Después de un trabajo de años de digitalización, hoy se pueden consultar online los registros del Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, una suerte de Google de aquellos que pasaron por el puerto de Buenos Aires entre 1882 y 1960.
Por Emilia Erbetta
"¿En el giulio cesare? ¿Segura? Siempre pensé que había sido en el Princesa Mafalda". Dora, 86 años, está desorientada. "¿Estás segura de que es ella?", insiste, y la pantalla lo confirma: en el buscador online de inmigrantes del Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos (CEMLA) aparece su mamá, Pascualina Cupelli, como una ama de casa que llegó a la Argentina el 15 de mayo de 1925, a los 22 años, a bordo del transatlántico Giulio Cesare. Según muestran los registros, Pascualina era jovencísima y no estaba sola, con ella venía su hijo chiquito. Cuando ve el nombre de su hermano, Dora termina de convencerse: en el buscador aparece Nello Capodarca, 2 años, italiano, llegado en el mismo barco, el Giulio Cesare, el mismo 15 de mayo, cuatro años antes de que ella naciera. Frente a la evidencia, la historia se le acomoda en la cabeza: "Habrá sido el Nono el que llegó en el Princesa Mafalda". Los dedos tipean rápido el nombre y el apellido de su papá, pero no tiene suerte, el único Capodarca que aparece en el registro es el pequeño bebé Nello, que murió más de ochenta años después en Bahía Blanca. En el buscador no hay rastros de Francisco Capodarca, que llegó a la Argentina desde Génova dos o tres años antes, en 1923 o 22.
"Algunas personas no figuran en el registro porque se escribieron mal sus apellidos y porque en todos estos años también se han perdido o arruinado hojas enteras de los libros", explica Irineu Zotti, sacerdote de los Scalabrinianos y director del CEMLA, que depende de esta orden. "Los libros" son los cuadernos donde durante ochenta años se anotaron uno por uno, primero a mano y después a máquina, los datos de los inmigrantes que llegaron al puerto de Buenos Aires entre 1882 y 1960. Son más de seis millones de registros que se pueden consultar en la web del CEMLA gracias a un trabajo de digitalización que empezó hace treinta años, cuando el sacerdote Luigi Favero vio los libros de casualidad en un festejo que se hizo en el ex Hotel de Inmigrantes, donde dormían desde hacía décadas, y pidió permiso para buscar los nombres de los italianos. Hasta ese momento, los libros estaban semiabandonados; es probable que en alguna de esas hojas perdidas se haya ido el registro de entrada en el país del papá de Dora, un hombre más entre los millones que emigraron a la Argentina entre fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.
El proceso de digitalización empezó en los 80 y se está terminando ahora, con el volcado final de los datos de los libros del 59 y el 60. Fue un proceso casi artesanal que comenzó con algunos voluntarios que convocó Favero y que iban varias veces por semana a la sede del CEMLA, en la avenida Independencia, donde una antigua casona estilo Tudor se levanta al borde de la avenida Huergo, en el límite entre San Telmo y Puerto Madero, donde los camiones sacuden el suelo. Ahí los voluntarios cargaban los datos en archivos Excel. Hoy estos libros con tapa de cuero, tan grandes que abiertos pueden llegar a medir casi un metro y medio, los tiene el Archivo General de la Nación, que tomó la posta en el proceso de digitalización.
En los libros se anotaba a todos los pasajeros que pasaban por el puerto de Buenos Aires, no solo inmigrantes. Revisando la base de datos, probando apellidos y nombres, aparecen los Borges volviendo de España: papá Jorge, de 46 años, casado y abogado; Jorge Luis, de 21 y dedicado "a sus labores", y la adolescente Nora, de 15 años. Todos llegaron el 24 de marzo de 1921 en el Reina Victoria Eugenia, que había zarpado de Barcelona. En el mismo barco, pero dos años después, llegó la actriz Margarita Xirgu. Un Juan Domingo Perón, viudo y militar de 45 años, pasó por el puerto de Buenos Aires un 27 de mayo del 41. Venía desde Río de Janeiro a bordo del barco Brazil.
DATOS QUE VALEN ORO
LA NACIONEntre 1881 y 1914 más de cuatro millones de personas llegaron a la Argentina desde Europa. La mayoría eran italianos (dos millones) y españoles (un millón y medio), pero también vinieron franceses, rusos, croatas, alemanes, polacos, etcétera. Para cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el 30% de la población era extranjera. Los datos que ofrece el CEMLA son muy poquitos: nombre y apellido, oficio, edad, estado civil, fecha de llegada y barco. En los registros posteriores a 1923 también figura el lugar de nacimiento. Sin embargo, Irineu Zotti ha visto cómo las personas se emocionan frente a esa información, por más escueta que sea: "Es tamaña la emoción de ver los orígenes que a cualquiera lo toca: cuando tocás la parte más honda de la cultura, las personas no resisten. El hecho de buscar las raíces y encontrar algo concreto, nombre, fecha, es suficiente". Luis, albañil, 50 años, es de los que se emocionaron: se paraliza cuando en el buscador aparece su abuelo Pacífico, que era de Ancona y llegó el 30 de noviembre de 1937, a los 18 años. En las historias familiares, la edad de su abuelo, un adolescente, nunca había surgido.