Tener corona no la eximió de dramas, escándalos ni malas épocas. Todo lo contrario. En sus casi 94 años (cumplirá el próximo 21 de abril), la reina Isabel II les hizo frente con éxito a los caprichos del destino: atentados varios a su persona, guerras, revoluciones, pestes y "batallas" y crisis familiares que, muy a su pesar, pusieron a la Corona en jaque y en la vidriera mundial de los medios de comunicación.
Recluida por el azote del coronavirus en su adorado castillo de Windsor, este será un cumpleaños muy especial para Su Majestad que, acompañada por su marido, el duque de Edimburgo, se mantiene activa a la distancia y alienta a su pueblo (una semana atrás dio un discurso histórico por televisión y el pasado fin de semana, lo hizo a través de la radio), mientras da el ejemplo de no bajar los brazos. Jamás.
CAPRICHOSO DESTINO
Isabel Alejandra María no nació para ser reina. Por azar, entró en la línea de sucesión cuando su tío, Eduardo VIII (el afamado duque de Windsor) abdicó por amor, para casarse con la socialité norteamericana Wallis Simpson. Fueron sus padres, Jorge VI, y su madre, la reina Isabel, quienes la formaron para el inesperado desafío. Pronunció su primer discurso a los 14 años, durante la Segunda Guerra Mundial. Lilibet, tal como la apodaban, les habló a los más chicos desde Windsor, adonde ella y su hermana habían sido confinadas. "Muchos de ustedes tuvieron que abandonar sus hogares y están separados de sus padres o madres. Mi hermana, Margarita, y yo sentimos mucho por ustedes, ya que sabemos por experiencia lo que significa estar lejos de las personas que amamos", dijo. En 1943, con 16 años, hizo su primera aparición pública en solitario durante una visita a la Guardia de Granaderos, de la que había sido nombrada coronel en jefe. Y cerca de sus 18, se modificaron las leyes para que pudiera actuar en el extranjero como uno de los cinco consejeros de Estado en el caso de que su padre no pudiera hacerlo, tal como ocurrió en julio de 1944, cuando visitó Italia. Un año después, se unió al Servicio Territorial Auxiliar, la rama femenina del Ejército Británico, donde se instruyó como conductora y mecánica.
Isabel es reina desde que tiene 25 años. Su padre murió el 6 de febrero de 1952 y ella eligió guardar luto y esperar hasta el 2 de junio de 1953 para ser coronada (y entonces, ya tenía 26) en la abadía de Westminster. "Todo lo que he prometido aquí, lo realizaré y cumpliré", juró. El arzobispo le hizo la señal de la cruz en la frente y, en un solemne acto (su coronación fue la primera televisada en la historia británica) recibió los cuatro símbolos: el orbe, el cetro, el bastón de mando y el anillo real de zafiro y rubí, y se elevó la corona de San Eduardo sobre su cabeza al grito ensordecedor de "¡Dios salve a la Reina!". Como soberana del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, cabeza de la Commonwealth como jefa de Estado de las naciones pertenecientes a ella, jefa de la Casa Real de Windsor y jefa de la Iglesia anglicana, asumió con la convicción de vivir para servir a su país.
VIVIR PARA CONTARLO
A pesar de que la Reina tiene seguridad blindada las 24 horas, todo puede fallar. En abril de 1970, Isabel II y el duque de Edimburgo sobrevivieron a un intento de asesinato en Australia. Según un artículo publicado en 2009 por El País (recién ese año salió a la luz el hecho), el tren en el que viajaban por Nueva Gales circulaba a gran velocidad y casi descarrila a causa de un tronco colocado en medio de las vías. No se llegó a aclarar quiénes fueron los autores del hecho, aunque se habló de grupos simpatizantes del Ejército Republicano Irlandés (IRA).
En 1981, durante Trooping the Colour, el desfile con que se celebra su cumpleaños junto al pueblo, recibió seis balazos de goma mientras cabalgaba camino a The Mall. El agresor fue Marcus Sarjeant, que fue condenado a cinco años de prisión y liberado luego de tres. En octubre de ese mismo año, en Nueva Zelanda, un joven llamado Christopher John Lewis le apuntó con un rifle desde la ventana del baño de un edificio en Dunedin, pero erró el tiro. Aunque fueron muchos los que escucharon los disparos, las autoridades, con miedo de que la Reina no volviera a visitarlos, sostuvieron que el sonido se produjo por la caída de una valla…
De todas las "fallas" de seguridad a las que Su Majestad le hizo frente, la más desopilante ocurrió el 9 de julio de 1982, cuando Isabel despertó en su habitación del palacio de Buckingham y se encontró con Michael Fagan, un intruso, parado al borde de su cama. Dueña de un temple de acero, la Reina dominó la situación y llamó a la policía, que acudió de inmediato.
RESISTIRÉ
En 68 años de reinado, Isabel vio pasar catorce primeros ministros por el número 10 de Downing Street y le hizo frente a todo tipo de crisis. A saber, entre otras, la de 1956 por el conflicto en el canal de Suez; la de 1980, provocada por el alto índice de desempleo; la de 1984, con la huelga de mineros, o el más reciente Brexit. Fue testigo de la revolución industrial moderna y la revolución digital. Soportó traiciones como la de Anthony Blunt, que era conservador de la colección pictórica de los Windsor y en 1979 se descubrió que era un espía soviético; y el dolor por el asesinato de lord Mountbatten –último virrey de India; el tío del duque de Edimburgo, y quien se ocupó de criarlo ya que fue huérfano de madre– en manos del Ejército Republicano Irlandés Provisional.
Según dicen los historiadores, de todas las tormentas que atravesó, la que mayor arrepentimiento le produce por su cuestionada reacción fue la que enfrentó en 1966, cuando una avalancha procedente de una mina de carbón arrasó con Aberfan, un pueblo de Gales, y mató a 144 personas, la mayoría chicos. La catástrofe afectó la imagen de la Reina, que recién ocho días más tarde se hizo presente en el lugar para acompañar a la gente.
RESISTIRÉ II, CRISIS ÍNTIMAS
Maestra en el arte de disimular sus emociones, la Reina casi colapsa en 1992, que ella misma bautizó como "annus horribilis". En sólo doce meses su primogénito (y primero en la línea al trono), Carlos, se separó de la princesa Diana tras poco más de una década casados y dos hijos, William y Harry (el divorcio llegó cuatro años más tarde en medio de un escándalo que incluyó charlas de alto voltaje con su amante que se hicieron públicas y dejaron a la Casa Real expuesta como nunca); Sarah Ferguson, la mujer de Andrés –el tercero de sus cuatro hijos– protagonizó su primer escándalo real cuando aparecieron fotos suyas vacacionando en Marruecos con el norteamericano Steve Wyatt y sus hijas, las princesas Beatriz y Eugenia, por lo que en marzo, Buckingham anunció el divorcio de los duques de York; y la princesa Ana, su única hija mujer, se separó del capitán Mark Phillips, y a fin de año se casó con Timothy Lawrence, un ex oficial de la marina británica que enamoró a la princesa trabajando como petisero de la Reina. En medio de los deslices amorosos de sus hijos, su castillo de Windsor se prendió fuego.
La muerte de Diana, el 31 de agosto de 1997, fue otro cimbronazo. La monarca consideraba que debía tratarse de manera privada y familiar, pero ante el aluvión de críticas por no manifestarse públicamente frente a la muerte de su ex nuera –su popularidad llegó a su piso más bajo–, tuvo dos gestos extraordinarios hacia la "reina de corazones": cinco días más tarde dio un mensaje televisado y la calificó como "un ser humano excepcional" y, el día del funeral, inclinó su cabeza haciendo una leve reverencia ante el ataúd, algo que por su condición no tenía obligación. Después de algunos tiempos de calma, fines de 2019 y lo que va de 2020 llegaron con nuevas "batallas" privadas. Andrés volvió al ojo de la tormenta desde que concedió una polémica entrevista en televisión en la que habló de su amistad con el financiero millonario Jeffrey Epstein, que se suicidó en prisión mientras esperaba su juicio por tráfico de menores. Desde entonces, él debió dar un paso al costado en sus deberes oficiales. Y su adorado nieto Harry y su mujer, Meghan, renunciaron a ser miembros senior de la familia real y hoy están instalados en Los Ángeles junto a su hijo Archie. Y el año próximo, deberán renegociar con la Reina su contrato de salida.
LA ROCA
La prensa suele referirse a ella como "la roca de los Windsor", y aunque todo tambalee a su alrededor, Su Majestad permanece invencible. Además de su equilibrio emocional y de tener una salud de hierro (el coronavirus contagió a su hijo Carlos y a Boris Johnson, el primer ministro, y no a ella), Isabel encontró en su marido, el duque de Edimburgo, a su mejor aliado. A pesar de sus orígenes reales compartidos, como miembro de la exiliada familia real griega, Felipe era un príncipe sin reino ni fortuna, por lo que muchos cortesanos no lo consideraban el candidato ideal para la futura reina de Inglaterra.
Se habían conocido en 1939 cuando Isabel, de 13 años, acompañó a sus padres en una visita a la Academia Militar de Dartmouth, donde él, cinco años mayor, era cadete. Desde entonces, Lilibet nunca tuvo ojos para otro hombre. Cuando ocho años después Felipe regresó de la Segunda Guerra Mundial como héroe, el noviazgo se hizo serio. Se casaron el 20 de noviembre de 1947, después de que Felipe recibiera la ciudadanía británica y renunciara a su título anterior. Isabel, la invencible, había encontrado el amor para soportar lo que el destino le tenía preparado.
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