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María Gracia y Alberto Aristarain llevan 48 años casados. El compromiso ecológico, su amor por la naturaleza y el arte los llevó a poder resignificar su vida al momento de jubilarse y crear uno de los 25 hoteles más románticos de nuestro país según TripAdvisor, construido con respeto ambiental sin dañar las raíces de los árboles, con materiales de antiguas casas demolidas y en un jardín con más de 300 árboles.
Oriundos de Capital Federal se conocieron en el colegio, estuvieron siete años de novios y cuando María Gracia estudiaba Periodismo, Alberto ya era Licenciado en Física y surgió la oportunidad de ir a Francia a hacer un posgrado seguido del doctorado: "Irte en esa época era muy excitante, ir a conocer nuevos lugares, Francia hoy es accesible al mundo pero en ese momento eran lugares deseados, para nosotros significaba un nuevo mundo, nuevas experiencias", recuerda María Gracia del momento en el que decidieron casarse e ir juntos a vivir una nueva aventura.
En otra tierra y poco idioma
Llegaron sin saber casi nada de francés, sus compañeros de clase los ayudaban y los fines de semana Alberto y María Gracia se la pasaban con el diccionario traduciendo palabras.
En total vivieron siete años en el extranjero aunque iban y venían porque Alberto era investigador del Conicet y pertenecía al Instituto Antártico Argentino que, junto al laboratorio francés, hacían expediciones a la Antártida. Él se iba en diciembre y volvía en marzo: "En la Antártida tenés vientos brutales y no podés trabajar en la superficie por mucho tiempo, entonces se trabaja enterrado. Una vez hicimos un pozo de ocho metros de largo con una pala porque llevamos un material sofisticado que no funcionó. En otra oportunidad estuvimos siete días adentro de la carpa porque no podíamos salir por el viento de 150km/h con ráfagas de 200km/h, llegaba un momento en el qué decías "qué pasará acá", finalmente el viento se iba y volvías a trabajar. Las condiciones climáticas son muy inestables, si salís de la carpa lo tenés que hacer atado porque a los dos metros ya no ves nada más por la nieve y perdés el sentido de la orientación", recuerda con anhelo Alberto.
Crearon un jardín único con más de 300 árboles.
Cuando Alberto y María Gracia volvieron a vivir a Argentina con sus tres hijos se instalaron en Mendoza: el principal motivo fue la apertura del laboratorio de glaciología, y por otro lado querían una vida más tranquila que la que tenían en Buenos Aires. Con unos amigos compraron una finca que subdividieron y construyeron su primera casa. El terreno estaba vacío y ellos mismos se encargaron de diseñar el jardín donde cada árbol y planta fue pensado. En ese momento trajeron de Europa cien bulbos adentro de un bolso. María Gracia siempre tuvo una sensibilidad especial, incluso cuando su hijo mayor se recibió en economía ella lo hacía en Historia del Arte. Por su parte Alberto recuerda su adolescencia aprendiendo los nombres de los árboles de los bosques de Palermo.
"No es solo el amor por las plantas, después cuando empezás a conocer la variedad obtenida por fulano de tal y que para obtener una variedad de rosa se tarda 10 años por ejemplo, cuando entras en ese mundo vas puliendo el gusto. Cómo se llega a obtener cosas tan maravillosas de una belleza que muchas veces es efímera. Armamos una biblioteca muy interesante de jardinería, a medida que nos metíamos en el tema íbamos buscando más. Hay que tener respeto por la naturaleza, no somos los dueños. La jardinería es un arte, lo que tiene de interesante es que cuando diseñas lo haces sobre materia viva, ponés una planta y esa planta cambia, en el diseño de un jardín esa naturaleza se va transformando y te da un interés nuevo", explica María Gracia quien se convirtió en una verdadera aficionada del arte de la jardinería.
Pero los años pasaron y el momento de la jubilación se acercaba, "ya estábamos viendo que nuestra propiedad, que tenía todo ese esfuerzo de plantación con centena de árboles y arbustos, se podía perder porque no teníamos una actividad rentada. Hablamos con nuestros hijos y vimos que una alternativa era aprovechar el jardín, la pileta grande y hacer una especie de hotel boutique", cuenta el matrimonio.
La opción para jubilarse: crear un hotel con respeto ambiental
Contactaron a un arquitecto amigo para empezar el nuevo proyecto bajo la premisa del respeto ambiental, evitando el consumo excesivo al valorizar las cosas viejas. Así se construyó el hotel jardín Casa Glebinias (nombre de dos plantas) "se proyectaron diferentes casitas entre la vegetación. No se tiró ni un árbol, hubo que hacer basamentos especiales porque todas están construidas sobre una plataforma de cemento armado para evitar dañar las raíces de los árboles que las circundan", describen sus dueños.
Pero eso no es todo, también recuperaron y restauraron materiales como puertas, vigas, ventanas, mármoles, cerraduras de 150 años de casas que fueron demolidas, "todo esto se recuperó. Ninguna abertura es estándar, cada agujero está hecho específicamente para la puerta o ventana que queríamos poner. Era recuperar y revivir. Las visitas a las demoliciones eran tan divertidas, interesantes y lindas. Casas hermosas de principio de siglo XX demolidas y todo arrumbado en un rincón. Compramos siete roperos que Alberto restauró para las habitaciones. Y así muchísimas cosas que fuimos restaurando con esa idea de que había cosas valiosas que era una pena que las tiren o las quemen", cuenta María Gracia.
Las cuatro casas están enfrentadas a una distancia de 20 metros cada una, tienen sala de estar y una pequeña cocina, se recibe hasta un máximo de 21 huéspedes total en el hotel. En la casa principal la galería vidriada está hecha por un artesano que hizo un trabajo de encastre con las maderas. "La idea fue hacer una recreación de un pequeño hogar. Cada cosa que hay tiene una historia: el cuadro, la mesa, el ropero, como si fuera algo que uno hace para los amigos. Los muebles son de la familia, las cortinas de mi casa, muebles de mi madre, la primera mesa que nos compramos. Tratamos de darle otro sentido a las cosas", cuenta emocionada María Gracia que además agrega que todos los cuadros son originales, antes que colgar una reproducción prefiere dejar la pared vacía.
Al principio lo llamaron hotel rural pero como desapareció la zona rural el nombre ya no era compatible: "No nos gusta poner palabras extranjeras, no queríamos hotel boutique. Un día en el libro de huéspedes una familia argentina encantadora puso que este hotel es un jardín y ahí nos quedamos con eso", cuentan acerca de la elección del significado de Hotel Jardín.
Sus tres hijos participan en Casa Glebinias: Florencia que es ilustradora freelance trabaja en la recepción, Martín es gerente financiero en una empresa y se encarga de la administración del emprendimiento, por último Gabriel, enólogo, se encarga de la parte de operaciones y es el creador del vino propio que tiene el hotel.
El lujo está en los detalles
Abrieron las puertas en marzo del 2005 y sin saber cómo llegaron los primeros huéspedes de Barcelona. Alberto recuerda la anécdota de ese primer día: "Estábamos por terminar la primera casita con el constructor, los operarios, uno encerando el piso, otro poniendo las cortinas, María Gracia con las sábanas en la mano, y mientras yo ponía la cerradura nos avisan que llegaron. El que estaba de vigilia los hizo sentarse en el lobby que en ese momento era parte de nuestra casa y los entretuvo. Cuando llegó la familia a la casita salimos todos a escondernos entre la vegetación para que no nos vieran", aún se ríen de aquella escena que parecía de película.
En el comienzo no había un lugar para desayunar ni estaba el chef. La encargada era María Gracia que a las siete de la mañana empezaba a armar la bandeja del desayuno para repartir en cada habitación: café, medialunas, facturas, sándwiches de miga, mermelada, manteca y yogur; ella misma iba a la panadería a elegir lo mejor para lograr la excelencia, por ejemplo la mermelada casera está hecha con fruta del propio jardín y la hace María Gracia incluso hasta el día de hoy.
Además Alberto escribió el libro "Develando Casa Glebinias" con una serie de microhistorias que cuentan anécdotas e historias del hotel y al que el huésped puede acceder.
“Fue Stephen Hawking quien dijo El trabajo te da significado y propósito y la vida está vacía sin él. Nosotros vivimos acorde a ese pensamiento. Vos sos un elemento activo y no pasivo de la sociedad, ese fue uno de los objetivos por los cuales empezamos el proyecto. Ahora estamos en la década de los 70 años pero hace 19 años éramos mucho más jóvenes y fue resignificar nuestras vidas, ponerle otro sentido. Además nos pareció algo lindo estar en la hospitalidad y recibir gente”, concluye el matrimonio Aristarain.
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