A los 16 años, la princesa Ingrid Alexandra de Noruega es toda una estrella en su país: pasó de niña a adolescente a la vista de todos y, aunque su agenda oficial aún es limitada, va ganando protagonismo. Primogénita de los príncipes Haakon y Mette-Marit –y por lo tanto, segunda en la línea de sucesión al trono detrás de su padre y, a su turno, primera reina soberana de Noruega–, es muy unida a su madre y, desde que se supo que Mette-Marit padece fibrosis pulmonar (una enfermedad respiratoria incurable), Ingrid la acompaña o reemplaza en algunas actividades.
Como cualquier adolescente, la nieta de los reyes Harald y Sonia es coqueta, le gusta sacarse fotos y marcar estilo. Pero también es una entusiasta del arte, dibuja y toca el piano, practica kickboxing, surf y esquí.
PREPARADA PARA REINAR
Desde pequeña, Ingrid Alexandra se acostumbró a su papel destacado en actos y compromisos, como los del Día Nacional o cuando, a los 6 años, fue dama de honor en la boda de la princesa Victoria de Suecia. En 2015 dio su primer discurso en público y en 2016 tuvo un papel destacado en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Invierno celebrados en Lillehammer, cuando encendió el pebetero, igual que lo había hecho su padre en los Juegos de Invierno de 1994. Y los últimos 365 días han sido claves para ella: durante el otoño europeo comenzó sus estudios en Uraniborg (Oslo), siguiendo con la tradición de la familia real noruega de estudiar en una escuela pública, y en agosto pasado celebró su confirmación, a la que asistieron el rey Felipe VI, Victoria de Suecia y Federico de Dinamarca en calidad de padrinos de bautismo.