar (porque las hay de color más intenso, casi azul violáceo). Existen también raros ejemplares de flores blancas. Los jacarandás se caracterizan por tener corola gamosépala (pétalos unidos), con un solo plano de simetría. Las flores se agrupan en panojas terminales erguidas. Tienen de 3 a 5 cm de largo y forma de tubo, con una pequeña curvatura. Son polinizadas por insectos y picaflores.
A medida que avanza la floración se produce un efecto llamativo: las corolas casi intactas van desprendiéndose desde la altura y, a veces, el viento las hace volar o las suspende por un instante en el aire, antes de caer y azular el suelo.
A esta floración, o entreverada con su final, sucede el despliegue de las hojas, grandes, de hasta 60 cm, de un verde vibrante, finamente divididas, con un impactante aspecto tropical. Sus múltiples folíolos son pequeños (1 cm de largo como máximo), aovado-oblongos y mucronados, siendo el folíolo terminal de mayor tamaño. En algunos países se lo cultiva sólo por su follaje, como planta de maceta.
Durante el verano aparecen de forma esporádica otras floraciones, que pueden sucederse hasta el otoño. Las inflorescencias, ahora bien demarcadas entre el follaje, cobran otro aspecto. Durante el otoño, el follaje se mantiene con un color más opaco y va raleando hasta que, hacia fines del invierno o principios de la primavera, amarillea y cae.
Cuando están maduros, los frutos se abren y sueltan innumerables semillas livianas, rodeadas por un borde alado
El fruto es una cápsula con dos valvas leñosas de bordes ondulados, que se abre hacia la madurez y suelta innumerables semillas livianas, rodeadas por un borde alado.
El jacarandá es un árbol caducifolio tardío. Puede alcanzar entre 15 y 20 metros de altura por 10 a 17 m de diámetro. Su copa es de irregular a ovoide. Crece rápido en los primeros años, pero luego su crecimiento es medio. Es bastante longevo (hasta más de 100 años). Su madera puede ser utilizada en carpintería para hacer muebles, si se tiene la precaución de utilizarla bien estacionada. Da una madera clara que no debe confundirse con la madera oscura, tan usada en épocas coloniales, de la Dalbergia nigra, una especie endémica del Brasil.
Cómo cultivarlo
Es un árbol que se adapta a distintas zonas: tropicales, subtropicales y templadas donde no haya heladas notables. Los ejemplares jóvenes no toleran temperaturas menores a 0°C, pero si se los protege durante los inviernos con coberturas (como telas antiheladas y mulch), luego de 3 o 4 años se rustifican y soportan heladas leves. Prefiere zonas con buena humedad ambiente y necesita humedad media en el suelo. Es mejor que los suelos sean ricos y se plante a pleno sol. No reacciona demasiado bien a los trasplantes. De todas maneras, es un árbol versátil que tolera distintas condiciones, incluso se puede cultivar en recipientes y hasta es posible hacer con ellos bonsái.
Se propaga por semillas. Lo ideal es cortar de las copas las cápsulas a punto de abrir, antes de que dispersen todas sus semillas. Se siembra en un sustrato liviano que retenga el agua y se las cubre con una ligera capa de este. No dejar secar el sustrato.
Si se trata de propagar ejemplares notables, por ejemplo por el color de sus flores, se puede intentar la plantación de esquejes de madera blanda, cortos, de unos 10 cm. La temperatura óptima para el enraizamiento es cercana a los 20°C y necesitan una alta humedad ambiente, que se puede lograr haciéndole una cámara con polietileno transparente.
El sustrato debe ser poroso, por ejemplo, a base de perlita y musgo. Hay que esperarlos, suelen tardar más de un mes en enraizar.
Es un árbol versátil que tolera distintas condiciones. se puede cultivar en recipientes y hasta es posible hacer con ellos bonsai
Entre las plagas que los atacan, hay un insecto muy pequeño, la "chinche de encaje", Teleonemia validicornis, que puede producir una severa defoliación de los árboles en pleno verano y un consecuente debilitamiento. Si bien conocido en Entre Ríos, en el verano de 2016 irrumpió en Buenos Aires y causó desconcierto al atacar a un 10% de los ejemplares plantados. Son hemípteros muy pequeños, de 3,5 mm, difíciles de ver, pero que suelen agruparse y atacar la base de las hojas, dato interesante para el diagnóstico.
La cochinilla del aguaribay grande (Ceroplastes grandis), que también lo ataca, tiene un notable escudo ceroso blanquecino, de más de 1 cm de diámetro, y cuando se desprende se ve el cuerpo del insecto de color purpúreo. Debilita a la planta porque se alimenta de savia. El control de ambas plagas se hace difícil por tratarse de árboles y por su ubicación en lugares de alto tránsito público. La intensidad del ataque varía con los años y tiene que ver con condiciones climáticas que las favorecen.
Los otros nativos
El género Jacaranda comprende cerca de 50 especies, de las cuales cuatro son nativas de la Argentina. Pertenecen a la familia botánica de las bignoniáceas, de la cual hay muchas y atractivas especies en nuestra flora nativa, como los lapachos (Handroanthus spp.), árboles a los que suceden en floración; la tecoma (Tecoma stans); y numerosas y bonitas trepadoras, como la uña de gato (Dolichandra unguis-cati), la sacha huasca (Dolichandra cynanchoides), la lluvia de fuego (Pyrostegia venusta), la dama del monte (Bignonia callistegioides, antes Clytostoma callistegioides), la Bignonia binata. Otro jacarandá nativo es el Jacaranda cuspidifolia, conocido como paraparay, originario de Salta y Tucumán, de hojas más cortas, de 20 a 30 cm de largo, y sus flores son de un color parecido. Alcanza de 4 a 12 m de altura.
El Jacaranda micrantha (sinónimo J. semiserrata), caroba o caroba blanca, es originario de Corrientes y Misiones. También es nativo del Brasil y del Paraguay. Es un árbol muy atractivo, de 6 a 15 m de altura, con hojas bipinnadas, pero con folíolos más grandes que el J. mimosifolia, de unos 4 a 5 cm de largo y con flores de color lila purpúreo. El Jacaranda puberula, caroba o caroba brava es un árbol o arbolito nativo de Corrientes y Misiones.
Aquí y allá
El jacarandá fue uno de los tantos árboles que trajo de la profundidad de los bosques a las ciudades Carlos Thays, el paisajista francés que transformó la fisonomía porteña entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
Como toleran la polución de las ciudades y sus raíces no traen demasiados problemas en las veredas, son muy utilizados en el arbolado urbano. Actualmente, en la ciudad de Buenos Aires, hay unos 15.000 ejemplares de los cuales 11.000 son árboles de alineación.
Cuando florece, su efecto es tan notable que muchos turistas buscan llegar en esa época. Y se identifican tanto con la ciudad que la Legislatura porteña lo designó su árbol distintivo en el año 2015. Se han celebrado hanamis, reverencias en su honor, tal como se hace en Japón con los sakuras, organizados por la artista plástica Cristina Coroleu.
Llevados por la magia de sus flores, se han plantado en gran parte del mundo en lugares de clima suave en invierno. Así, en las calles Pretoria en Sudáfrica o Sidney en Australia, se enorgullecen de sus calles azules en primavera. Pero también causan alarma: en estos países y en otros sitios como Chile se han convertido en invasores debido a la dispersión de sus semillas aladas, que pueden volar largos trechos con el viento, que las propaga por sitios impensados.
James Brincat, jefe de guardaparques en un parque público de la ciudad de Victoria, Australia, es un apasionado de nuestra flora y cuenta que en el sur de ese país florecen en Navidad, por lo que se los asocia con ella y es uno de los árboles preferidos. Más al norte lo hacen antes, entre octubre y noviembre, como en el pueblo de Grafton en Nueva Gales del Sur donde fueron plantados en el siglo XX y ya son parte de la identidad comunitaria. Allí se celebra anualmente un festival del jacarandá bajo sus copas floridas, con conciertos y diversas atracciones, donde se elige una reina del jacarandá y el color de sus flores tiñe incluso muchas vestimentas. Un clásico en plazas de Buenos Aires.
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