Una médica que ideó una aplicación para hacer consultas médicas por video llamadas, un equipo que craneó un dispositivo que detecta estados de ánimo, hasta una arquitecta que hace ladrillos de caucho con desechos neumáticos. Ellos están detrás de las ideas más innovadoras del año.
Producción Victoria Dorin
Para llamar al doctor
Ingrid Briggiler (30)
Consultas médicas a través de videollamadas
Ginecóloga y obstetra, optimizó el tiempo de médicos y pacientes con la aplicación Llamando al Doctor, una plataforma que permite hacer consultas a través de videollamadas.
¿Quién es? Médica especialista en ginecología y obstetricia, fundadora del emprendimiento Llamando al Doctor.
¿Qué hizo? Desarrolló una app que ofrece atención médica inmediata de baja complejidad en cualquier momento y lugar.
¿Cómo lo hizo? Como médica, pero también como millennial, Ingrid Briggiler chocó contra la burocracia en el ámbito de la salud y pensó en un recurso tecnológico para hacer más eficientes las consultas. Especialista en ginecología y obstetricia, con más de 10 años de experiencia en el área de salud, tanto en instituciones públicas como privadas, identificó una de las problemáticas del sistema de salud: “Un paciente visita alrededor de siete veces al año al médico y el 40% de las consultas médicas no requieren revisión o examen físico”, detalla Briggiler y explica a qué apunta la aplicación que desarrolló: “Yo aspiro a que Llamando al Doctor sea un nuevo sistema de salud, complementario a los ya existentes”. En esencia, su innovación se basa en un servicio móvil que ofrece atención médica calificada e inmediata por videollamada, disponible las 24 horas todos los días del año, que cuenta con tres especialidades: pediatría, ginecología/obstetricia y medicina general. Los beneficios de la aplicación están en ambos lados: el paciente tiene disponibilidad de un profesional las 24 horas y el médico cobra honorarios por la atención brindada. Esto significa que bajan no solo las consultas informales vía mensaje o chat que muchas veces saturan a los profesionales, sino que baja el costo de las prestaciones en hospitales y clínicas. Además, resuelve consultas de baja complejidad y que no requieran examen físico, de forma rápida y cómoda en cualquier momento y lugar: sin esperas en consultorio ni guardias. El proyecto surgió en la cabeza de la médica, pero necesitaba un desarrollador. Sin experiencia alguna, contrató a programadores y destinó $100.000 de su propio bolsillo para tener una primera versión. “Golpeé todas puertas posibles durante tres años. Tenía un producto que no lograba convencer, aunque yo sí lo estaba. En ocasiones, me decepcionaba porque no quedaba seleccionada en las convocatorias de emprendimientos”. Así surgió la posibilidad de participar en Conecta Inversor de Experiencia Endeavor 2016 y allí se reunió con cinco posibles inversores. Uno de ellos era el Centro de Innovación Tecnológica, Empresarial y Social (Cites), que le permitió comenzar a trabajar con Prevención Salud como primer cliente. Además, contó con una inversión inicial de US$ 355.000, hizo totalmente de nuevo la aplicación y hoy está disponible para más de 50.000 afiliados. Las estadísticas de uso del servicio señalan que el 75% de los usuarios resolvieron su consulta a través de la aplicación y aseguraron que no fue necesario buscar una segunda opinión en una guardia o con un especialista. Por lo general, se trata de casos de gripe, fiebre, gastroenteritis o erupciones cutáneas, y la especialidad más consultada es pediatría.
Espejo de emociones
Juan Echagüe (57) y Ricardo Escattini (31)
Tecnología cognitiva para interpretar el estado de ánimo
Para deleite de marcas, publicistas y consultoras, desarrollaron un dispositivo que puede decodificar las emociones de las personas a través de sus gestos en un espejo.
¿Quiénes son? Director de investigaciones y desarrollo y Arquitecto de soluciones digitales en la empresa Practia.
¿Qué hicieron? Crearon un dispositivo que puede interpretar las emociones con solo ver el rostro.
¿Cómo lo hicieron? Juan Echagüe y Ricardo Escattini trabajan como el agua y el aceite, y nunca se pisan en el diálogo ni en las explicaciones de sus desarrollos. Ambos saben que su innovación les llegó por casualidad: “Solo teníamos el objetivo de allanar la tecnología al mundo corporativo, que solo compra sistemas para mejorar su administración”, afirma Echagüe. En una reunión de trabajo con un socio tecnológico se preguntaron a qué objetos podían darles vida mediante la computación cognitiva, es decir, con la capacidad de aprender a través de sus registros. “Y había un espejo cerca de la sala donde tuvo lugar el encuentro”, recuerda Escattini. El resto fue buscar un prototipo que pudiera reconocer e interpretar. El desarrollo es un equipo que consta de una pantalla espejo y de una cámara web HD que capta la imagen de quien se para delante del espejo. A partir de las imágenes de la cámara, con el uso de computación cognitiva, el dispositivo identifica el reflejo de la persona y registra en tiempo real las emociones que se dibujan en su rostro. Entre estas emociones reconoce cuál es la dominante, le asigna un valor (entre 40 distintos) y muestra esta información en la pantalla. Este espejo les permite a las marcas o empresas que lo implementan percibir los sentimientos que generan sus campañas o productos en los consumidores. “Estamos en un momento en el que es difícil ocultar las emociones, vivimos en un mundo totalmente filmado. Casi no hay lugar para esconderse, por eso el debate es qué se puede hacer con esa información”, apunta Echagüe. Por ejemplo, una compañía que tiene comedor en su planta está implementando la tecnología para conocer el estado de ánimo de sus empleados y tratar de mejorar la performance de su clima interno. “Ninguna imagen queda guardada y la información binaria solo sirve a modo estadístico y arroja el dato de cuán contenta está la persona delante del sensor”, apunta Escattini. En términos de servicio, puede utilizarse como herramienta para un focus group y definir cuáles son las sensaciones que provocan diferentes situaciones. También están explorando el desarrollo para los aeropuertos, para explorar las emociones de los pasajeros.
El profesor y la campeona
Juan Carlos Martín (70) y Delfina Pignatiello (17)
Planificación diaria y sin repetición como base del entrenamiento
Ella logró una hazaña para la natación argentina: tres medallas en un Mundial. Él la entrenó con un método sui generis, en el que ningún día es igual.
¿Quiénes son? Ella es la gran promesa de la natación argentina. Él es su entrenador.
¿Qué hicieron? Obtuvieron dos medallas de oro (800 y 1.500 metros) y una de plata (400 metros) en el Mundial Juvenil que se realizó en Indianápolis, Estados Unidos.
¿Cómo lo hicieron? Cinco veces por semana, Delfina Pignatiello, la joven nadadora de San Isidro, llega al natatorio municipal de Beccar unos minutos pasadas las cinco de la madrugada. Allí la espera su entrenador Juan Carlos Martín, un profesor de educación física, ex futbolista devenido en exitoso preparador de atletas del agua. El saludo es una mera formalidad porque se ven prácticamente todos los días y allí mismo definen cómo va a ser la rutina del primer entrenamiento del día. Serán un poco más de dos horas y luego Delfina se marchará con los ojos colorados de cloro hacia el colegio donde cursa quinto año. Por la tarde, cerca de las 15.30, se vuelven a encontrar para la segunda tanda de entrenamiento hasta pasadas las 18. Al final del día habrá nadado unos 15.000 metros, lo que equivale a casi cuatro millones de metros por año: “Lo único que sé es que tengo que concentrarme y no desviarme del objetivo del entrenamiento”, dice como un mantra Delfina mientras se coloca su gorro de natación y se prepara para una nueva jornada de brazadas en el agua. Martín, paradójicamente, tiene todos los vicios de un entrenador a la antigua: es exigente con el horario, los errores, el compromiso, la concentración, la obediencia, y evita las quejas infantiles en sus atletas. Sin embrago, su método no se parece al de ningún otro.
Porque nunca es el mismo. “Nunca sé cómo va a ser el entrenamiento de mis nadadores. Tengo que ir a la pileta, ver cómo está el día, cómo están de ánimo, qué cara tienen, cómo está el agua y recién ahí defino en conjunto cómo será la práctica de ese día”, explica el Gallego Martín, como le dicen todos sus discípulos. Más que un especialista en natación, este entrenador es un gran planificador, un interpretador de realidades y sueños de sus atletas. “Yo sé perfectamente hasta dónde puede llegar cada uno de mis nadadores, pero cuando alguien me desafía con sus sueños, lo acompaño y trato de llevarlo hasta ahí”, explica Martín, que se convirtió en entrenador en 1964 luego de una lesión futbolística y que está enfocado en la natación desde hace 35 años. “Delfina tiene muchas condiciones técnicas, pero sobre todo es inteligente, porque para ser nadador hay que usar la cabeza”, apunta. Delfina es también abanderada de su colegio y la Universidad de San Andrés ya le ofreció una beca para estudiar una carrera universitaria, aunque entrenador y atleta saben que el año que viene, cuando termine el colegio, va a tener más tiempo para entrenar..
La dupla utiliza todos los recursos de entrenamiento a su alcance: preparación física, un médico, un psicólogo, investigación de competidores, filmación bajo el agua para ajustar el estilo, aprendizaje de anatomía, un plan nutricional, estudio de técnicas y medición de brazadas y patadas en el agua. Pero más allá de todos estos detalles, Delfina empezó a confiar definitivamente en su entrenador cuando se inició en la competencia: “El entrenamiento del Gallego nunca se repite, nunca hace dos planificaciones iguales, siempre nos sorprende con algo nuevo, con algo que nos descoloca y nos obliga a ponernos nuevos objetivos para ese día”, dice Delfina. Esta técnica para su entrenador se llama “entrenar el alma”.
Del neumático al techo
Rosana Gaggino (52)
Tejas sustentables
Arquitecta abocada al diseño de viviendas económicas, logró que los desechos de neumáticos se volvieran una solución para la construcción: los convirtió en ladrillos de caucho.
¿Quién es? Arquitecta, magíster en Diseño Arquitectónico y Urbano y doctora en Ciencias del Diseño. Directora del Centro Experimental de Vivienda Económica, dependiente del Conicet, en la provincia de Córdoba.
¿Qué hizo? Dirige un equipo de investigadores que diseñó y patentó la primera teja fabricada a partir del reciclado del caucho.
¿Cómo lo hizo? La premisa de Rosana Gaggino para su proyecto es contundente: las tecnologías tradicionales de la construcción suelen ser concebidas en términos técnicos y económicos, pero casi nunca sustentables. Tanto los materiales empleados como los modos de producción implican la extracción de materias primas que, en su mayoría, son recursos no renovables. Cuando con su equipo empezaron a investigar cómo usar el plástico reciclado en la construcción de viviendas sociales, detectaron que uno de los mayores contaminantes, especialmente en zonas de bajos recursos, era el caucho de las ruedas: tarda casi 600 años en degradarse y, en el caso de Argentina, los neumáticos se entierran o quedan abandonados, lo que los convierte en un problema sanitario al transformarse en albergue para el mosquito que transmite el dengue.
Según la investigadora, el objetivo que se propuso con sus colegas fue desarrollar un producto que pudiera paliar esta problemática: “Por un lado, buscábamos una alternativa a las tejas de cerámica y de hormigón que se usan para los techos de las casas. Y, por otro, un motivo para reciclar caucho”. Aunque el proceso de trituración y reutilización del caucho ya existe, la innovación del equipo de Gaggino reside en haber encontrado una fórmula química que concluye en un nuevo producto, más flexible, liviano, económico, impermeable y resistente al granizo, cualidades que las tejas tradicionales no pueden sostener. Para la realización de este proyecto, el CEVE se asoció con Cintemac (Centro de Investigación, Desarrollo y Transferencia de Materiales y Calidad), dependiente de la UTN de Córdoba. De esta manera, quedó conformado un equipo de trabajo, integrado por los investigadores Jerónimo Kreiker, Lucas Peisino, María Paz Sánchez Amono, Julián González Larí, Ricardo Argüello, María Josefina Positieri y Carlos Baronetto, que reunió disciplinas como química, arquitectura e ingeniería en el mismo proyecto.
Ciencia en la nube
Sergio Simonetta (38) y Mariano Santa Cruz (43)
Laboratorio de utilización remota
Si el éxito de un experimento depende de la cantidad de horas que se puede usar un laboratorio, ellos democratizaron esa posibilidad con un laboratorio de uso a distancia.
¿Quiénes son? Socios fundadores de la empresa Phylum Tech.
¿Qué hicieron? Desarrollaron y pusieron en marcha el concepto de laboratorio en la nube, es decir, que puede ser usado de manera remota y online.
¿Cómo lo hicieron? Sergio Simonetta se hizo emprendedor gracias a un diminuto gusano que no tiene más que un milímetro de longitud y al que dedicó su tesis doctoral en Ciencias Biológicas, en la Universidad de Buenos Aires. El primer producto que desarrolló se denomina WMicrotracker: “Es un sistema de monitoreo aplicado a animales cuasi microscópicos que se han utilizado como modelos de enfermedades humanas. Con estos animales se pueden realizar ensayos más rápidos y más baratos que brindan información sobre el efecto de los compuestos farmacológicos en seres vivos”, explica. Con este escáner, como así lo llama Sergio, recorrió varias incubadoras de empresas, desde 2009 hasta la actualidad, junto con su socio Mariano Santa Cruz, un diseñador industrial que durante varios años vivió en Italia.
Pero el golpe de efecto llegó cuando ambos investigaron el mercado de científicos: “Se sabe que aproximadamente hay al menos dos millones de científicos en actividad en todo el mundo y que una prueba de laboratorio puede costar entre US$ 4.000 y US$ 10.000. Nuestro proyecto permite hacer pruebas desde cualquier parte del mundo a solo US$ 400 con los mismos resultados y de manera más eficiente”, sentencia Santa Cruz. De este modo, el científico crea una cuenta, realiza una pedido para hacer una prueba de laboratorio con determinadas moléculas y compuestos y obtiene el resultado a las pocas horas. Aunque los datos son confidenciales, esa formulación queda archivada en el sistema para informar a otro científico cuál fue el resultado de esa combinación.
En 2015, salieron a buscar al mercado financiación y lograron que el Grupo Sancor Seguros desembolsara US$ 500.000 para avanzar con el proyecto. Luego firmaron un acuerdo con la compañía argentina de software Baufest, que les desarrolló todo el sistema, la integración con big data y las aplicaciones de uso. “Confiamos en que, en poco tiempo, experimentar y crear un compuesto será muy fácil, rápido, con resultados fiables al 100%. Además, significa un mayor acceso a la investigación a científicos que hoy deben esperar meses para horas de laboratorio, o ni siquiera tienen chances de experimentar”, explica Simonetta. Hoy, el laboratorio piloto funciona en la localidad de Sunchales, en Santa Fe, donde un brazo robótico elige los compuestos que están solicitados en la orden, enviada en un formulario web, y los combina para ofrecer nuevas formulaciones. El plan de Phylum Tech es tener un laboratorio que funcione las 24 horas, los 365 días, en Estados Unidos, Europa y Asia, en los próximos dos años. Para eso necesitan una inversión de US$ 4 millones.
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