Inés Ulanovsky. "Las fotos de papel hay que guardarlas o donarlas, pero nunca tirarlas"
"Ver una foto ajena abandonada en la calle es inquietante", se lee en uno de los relatos de Las fotos (Paisanita), nuevo libro de Inés Ulanovsky (Buenos Aires, 1977) que reúne una serie de crónicas "coronadas", si no protagonizadas, por imágenes fijas. Con dosis de recursos de la crónica, la biografía, la autobiografía y la historia social, y con el suspenso que aporta la ficción, este álbum de relatos desanda los enigmas (y la inquietud) que irradian desde fotos en blanco y negro halladas en archivos, contenedores de basura, cocheras y cajas de zapatos con negativos de hace décadas, por fin revelados. Aun después de haber "colgado las cámaras", la autora continúa vinculada al fascinante mundo de la fotografía. Este sábado a las 18, en el marco de la Feria de Editores (que por la pandemia se hace en modo virtual) la autora conversará con los lectores; solo hay que buscar la editorial Paisanita en www.feriadeeditores.com.ar o visitar la cuenta de Instagram @paisanita_editora y, como con las cámaras fotográficas, hacer clic. "La verdad, no extraño mi trabajo de fotógrafa -dice Ulanovsky-. Sí extraño hacer fotos con una cámara, porque últimamente solo hago fotos con el celular para redes sociales".
-¿Cómo conviven en vos la fotógrafa y la escritora?
-Desde hace varios años no estoy trabajando como fotógrafa. Ahora escribo y casi todos mis trabajos tienen más que ver más con las palabras que con las imágenes. Cuando tuve la necesidad de empezar a escribir fue porque sentí que las imágenes dejaban de alcanzarme y necesité de las palabras. Esas dos partes mías estuvieron un poco peleadas en un momento, porque yo sentía que debía borrar mis rastros de fotógrafa para poder escribir bien, hasta que en un momento me di cuenta de que esas dos partes debían unirse para potenciarse. Por eso creo que mi escritura está influenciada por la fotografía. Podría decir que mis textos son breves, como fotos.
-Los textos "fotografían" momentos históricos, ¿era la idea que tenías al elegir esa forma de escritura similar a la crónica?
-Es cierto, el libro narra escenas personales y familiares pero que suceden en contextos históricos determinados y reconocibles. No me lo propuse, pero es algo que me gustó que ocurriera a medida que fui escribiendo. Es ahí tal vez donde queda más clara la importancia social, histórica y simbólica que puede tener una foto. Ese contexto me permitió agregar datos duros como nombres, fechas o direcciones, elementos todos que responden al estilo de crónica más tradicional. Me interesaba que quedara claro que todo lo que se narra en el libro ocurrió realmente.
-¿La historia de una sociedad se puede reconstruir con imágenes?
-No solo con imágenes, pero la fotografía documental e incluso la fotografía amateur o familiar cuenta mucho de nosotros. De lo que fuimos y de lo que no volveremos a ser.
-¿Cómo influyeron en tus elecciones profesionales tus padres, Marta Merkin y Carlos Ulanovsky?
-Mi infancia está muy ligada al trabajo de fotógrafa que tenía mi madre, porque muchas veces tenía que acompañarla y pasar horas en el cuarto oscuro con ella. Para mí era siempre un planazo ver como ocurría esa magia que era revelar y copiar fotos. Así que reconozco un interés temprano por ese mundo. A los catorce años empecé a estudiar fotografía, mi mamá me regaló una ampliadora y monté un laboratorio en un baño de mi casa en el que también pasaba muchas horas sola experimentando. Por otro lado, desde que tengo memoria mi papá estaba siempre escribiendo a mano o a máquina, todo el día. Así que es probable que me hayan influenciado. Me arrepiento de no haber estudiado medicina, por ejemplo. Me hubiera gustado mucho.
-¿Cuál es hoy el valor social de una fotografía?
-El valor social que tenía antes la fotografía era mucho más visible. El fotógrafo era "los ojos" del lector de un diario, por ejemplo. Los momentos únicos e irrepetibles de la historia eran registrados por grandes fotógrafos. Ahora todo, absolutamente todo, queda registrado por millones de celulares y cámaras de seguridad. Se valoriza mucho más la inmediatez de la captura que la calidad o complejidad que pueda tener una imagen hecha por un fotógrafo profesional.
-¿Cómo fue tu trabajo como archivista de imágenes?
-Pasé por varios archivos y es un universo que siempre me interesó mucho. Son espacios abrumadores, inabarcables, pero en los que siempre me pasaron cosas buenas. Tuve varios hallazgos inesperados y se convirtieron en una categoría de la que soy muy fan. La explicación a esa clase de sucesos no es la magia. Y reconozco que se dan por dos factores: algún tipo de misterio mezclado con un ojo muy atento. A mí trabajar con archivos analógicos es algo que me encanta. Poder ver un negativo a trasluz o tener una copia de papel en la mano me parece una experiencia hermosa. Ver la manera en la que un fotógrafo administraba un rollo fotográfico cuando solo tenía 36 fotogramas me sirvió para entender la importancia de la síntesis. Eso lo aplico para fotografiar pero también para escribir.
-¿Está desvalorizado el trabajo del reportero gráfico en el país? En el libro se cuentan varias historias de abandonos de archivos por parte de personas e instituciones.
-No es un buen momento. La digitalización y la errónea idea de que con una cámara digital cualquiera hace fotos, sumadas a la precarización laboral en la que se les pide a los cronistas que también hagan fotos con sus celulares, es un ejemplo de eso. En ese mismo sentido hay muchísimos medios que con la digitalización decidieron descartar sus archivos analógicos, pero lo incomprensible es que los tiraron a la basura, no los donaron. Por suerte muchos de esos archivos fueron salvados antes de que pasara el camión de basura, pero es difícil de entender la idea de tirar archivos.
-¿Qué pueden hacer las personas que quieren donar sus fotos?
-Existen grupos como "Negativos Encontrados", que son rescatistas de fotos que otros tiran a la calle. En Instagram o Facebook pueden verse las maravillas que encuentran y rescatan. Algunos archivos como el Histórico Provincial "Ricardo Levene" hizo una convocatoria, llamando a la gente a revisar sus cajas de fotos familiares y los invitó a compartir las que incluyan escenas de vida cotidiana o patrimonio. Ese es un ejemplo de cómo un documento personal puede adquirir relevancia social o histórica. La foto de papel es un objeto que va a tender a desaparecer. Yo creo que hay que guardarlas o donarlas pero nunca tirarlas.
"Sobre la fotografía de Susan Sontag, La cámara lúcida de Roland Barthes y Mirar de John Berger son tres libros con los que aprendí a mirar"
-¿Cómo describirías el pensamiento y la sensibilidad de una fotógrafa?
-No sé si existe un pensamiento o sensibilidad de fotógrafa, sí reconozco que soy muy observadora y esa condición me sirve para fotografiar pero más que nada para escribir. La mirada se educa viendo muchísimas fotos, metiéndose en la cabeza de otros fotógrafos y también se educa leyendo. Sobre la fotografía de Susan Sontag, La cámara lúcida de Roland Barthes y Mirar de John Berger son tres libros con los que aprendí a mirar. Ahora que no saco fotos, saber mirar me sirve para escribir.
-¿Tenés otro proyecto de escritura en desarrollo?
-Trabajo escribiendo guiones o generando contenidos para diferentes formatos y como proyecto de escritura tengo una novela inconclusa a la que le falta muy poco, pero después de trabajar con la realidad como materia prima creo que no me interesa tanto probar con la ficción. Quiero seguir trabajando con hechos que ocurrieron y documentos reales. Como lectora es lo que más me conmueve últimamente.